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A Pair of White Gloves

A Pair of White Gloves

6/10
0h18min
1908Acción

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Un joven próspero busca diversión, pero se ve envuelto en un asesinato tras perder sus guantes. Su inocencia estará en juego.

Pista: En una carrera por el interior de EE. UU., un auto rojo descubre el valor de la amistad.

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Play Sorpresa
Un joven que parece próspero llega a un hotel y, tras ser asignado a una habitación, se hace una cuidadosa preparación antes de salir en busca de entretenimiento. Sin embargo, cuando está listo para partir, se da cuenta de que necesita un par de guantes blancos para completar su inmaculada apariencia. Así que, acudiendo al teléfono, llama a una tienda y pide un par, y pronto aparece una joven lista para probárselos. Cuando está a punto de ajustar uno de los guantes, el botón se suelta, pero esto se soluciona rápidamente, ya que ella tiene una aguja e hilo a mano y, después de coser otro botón, se marcha. El joven entonces sale con un estado de ánimo muy feliz y es llevado a un café selecto, donde se sienta a disfrutar de una buena cena. Al mirar a su alrededor a los otros comensales, reconoce a una conocida sentada en la mesa de al lado. Ve que ella lo reconoce, así que saca un papel y le escribe una nota, pidiéndole que se encuentre con él esa noche cerca del club. La chica y su acompañante pronto abandonan el lugar, y al pasar junto a él, el joven le desliza la nota sin ser descubierto. En la siguiente escena vemos al joven feliz esperando en el lugar acordado. Pronto la dama llega en un auto. Después de un afectuoso saludo, el joven también sube a la máquina y acompaña a su amiga a su casa. Al entrar en la vivienda, un personaje de aspecto rudo en la acera observa a la próspera pareja de una manera bastante peculiar, pero estos entran sin prestar la más mínima atención al extraño. Al llegar al salón de la dama, ella procede a quitarse las prendas de abrigo y, para estar más cómoda, se quita un hermoso collar de perlas y lo coloca en una joyera que está sobre la mesa. Luego sale de la habitación por unos momentos, y durante su ausencia, la tentación de robar la valiosa joya controla a su acompañante, quien le ve introducir el collar en su bolsillo. La noche transcurre felizmente, y cuando el joven se despide, la dama lo acompaña hasta la puerta y le dice un cariñoso adiós. Mientras pasea por la calle, accidentalmente se le caen los guantes, y el personaje sospechoso que los observó entrar en la casa los recoge y se los pone. El rufián entonces se cuela en la casa por una ventana abierta y está rondando el salón en busca de objetos de valor, cuando la dama, que ya se ha retirado, se da cuenta de que falta su collar y regresa al salón para buscarlo. Al escuchar pasos acercándose, el ladrón se esconde detrás de una silla; la mujer entra y, al no encontrar sus joyas, se alarma y, en su excitación, grita pidiendo ayuda. El sujeto entonces sale de su escondite y ataca a la indefensa chica, quien en la lucha recibe un golpe mortal y cae a los pies del hombre. El asesino, quitándose rápidamente los guantes, los tira al suelo junto a su víctima y escapa de la casa. Cuando se descubre el crimen y llaman a los detectives, encuentran los guantes y de inmediato comienzan a buscar a su propietario. A través de las marcas comerciales los rastrean hasta la tienda donde fueron comprados, y cuando se los muestran a la vendedora, ella los identifica inmediatamente como los que vendió al joven en el hotel. Luego se dirigen al establecimiento, donde encuentran al joven, que está a punto de salir. Es detenido y acusado del crimen, pero niega con firmeza su culpabilidad. Al registrar sus pertenencias, los detectives encuentran las joyas desaparecidas. El joven es llevado luego a la escena del crimen, donde se enfrenta a la víctima, así como a la chica que le vendió los guantes, que juegan un papel importante en el caso como evidencia circunstancial. El desafortunado joven sostiene con firmeza su inocencia, pero la evidencia en su contra es demasiado fuerte y es encadenado y llevado a prisión, acusado del terrible crimen. Al entrar en una carroza con los detectives, el verdadero asesino, uno de los curiosos que observa desde la multitud, sonríe con satisfacción al ver al hombre inocente llevado para pagar la pena por un crimen del que solo él es culpable.