‘Érase una vez en Venezuela’: de la rabia a la empatía ‘Érase una vez en Venezuela’: de la rabia a la empatía

‘Érase una vez en Venezuela’: de la rabia a la empatía

Conversamos con Anabel Rodríguez Ríos, directora del documental ‘Érase una vez en Venezuela’, que ya se encuentra en salas de cine mexicanas.

Lalo Ortega   |  
22 junio, 2021 12:36 PM
- Actualizado 6 julio, 2021 2:34 PM

“Los pueblos están semidesiertos, carcomidos, todos ulcerados por la ruina, las calles enlodadas, las tiendas en escombros”, escribía Eduardo Galeano sobre el Lago de Maracaibo, Venezuela, en Las venas abiertas de América Latina. Era 1971, pero el pasaje bien podría describir al Congo Mirador, el pueblo de agua que protagoniza el documental Érase una vez en Venezuela, dirigido por Anabel Rodríguez Ríos más de cuatro décadas después.

En ese tiempo, sobra decirlo, hemos visto el ascenso del chavismo en la nación sudamericana. La de Hugo Chávez, fallecido en 2013, es una de las dos largas sombras que permanece en el pueblo, su nombre aún pintado en casas que ya no alojan a nadie.

La otra sombra es la de una bonanza petrolera tan distante que parece mito. “Ningún país ha producido tanto al capitalismo mundial en tan poco tiempo: Venezuela ha drenado una riqueza que (…) excede a la que los españoles usurparon a Potosí o los ingleses a la India”, decía Galeano, quien condenó: “el implacable cabeceo de los balancines [de petróleo] genera toda la opulencia y toda la miseria de Venezuela”.

En esta sentencia yace la inspiración para Érase una vez en Venezuela. “Empecé a ir al Lago de Maracaibo para buscar temas que reflejaran la influencia que ha tenido en los venezolanos el hecho de ser exclusivamente un país extractor de petróleo, y cómo eso nos ha marcado”, explica la directora caraqueña Anabel Rodríguez Ríos.

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Lo que se encontró al visitar “el Congo” fue, como ella lo define, la clase de universo ya hecho que un narrador necesita para contar una historia. En este caso, uno que capturaba los cambios, dolores y polarizaciones que trajeron los tiempos del chavismo.

“Empiezan a haber estas historias arquetípicas, tipo Cien años de soledad, o pueblos como Comala (de Pedro Páramo)”, explica Rodríguez. 

Congo Mirador ha sido por años, y es para cuando arranca el documental, un “pueblo en peligro de extinción” debido a la sedimentación del lago que lo aloja. Durante sus primeras visitas, la directora y su equipo realizaron un cortometraje titulado El galón. “Pero la gente me dijo ‘qué bien que estás haciendo esto, pero lo que realmente está ocurriendo aquí es que el pueblo se está perdiendo’”, relata la cineasta.

Rodríguez entonces comenzó un rodaje que abarcó cinco años –de 2013 a 2018–, en el que observó los temas que le interesaban. “En particular el tema de la polarización, los efectos de la propaganda política y el populismo, en ese ambiente tan único”.

Érase una vez en Venezuela: de micro a macro

Algunas notas han señalado a Érase una vez en Venezuela como una “radiografía de un país”. Podría parecer erróneo, en principio, diagnosticar una hepatitis con la radiografía del dedo meñique, pero para Rodríguez, este microcosmos funciona para reflejar la realidad macro del país.

“Poco a poco fuimos optando por una narrativa alegórica”, acota la directora. “Era un gran reto contar una historia que pudiesen ver todos, independientemente de su postura en la polarización”.

“Lo otro que buscábamos era cuestionar a esta autoridad, al liderazgo del país. La alegoría nos permite hacer eso y nos ha permitido mostrar la película sin que sea frontalmente provocadora”.

Si bien destacan varios personajes en este Macondo venezolano, la polarización política es encarnada por dos mujeres: Natalie, una discreta opositora y maestra de primaria; y Tamara Villamil, la líder chavista del pueblo.

La introducción de Tamara no deja espacio a dudas: el documental la presenta recibiendo pedicure, como la única mujer con un patio adornado con plantas en un pueblo cuya escuela se cae a pedazos. “Yo le digo a la gente: al entrar a mi cuarto, primero tienen que tocar a Chávez”, dice ella en una escena al inicio, demostrando su idolatría.

Tamara Villamil en 'Érase una vez en Venezuela'.
Tamara Villamil, la líder chavista del Congo Mirador (Imagen: Artegios Distribución).

Sería fácil tildarla desde el inicio como la villana. La propia directora señala que la asociación chavista le producía una antipatía hacia ella (y viceversa). “Me daba rabia que hubiesen personas que aún votaran por un liderazgo que, aunque había hecho cosas buenas, permitió un sistema militar tan abusivo con la sociedad civil”, admite.

Sin embargo, la relación con ella evolucionó hacia la empatía, pues a la directora le permitió “entender desde su punto de vista que ella también es producto de una circunstancia, que siendo mujer agarra un rol muy masculino. Era muy admirable darme cuenta de que era una mujer de negocios independiente”.

La conclusión: “Me di cuenta que el tema no es con el otro, sino con el liderazgo”.

Incluso si el título final del documental es producto de las circunstancias (el original, El último año del Congo Mirador, no funcionaba para un rodaje de cinco años), es de notar que este sea en clave de cuento. El viaje de Tamara, al final (y no diremos mucho para no arruinarlo), no resulta muy distinto al de un personaje de fábula.

Dado el carácter alegórico del documental, el paso del tiempo en sí mismo se convierte en un “elemento dramático”, como dice Anabel Rodríguez. Dota al Congo de una textura de cuento, un sitio que, a pesar de lucir tan irreal, resulta universal en su realidad (que no pasen desapercibidos los paralelos con el documental mexicano Los reyes del pueblo que no existe).

“Éste es uno de los países más ricos del planeta y, también, uno de los más pobres”, escribía Galeano de la paradoja. Excepto que el pueblo del Lago de Maracaibo es cada vez más pequeño y menos rico. Las historias de niños que nadan en el agua llena de lodo y petróleo, de un pueblo dividido con una escuela destartalada, de una emigración tan grande que no queda nadie; podrán ser las historias de un solo pueblo.

Pero en las anécdotas de ese microcosmos, a pesar de su título con ambiciones universales, se ve reflejado un país que aún comparte a los mismos gobernantes, indiferentes a la desaparición de un todo un mundo, pequeño pero entero.

Érase una vez en Venezuela se exhibe desde el 18 de junio en la Cineteca Nacional, la Cineteca FICG, la Cineteca Mexiquense y en varias salas alternativas de cine en el país. Puedes consultar funciones en este enlace.