La vida de un hombre

Un extraño apego, similar al amor, se ha formado entre un convicto y una rata que ha atrapado y domesticado, de la cual se ha encariñado profundamente. Es la única criatura viva que le importa y que se preocupa por él, y en la soledad de su celda, la compañía del roedor le brinda un gran consuelo y placer. Uno de los guardianes de la prisión ve al prisionero jugando con la rata, irrumpe en la celda, lanza al animal contra la puerta y lo mata. El convicto se lanza contra el guardia, lo agarra por el cuello, lo estrangula y casi lo mata. Es llevado ante el director y colocado en aislamiento. Un clérigo visitante, amigo del director, es guiado a través de la prisión, acompañado por la esposa e hijo del director. Al entrar en la celda del convicto en aislamiento, lo encuentran moroso y sombrío, lamentándose por la pérdida de su amigo y compañero y la injusticia de toda la raza humana. El clérigo le habla amablemente y la hija pequeña del director le muestra simpatía, mientras que su madre lo mira con pity. Su corazón se siente algo conmovido por estas muestras de consideración, y cuando el clérigo visita su celda por segunda vez, con permiso del director, todo el espíritu del hombre parece haber cambiado y su enorme cuerpo se sacude en llanto, como si limpiara y purificara su alma. Parece un ser transformado, y pronto el director lo convierte en "fiel" y le da el cuidado de su jardín y libertad en los terrenos de la prisión. Mientras cuida las flores, se encuentra con la pequeña del director, quien se ha encariñado mucho con él, y él la idolatra, viéndola como un ángel visitante cada vez que se acerca; su gratitud por la bondad recibida es sincera y anhela expresarla a su manera limitada. A través de un evento imprevisto, se presenta la oportunidad en la que el convicto muestra la sinceridad y profundidad de su lealtad hacia quienes le han brindado amistad. La casa del director se incendia y su hija pequeña, que está dentro, no puede escapar de las llamas. Los rescatadores intentan penetrar en las llamas y son rechazados por el fuego y el humo. El convicto ve el hogar en llamas, corre hacia la escena y, desentendiéndose de sí mismo, se adentra en el ardiente edificio y salva a la niña, justo cuando su padre llega a casa y se ve impedido de lanzarse a la boca de la muerte segura. El director abraza a su hija contra su pecho, y el héroe convicto cae inconsciente en los brazos de los guardias. Lo llevan al hospital, y cuando recobra la consciencia, el director y su hija lo visitan. El director le agradece por la vida de su hija y lo elogia por su valentía y su acto desinteresado. La pequeña le rodea el cuello al pobre hombre, y el enfermo acaricia tiernamente su cabeza y declara que estaba dispuesto a perder su propia vida para que ella pudiera vivir.