‘La peor persona del mundo’: el hambre por la vida ‘La peor persona del mundo’: el hambre por la vida

‘La peor persona del mundo’: el hambre por la vida

Dirigida por Joachim Trier, ‘La peor persona del mundo’ recibió el premio a Mejor actriz en el Festival de Cannes.

Lalo Ortega   |  
17 marzo, 2022 12:35 PM
- Actualizado 25 marzo, 2022 9:48 AM

Conforme veía La peor persona del mundo –que llega a salas de cine mexicanas hoy, 17 de marzo–, sentí una profunda identificación con su protagonista, Julie (la cautivadora Renate Reinsve). Al mismo tiempo, y con el privilegio de la perspectiva que brinda el tiempo, recordé los consejos de mi padre.

Para resumir la historia: siendo un recién graduado de la universidad, con unos 23 años de edad, declaré mis ambiciones de viajar por el mundo, estudiar un año en el extranjero, escribir un libro, vivir con amigos en un departamento de la capital y conjugar mi profesión de publicista con la crítica de cine, todo antes de llegar a los 30. Con un salario de apenas unos cacahuates, era evidente, absoluta y alarmantemente ingenuo a la realidad de mis posibilidades. Pero, ¿acaso las ganas de comerse al mundo no son la fiebre de la juventud?

Con serenidad, mi padre me hizo ver lo limitados que eran mis recursos, y no necesariamente los económicos. El tiempo no da para hacer todo y, como sucintamente me dijo, “algunas cosas se van a quedar en el tintero”. Ha transcurrido casi una década desde esa conversación, y por azares del destino, sólo hice una de todas esas cosas –quien esté leyendo esto, podrá inferir cuál de todas–.

No es que mi padre quisiera cortarme las alas, pero quizá el mayor mal de la generación nacida entre 1980 y 1996 –quienes ahora rondan los 25 y 40 años– es haber crecido y madurado mientras llevaban en el bolsillo una ventana a la infinidad de posibilidades que ofrece la vida. El mundo entero está al alcance de la vista, y todo en él parece tan atractivo como posible. No parece casual que, en los primeros segundos de La peor persona del mundo, conocemos a Julie con un teléfono en la mano.

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En la nueva película del director noruego Joachim Trier, Julie comienza la historia precisamente en sus veintes. Al inicio es una prometedora estudiante de medicina, pero al sentir que su pasión no es por el cuerpo sino por la mente humana, decide cambiarse a psicología. En el ínter, tiene un amorío con un profesor que, paradójicamente, le despierta más deseo por su cuerpo que por su mente, lo que la conduce a declarar que mejor será fotógrafa.

En otras palabras, cuando Zygmunt Baumann escribió sobre el individuo en la modernidad líquida, bien pudo haber estado escribiendo sobre Julie, una joven mujer cuya única certeza en la vida es no saber exactamente lo que quiere de ella y, al mismo tiempo, quererlo todo: quizá ser fotógrafa, quizá probar suerte como escritora, quizá colarse espontáneamente en una fiesta y enamorarse por casualidad de un hombre, mientras mantiene una relación sentimental con otro.

La peor persona del mundo
Conoce a Julie, la cambiante protagonista de La peor persona del mundo (Crédito: Cine Caníbal)

Pero, contrario a lo que podría sugerir su título, La peor persona del mundo no adopta una postura juiciosa en contra de los andares de su protagonista o de sus otros personajes. Como expresa Trier: “sentí irónico llamar a la película La peor persona del mundo y que fuera sobre amor, porque todos en algún momento en una relación terminan sintiéndose así”.

Porque, si la característica fundamental de la modernidad líquida es el constante cambio y, por lo tanto, la infinita posibilidad de mejora, lo contrario también es cierto: las personas, siempre cambiantes, nunca dejarán de ser falibles, y todos nos haremos daño en algún punto. Y no hay nada de malo en ello.

La comedia romántica del siglo XXI

Con cinco largometrajes en su filmografía, Joachim Trier no es ajeno a adoptar convenciones de género para abordar cuestiones cotidianas pero profundas de la condición humana. Con Más fuerte que las bombas, un drama doméstico, el noruego se sumerge en las vidas de dos hermanos y su padre, viudo, en crisis por el recuerdo de la madre fallecida. En su anterior película, La maldición de Thelma, el director emplea elementos del thriller sobrenatural para explorar la represión de la sexualidad en un contexto familiar y religioso.

La peor persona del mundo ha sido llamada la comedia romántica y, si hacemos caso a Scott Meslow (autor del libro From Hollywood with Love, que recorre la historia de dicho género cinematográfico), entonces sí que lo es. “Una comedia romántica es una película en la que 1) la trama principal se enfoca en al menos una historia de amor romántico; y 2) la meta es hacerte reír por lo menos tanto como es hacerte llorar”.

En este caso, tenemos no una, sino dos historias de amor. Julie primero se involucra sentimentalmente con Aksel (Anders Danielsen Lie), un consagrado artista de novelas gráficas de 40 y pico años, que ya piensa en formar una familia. La casualidad –quizá inducida por una pizca de consciente insatisfacción– los junta en una fiesta a ella y a Eivind (Herbert Nordrum), y el par acaba inevitablemente enamorándose después de pasar una divertida noche de charla, juegos y retos, sin llegar nunca al sexo.

En pocas palabras: “chica conoce a chico, y algo se interpone en su relación sentimental” (otro chico, en este caso), que es la fórmula básica de cualquier película en uno de los géneros cinematográficos más identificables y, en muchas ocasiones, predecibles. Lo cual no quiere decir que la comedia romántica no haya innovado a lo largo de su historia, pero es posible que Hollywood y Julia Roberts hayan tenido más que un impacto definitivo en nuestras expectativas para este género, al menos de este lado del Atlántico.

Lo interesante de La peor persona del mundo es que, sin dejar de ser bastante divertida (y vaya que lo es), subvierte esas expectativas, que generalmente van acompañadas de resoluciones relativamente simplistas y moralinas.

El guión de Trier –coescrito a cuatro manos con su frecuente colaborador, Eskil Vogt– se encarga de ofrecer un retrato completo de la protagonista, sus intereses amorosos y circunstancias, deconstruyendo todas las implicaciones de la búsqueda de la identidad, del amor y de la elusiva “felicidad”.

La historia está dividida en un prólogo, 12 episodios y un epílogo, cada uno abordando una etapa en la vida de Julie y un aspecto de su ser y sus relaciones. El primero, por ejemplo, explora las dinámicas de poder dentro de la relación entre Julie y Aksel, así como las expectativas provenientes de fuera (aquí se asoma una versión de la típica pregunta de “¿y los hijos, para cuándo?”).

El segundo episodio, en el que Julie conoce a Eivind, plantea preguntas sobre la naturaleza de la verdadera intimidad y los límites de la infidelidad. Mientras que, en la típica comedia romántica, el engaño recae en un beso o un acostón, aquí los personajes se cuentan sus vidas, se hacen preguntas incómodas y hasta van al baño juntos. Quizá la verdadera infidelidad es emocional (bien dicen que la última frontera de la intimidad no es el sexo, sino tirarse un pedo frente al otro).

Crítica: La peor persona del mundo
Infidelidad emocional y amor líquido (Crédito: Cine Caníbal)

Conforme la historia progresa, La peor persona del mundo encuadra a los personajes y sus decisiones bajo una luz alejada de los juicios morales: las circunstancias cambian, y ellos evolucionan con ellas. Incluso si llegan a sentirse como dice el título, no quiere decir que lo sean. La vida simplemente sucede.

Lo cual tampoco quiere decir que los actos no tengan repercusiones. La escena de Julie corriendo felizmente por las calles de Oslo congeladas en el tiempo –inmediatamente icónica desde el estreno de la película en Cannes– bien podría ser el epítome cinematográfico de ese deseo irresistible por cambiar el rumbo sin el costo de las consecuencias o del tiempo perdido. Sin embargo, conforme la vida sigue, los personajes comprenden que el tiempo no vuelve.

Por el tono animado y hasta irónico de su historia sobre la búsqueda de identidad y propósito, La peor persona del mundo seguramente será comparada a como Frances Ha. Por su estructura episódica, hasta puede que surjan alusiones a (500) días con ella, probablemente la comedia romántica favorita de la citada generación. Sin embargo, producción de espíritu escandinavo al fin, cuando el arrepentimiento se asoma en la película de Trier, descubrimos que tiene más en común con Fresas salvajes, de Ingmar Bergman.

El amor y la muerte en La peor persona del mundo

Esta es una película sobre encontrar nuestra vocación, buscar el amor y creer haberlo hallado para después cambiarlo por otro, lidiar con las expectativas (de todo tipo), entender cómo nuestras relaciones del pasado nos moldean, encarar la nostalgia, preocuparnos por todo lo que puede salir mal, aceptar lo que sí sale mal, y modificar planes de vida que creíamos inmutables.

Puede sonar a demasiado, pero al mismo tiempo, son cosas mundanas y profundamente identificables, una multiplicidad de caminos que conducen al mismo destino: el amor y la muerte, los dos elementos más absolutos de la experiencia humana.

Lo cual no significa caer en el lugar común de que La peor persona del mundo “es una película universal”. Por el contrario, se percibe un innegable aire de privilegio económico en la ligereza con que Julie decide, como si nada, cambiarse de carrera dos veces y quemarse las becas y los ahorros de la madre para financiarse (con todo y que después empieza a trabajar en una librería para mantenerse).

Sin embargo, La peor persona del mundo es, en primer lugar, una historia que tendrá un profundo eco en la generación nacida en la modernidad líquida, siempre cambiante con –y un tanto egocéntrica ante– los tiempos convulsos de la incertidumbre. Probablemente nos arrepentiremos de muchas cosas. Pero, en el camino, quizá logremos salirnos del ego, para así aprender a encarar el amor y la muerte.

Así va la vida, pues, y las metidas de pata son parte del asunto. La cuestión estará no en evitar ese arrepentimiento a como dé lugar, sino en aprender a abrazarlo y aceptarlo como parte de la única certeza de la experiencia humana: que siempre seremos caóticos, mutables e infinitamente perfectibles.

La peor persona del mundo ya está en salas de cine mexicanas. Si quieres saber más de la película, ver el tráiler o comprar boletos para verla, entra a este enlace.