Crítica de ‘Cuando acecha la maldad’: el horror de perder la esperanza Crítica de ‘Cuando acecha la maldad’: el horror de perder la esperanza

Crítica de ‘Cuando acecha la maldad’: el horror de perder la esperanza

‘Cuando acecha la maldad’ impacta con un nivel de violencia gráfica sólo superada por la psicológica. Checa la crítica.

Lalo Ortega   |  
10 enero, 2024 6:27 PM
- Actualizado 19 enero, 2024 4:49 PM

Cuando una película comienza a sonar como la “mejor” o la “más”, seguido del adjetivo que sea, conviene mantener algo de escepticismo. La argentina Cuando acecha la maldad –que llega a salas de cine mexicanas este 11 de enero– ha sido tildada como una de las mejores dentro del género de terror en 2023, y también como la más “depravada”.

Dichos calificativos suelen ser ruido alrededor del puro shock gratuito. Pienso, por ejemplo, en Terrifier, que se apoya en nuestra afición colectiva por los payasos asesinos para impactar, a través de una violencia visual extrema (conseguida a pesar de un bajísimo presupuesto), una narrativa ínfima y un fondo temático nulo. Pura explotación, pues.

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No es que la película del director argentino Demián Rugna carezca de argumentos para convencer en el apartado visual. El nivel de violencia gráfica alcanzado por Cuando acecha la maldad es suficiente para desafiar hasta a los fans más acérrimos del género. Sin embargo, su verdadero poder yace en su capacidad para perturbar no la mirada, sino el corazón.

El arte de perturbar el alma

Situada en un remoto pueblo rural de Argentina, la historia comienza cuando dos hermanos, Pedro (Ezequiel Rodríguez) y Jimi (Demián Salomón), encuentran un cadáver destazado en el campo. Es el inicio de un descubrimiento devastador. Cerca, en la casa de unos vecinos, hay un “encarnado”: una persona cuyo cuerpo ha sido dominado por un ente maligno y parasitario, que se alimentará de él hasta poder “nacer”.

Esto enciende las alarmas también del terrateniente (​​Luis Ziembrowski), quien demanda que se disponga de inmediato del encarnado (también llamado “embichado”), pues puede traer problemas a sus tierras. No es cosa fácil: estos seres son, al parecer, en extremo contagiosos. Ejecutarlos a sangre fría con una pistola tampoco es opción.

Ante la apatía de las autoridades locales, que se excusan en sus burocráticos protocolos, los hermanos deciden tomar el asunto en sus manos y ayudar a deshacerse del embichado. Las cosas, como es de esperarse, no salen bien, y parecen extraviarlo en el camino. Preocupados, pero con el patrón conforme, regresan a casa, ignorantes del caos al que han condenado al pueblo.

Cuando acecha la maldad, de Demián Rugna
Cuando acecha la maldad impacta por su violencia física. Pero perturba todavía más por otros métodos (Crédito: Cinépolis Distribución)

Con este contexto, Cuando la maldad acecha establece un mundo de un profundo vacío de ley, de moral, de compasión. Prevalece un aire de angustia, cultivado por un entorno en que casi todos los personajes ven por sus propios intereses.

La autoridad está ausente, como también lo está la religión. Si bien la película parte de los convencionalismos del cine de terror sobre posesiones demoníacas, el director y guionista tiene cuidado de que no se mencionen términos como “demonios” ni a ningún dios. Los encarnados se parecen más, en realidad, a los más terribles de nuestros miedos pandémicos.

Sin embargo, como ha comentado el propio Rugna, sus ideas para Cuando acecha la maldad germinaron de un contexto social incluso más específico que ese. El cineasta argentino se refiere a los envenenamientos por pesticidas en los campos de su país, en el nombre de las grandes compañías agrícolas. Alude, también, al avance del neofascismo en la región, que en la propia Argentina ha alcanzado un punto grave.

Pero, independientemente de las circunstancias locales que le dieron origen, la película entiende que éstas son producto de horrores universales. ¿Qué son la maldad, el egoísmo, la intolerancia y la crueldad, si no las peores y más infecciosas enfermedades del ser humano?

Una película espantosa

En Cuando acecha la maldad, Rugna mantiene esta atmósfera de desolación a través de la impredictibilidad narrativa, por vía de un peligro irrestricto hacia sus personajes. Donde otras películas más convencionales del género pondrían un límite a su violencia visual, el director pisa el acelerador. Sólo diremos que es mejor no encariñarse demasiado con nadie.

Cuando acecha la maldad, de Demián Rugna
Cuando acecha la maldad tiene un sofocante aire de desesperanza (Crédito: Cinépolis Distribución)

Más allá de un carácter explotador, esto parte de un espíritu que el director describe como honestidad hacia el espectador: el terror yace en que nadie está en verdad a salvo. Cualquiera puede ser víctima y convertirse en otra de las pasmosas imágenes que habitan esta película, para infectar el corazón con eventuales pesadillas.

Por ello, resulta un tanto decepcionante cuando, hacia su último acto, la película tropieza consigo misma al intentar explicar un poco las reglas alrededor de esta maldad, que en realidad aterra más cuanto más inexplicable se mantiene. De pronto hay métodos para matar a los encarnados, cánones del folclor local sobre cómo se manifiestan.

Pero es un inconveniente en lo que, de otra forma, es una profunda perturbación del alma, más que de la mirada. Cuando acecha la maldad es una de las películas más espantosas que he visto, en el mejor de los sentidos. En este mundo no hay un dios en el cual perder la fe. Pero es todavía peor perderla en la bondad y el poder del espíritu humano.

Cuando acecha la maldad se estrena el 11 de enero en salas de cine mexicanas. Entra aquí para comprar boletos.

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