Crítica de ‘Godzilla Minus One’: sanar la historia Crítica de ‘Godzilla Minus One’: sanar la historia

Crítica de ‘Godzilla Minus One’: sanar la historia

‘Godzilla Minus One’ regresa al clásico monstruo a sus raíces, y entrega un poderoso drama sobre las heridas de la guerra. Checa la crítica.

Lalo Ortega   |  
2 enero, 2024 7:30 PM
- Actualizado 11 enero, 2024 11:57 AM

¿Qué representa Godzilla? En Occidente, el conocimiento del monstruo japonés tiene un sesgo importante: primero, por aquel corte de 1956 que inserta al actor estadounidense Raymond Burr en la película original de 1954. Luego, está la garrafal reinvención que Roland Emmerich le dio en 1998. Y para las audiencias más jóvenes está su encarnación en el todavía más espectacular –y banal– MonsterVerse. Para este lado del Pacífico, pues, Godzilla Minus One –en salas de cine de México desde el 28 de diciembre– es una bestia por completo diferente.

Porque, para el país oriental, Gojira (como le dicen allá) es una manifestación del miedo nuclear sembrado por Hiroshima y Nagasaki, y perpetuado por posteriores detonaciones estadounidenses en el océano. Una herida abierta de nuevo en 2011 con la catástrofe de Fukushima, cuya devastación –y terrible burocracia– es representada por Shin Godzilla, de 2016.

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En otras palabras, el gigantesco monstruo es, al menos en su origen, mucho más que el espectáculo soso que nos harían creer sus interpretaciones estadounidenses (y, siendo sinceros, décadas de películas japonesas protagonizadas por luchas de hombres en botargas).

Sin embargo, y consciente de sí misma como la producción que celebra los 70 años de la original de Ishiro Honda, Godzilla Minus One decide no ir hacia el futuro, sino mirar hacia atrás. Y con ello, nos enfrenta no sólo con otra manifestación de este miedo nuclear, sino con las ramificaciones del pasado que originó tan grave condena para el pueblo japonés.

Godzilla Minus One es un regreso a los orígenes

Godzilla Minus One comienza en 1945, en pleno clímax de la Segunda Guerra Mundial para Japón. Argumentando una avería en su avión, un piloto del escuadrón kamikaze, Kōichi Shikishima (Ryunosuke Kamiki), se desvía de una misión hacia una estación de mecánicos en una isla del Pacífico. No parece haber nada malo con su nave: la implicación, entonces, es que Shikishima ha huido de su deber.

Esa noche, sin embargo, Godzilla emerge en la isla, cobrando las vidas de todos menos la de un mecánico (Munetaka Aoki) y la de Shikishima, quien titubea ante la oportunidad de sacrificarse para frenar al monstruo. Deshonrado, regresa a una devastada Tokio para descubrir que los bombardeos cobraron cientos de vidas, incluidas las de sus padres.

Al pasar de los meses, y aún plagado por el síndrome del superviviente, Shikishima acepta un peligroso trabajo desactivando minas marinas para mantener a una joven mujer, Noriko (Minami Hamabe) y a la bebé que ha adoptado, Akiko.

Godzilla Minus One
En Godzilla Minus One, las protagonistas son las personas (Crédito: Toho)

Sin embargo, cuando Godzilla resurge y amenaza a la de por sí devastada nación, el ex kamikaze está determinado a redimirse y cumplir al fin con su misión… sin importar el precio, para bien y para mal.

Godzilla Minus One es un regreso a lo que eran las películas del monstruo en sus orígenes, antes de ser tergiversadas en luchas gratuitas entre monstruos/botargas. El drama está a nivel de piso, en las vidas de ciudadanos cuyas esperanzas son reducidas a menos que cero por la catástrofe fortuita, arbitraria, aplastante e imparable, que abre el suelo con cada paso y reduce edificios a polvo y fuego con su aliento.

Es en el conflicto interno de su protagonista, y en su búsqueda de propósito, donde yace el auténtico corazón de la historia. En ese sentido, Godzilla queda muy lejos de ser un protagonista, pues es más un incidente detonante. La película del director y guionista, Takashi Yamazaki, se parece más en tema y estilo a producciones de Akira Kurosawa o de Hayao Miyazaki (influencias que él mismo ha reconocido como cruciales para Godzilla Minus One).

¿La sociedad antes que el individuo?

Yamazaki, hace una deconstrucción de la culpa de Shikishima y, en el proceso, pone un espejo ante la sociedad japonesa. En el reflejo, se asoma el pasado imperialista de un Japón que, en palabras de los propios personajes de la película, descuidó y desechó a sus ciudadanos con una facilidad pasmosa.

Una de las cuestiones al centro de Godzilla Minus One es el honor, pero también el condicionamiento que le precede. ¿Qué tipo de sociedad demanda que sus jóvenes hombres descarten sus vidas a bordo de un avión, en nombre de un sentido absurdo de honor colectivo y nacionalista, en un país que los juzgará como cobardes si se rehúsan?

Godzilla Minus One
“¿Para qué vivir?” es una de las preguntas en el corazón de Godzilla Minus One (Crédito: Toho)

Por medio de Shikishima, la película pone en tela de juicio esos conceptos de honor y nacionalismo, y propone alternativas a través de sus otros personajes. Ante un gobierno que ha sacrificado a sus ciudadanos sin mayor reparo, ¿no es mejor construir y luchar desde la sociedad civil, armada con ciencia, con dolor y un profundo deseo de vivir?

La narrativa de Godzilla Minus One plantea que la sociedad puede operar fuera de los márgenes de un gobierno que ha sido tibio e indiferente en sus mejores momentos, pero opresor y desdeñoso, hacia su propia ciudadanía y hacia otras naciones, en los peores. Sin embargo, cabe recalcar los valores con los que cuestiona a la sociedad de su tiempo –y su legado histórico–.

La película de Yamazaki propone dejar atrás este rancio sentido de honor nacionalista, en el que la vida del individuo sólo adquiere valor al servir a un propósito mayor. La alternativa es mejor, aunque también engañosa. Presentados con la opción de vivir y llevar nuestras propias vidas, ¿es realmente nuestra si es dedicada a la colectividad, así sea de aspiraciones más nobles?

¿Y es posible, desde esta cuestionable individualidad casi masoquista, sanar una historia donde un victimario militarista se convirtió en una de sus mayores víctimas colectivas? Difícil decirlo. Pero al trasladar su narrativa a una década antes de la aparición original de su monstruo, Godzilla Minus One logra ser, por lo menos, una expiación del que quizá sea uno de sus peores traumas nacionales.

Se trata de una entrega más en el complicado legado moderno de Japón, que en Godzilla ha visto encarnada desde la culpa victimista de la posguerra, hasta los intentos derechistas por restaurar la autonomía militar de la nación asiática.

Cual sea el caso, queda claro que Gojira es el icono pop que mejor encapsula las ansiedades sociales, culturales y políticas de Japón. Las formas que tome, y también en las que resurja de las profundidades –o permanezca en ellas– es algo que sólo podrán determinar en el archipiélago oriental.

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