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‘Las nadadoras’, de Netflix, filtra una historia real por la complicada visión occidental
‘Las nadadoras’ cuenta la historia de dos hermanas que se convierten en refugiadas al huir de la guerra en Siria
Uno de los principales problemas en el cine hoy en día, cuando sus historias tratan sobre personas de Oriente Medio, es la visión occidental que acaba influenciando activamente dichas historias. Árabes que son encasillados como terroristas, sin medias tintas. Algo así sucede en Las nadadoras (The Swimmers), estreno de Netflix de este miércoles, 23 de noviembre.
Aunque es dirigida por la cineasta galesa-egipcia Sally El Hosaini (My Brother the Devil), el resto de la producción pasa por manos de profesionales occidentales: desde el guionista (Jack Thorne, inglés), pasando por los productores (Tim Cole y Eric Fellner, ambos británicos) y, claro, hasta llegar a las compañías vinculadas a la película (Netflix y Working Title).
Con esta perspectiva casi exclusivamente occidental, Las nadadoras se acerca demasiado a un tono de libro de autoayuda que no beneficia en nada a la trama de dos hermanas nadadoras, Yusra y Sara Mardini (interpretadas por las hermanas actrices Manal y Nathalie Issa), que huyen de una Siria devastada por la guerra.
La historia trata sobre dos hermanas nadadoras que intentan vivir el sueño del deporte (Crédito: Netflix)
El comienzo de la película y hasta su primera ahora, funciona bien. El Hosaini sabe cómo dirigir escenas de tensión profunda, principalmente en la recreación del drama en el barco de refugiados –aunque con cierta artificialidad cercana a lo visto en películas como Marea humana–. Aunque, finalmente, se trata de una realidad dura que, en la película, pasa por un filtro.
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Hay emotividad en la relación entre las hermanas, como también cuando la película se convierte en una historia deportiva pura, con las hermanas buscando su lugar en la natación. Mucho de ello es gracias a las buenas actuaciones de las hermanas Manal y Nathalie, entregadas a sus personajes. Pero, como siempre, aparece la figura del blanco salvador (Matthias Schweighöfer, de El ejército de los muertos), y ellas acaban sirviendo únicamente al propósito triunfante de esa “salvación”. Pareciera que la historia completa de las dos hermanas tuviera el único propósito de emocionar a los otros. De mostrar cómo no miramos a los refugiados y nos olvidamos de ellos, excepto cuando se trata de contar sus historias.
Paralelos con Las nadadoras
Esto recuerda un poco a los problemas de Adú, otra película que se vale de símbolos, historias y roles similares. Lo que invita a la pregunta: ¿será que no podemos entender mejor esas historias y dejar de lado los retratos siempre unilaterales? Los árabes son siempre o terroristas o pobres víctimas. No hay punto medio para Occidente.
Y no podemos dejar pasar la escena de las hermanas pasando apuros en un bote abarrotado en el mar, con la canción Titanium de David Guetta y Sia sonando en el fondo. Vergonzosa y tan típicamente occidental, contando una historia de vida con torpeza. También es burda la relación entre los refugiados en su travesía por Europa. La directora y el guionista parece olvidar lo que esas personas están viviendo, con tal de crear un dramón hasta con toques de romance. Las nadadoras tiene sus puntos positivos, principalmente por la emoción genuina que la directora sabe traer a las escenas clave, más buenas actuaciones aquí y allá. Pero, al final del día, historias como la de esta nueva producción de Netflix sólo contribuyen a perpetuar estereotipos e ideas que no logran dar la nota. Las nadadoras ya está disponible en Netflix. Para saber más de la película y encontrar el enlace directo para verla, entra aquí.