Películas

‘Strawberry Mansion’: la distopía de pagar impuestos por soñar

El año es 2035, y el gobierno ahora cobra impuestos por el contenido del momento más privado de escapismo: los sueños. Estos, además, son dominio de la publicidad, que de un momento a otro ofrece a los soñadores aquello que desean, saciando sus deseos consumistas mientras duermen. Es la premisa de Strawberry Mansion.

Suena como una distopía de lo más aberrante, del tipo que nos han presentado súper producciones de ciencia ficción como Matrix o Brasil, ambas situadas en parajes posapocalípticos materializados por direcciones de arte tan elaboradas como desoladoramente grises. De un primer vistazo, parecería que esta película no tiene nada que ver con esas temáticas, o con ninguna clase de ciencia ficción a la que estemos acostumbrados.

Sin embargo, “ciencia ficción surrealista” sería el género en el que mejor encajaría esta producción codirigida por Kentucker Audley y Albert Birney. La historia comienza con su protagonista, un hombre que parece salido de una pintura de René Magritte (interpretado por Audley), aislado en un cuarto tan saturado de color rosa que podría escurrir de la pantalla.

¿Sueñan los humanos con habitaciones rosadas? (Crédito: Music Box Films / Festival Internacional de Cine de Los Cabos)
Se trata de James Preble, un “auditor de sueños”, trabajo que se explica por sí mismo: quien no paga impuestos por el contenido de sus escapadas oníricas, es auditado. Su misión en la película es viajar a la remota mansión rosa de Arabella “Bella” Isadora (Penny Fuller), una anciana artista cuyos registros de sueño no están actualizados. Resulta que la mujer todavía no emplea el dispositivo “Airstick” (un aparato que graba y transmite los sueños automáticamente), sino que prefiere registrar lo que sueña en VHS. Muchos, muchos VHS.

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Así, enfrentado con una videoteca aparentemente infinita, Preble decide aceptar la oferta de alojarse en la casa de la mujer, mientras concluye su auditoría. Debe revisar casete por casete, adentrándose en los sueños de Arabella. Sin embargo, en ellos conoce a una versión joven de la artista (Grace Glowicki), enamorándose de ella, de la posibilidad de amar y de escapar de su pequeño mundo burocrático. A partir de ahí, Strawberry Mansion comienza a desarrollarse entre el mundo real, el mundo onírico de Bella y los sueños (y pesadillas) cada vez más vívidos de Preble. La dirección de arte de la película nos sitúa en un contexto ambiguo: el protagonista conduce un auto antiguo, los sueños se transmiten como por Wi-Fi, pero para visualizar las fantasías de su anfitriona, el protagonista debe reproducirlos en VHS y utilizar un casco estilo steampunk.
Una videoteca de sueños en Strawberry Mansion (Crédito: Music Box Films / Festival Internacional de Cine de Los Cabos)
Vale la pena reservarnos los detalles de lo que sucede después, pero basta con decir que la película resulta curiosamente relevante en un mundo donde cierta corporación estaría feliz por arrastrarnos a todos a su futuro entorno de realidad virtual y realidad aumentada, repleto de meras simulaciones efímeras para alimentar sus arcas. Si el mundo real ya no basta para lucrar, el capitalismo voraz se las ingeniará para hacerlo con nuestros ratos de escapismo en un mundo que no existe. Dada su lógica onírica y su excéntrico eclecticismo visual, Strawberry Mansion es, en otras palabras, algo así como un episodio perdido de Black Mirror, dirigido por Wes Anderson y David Lynch, una mezcla tan improbable cuyo resultado se siente lo suficientemente distinto a cualquiera de sus dos referentes.

Strawberry Mansion estará disponible en la plataforma del Festival Internacional de Cine de Los Cabos a partir de las 6 p.m. del 12 de noviembre de 2021 y hasta el 18 de noviembre (o hasta agotar los visionados disponibles). Checa cómo ver las películas del festival en este enlace.
Lalo Ortega

Lalo Ortega es crítico y reportero de cine, Maestro en Arte Cinematográfico por el Centro de Cultura Casa Lamm, y ganador del 10º Concurso de Crítica Cinematográfica Alfonso Reyes ‘Fósforo’ de FICUNAM 2020. Ha colaborado con Empire en español, Revista Encuadres, el Festival Internacional de Cine de Los Cabos, CLAPPER, Sector Cine y Paréntesis.com, entre otros. Actualmente es editor en jefe de Filmelier.

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