‘C’mon C’mon’ y la historia de la tristeza ‘C’mon C’mon’ y la historia de la tristeza

‘C’mon C’mon’ y la historia de la tristeza

‘C’mon C’mon’ pone a Joaquin Phoenix como padre improvisado de un niño, con los aprendizajes que ello conlleva.

Lalo Ortega   |  
29 abril, 2022 1:14 PM
- Actualizado 18 mayo, 2022 11:03 AM

El director Mike Mills no es ajeno a las películas sobre esos terremotos personales que sacuden vidas enteras, como la muerte de los padres o un diagnóstico de cáncer, por ejemplo. Pero sus historias suelen estar menos enfocadas en la devastación misma: encuentran algo mucho más interesante en los escombros y en lo que revela la calma después de la tempestad. C’mon C’mon: siempre adelante –en salas de cine mexicanas desde este 28 de abril– no es distinta en ese sentido.

Esta historia comparte territorio con la que posiblemente sea su película más conocida hasta ahora, Beginners, así se siente el amor, inspirada en las propias experiencias del director. La película trata sobre un hombre, Hal (Christopher Plummer), quien sale del clóset poco después de la muerte de su esposa. Su hijo, Oliver (Ewan McGregor), debe lidiar con las implicaciones de esa revelación y, no mucho más tarde, con la muerte del propio Hal, todo mientras conoce a una mujer (Mélanie Laurent) y redescubre el significado del amor.

Beginners se estrenó en 2010. Mills estrenaría otra película algunos años después (Mujeres del siglo XX, de 2016), pero hubo otro cambio crucial en el camino a C’mon C’mon: en 2012 tuvo un hijo con su esposa, Miranda July (la directora de Falsos millonarios).

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Y como suelen decir quienes han atravesado esa experiencia, “ser padre te cambia”. Quizá es por eso que esta película se percibe un poco distinta a su filmografía previa desde la premisa: Johnny (Joaquin Phoenix, en su primer largometraje desde Guasón), un periodista soltero y distanciado de su familia, súbitamente tiene que hacerse cargo de su sobrino, Jesse (Woody Norman).

La madre de éste y hermana de Johnny, Viv (​​Gaby Hoffmann), le pide que lo cuide mientras ella viaja para atender a su esposo, que padece trastorno bipolar. Él acepta, a pesar de que no se han hablado por más de un año, después de la muerte de la madre de ambos.

C'mon C'mon
En C’mon C’mon, Johnny debe hacerse cargo de su sobrino, volviéndose una especie de padre de la noche a la mañana (Crédito: Diamond Films)

Lo que debía ser tarea para un fin de semana se termina complicando, por lo que Jesse debe quedarse con su tío por un tiempo más largo. Pero Johnny, periodista al fin, tiene que viajar y, sin otra opción, decide llevarse al niño consigo. Esta suerte de paternidad súbita y postiza lo conduce a reflexionar sobre su relación con su familia, y a redescubrir la valentía inocente con la que los niños enfrentan el porvenir.

Y es aquí donde esta película dialoga de una forma maravillosa con Beginners: en esta última, el protagonista era un hombre joven mirando en retrospectiva, enfrentándose con las formas en que las mentiras y decepciones de sus padres informaron su propia manera de ver el amor y la vida.

Sin embargo, y como dice el subtítulo que adoptó en México, C’mon C’mon es una película que mira hacia el frente, incluso si lo hace cargando con todas las dudas de un hombre que ha tenido que crecer y madurar para cuidar de un hijo. Muchas respuestas no llegarán, al menos no como esperaríamos (“nadie sabe lo que está haciendo”, es una lección que Viv nos imparte después), lo cual no quiere decir que no valga la pena hacer las preguntas.

C’mon C’mon: de hijo, a padre

Las películas de Mike Mills podrían definirse como dramas familiares anti-hollywoodenses. El director y guionista, firmemente afianzado en la escena independiente, suele contar historias que evitan el melodrama acostumbrado por las producciones típicas del género, prefiriendo las situaciones más cotidianas, pero que revelan circunstancias profundamente íntimas.

Sus películas retratan la confianza que se construye entre las personas a través de las conversaciones casuales, los juegos mundanos y las risas espontáneas, pero también abrazan la naturalidad e inevitabilidad del deterioro, del olvido y de la muerte. En medio de todo eso, existen los espacios donde habitan los resentimientos y los arrepentimientos por el tiempo perdido.

Beginners
Beginners trata de un hijo reconciliándose con el pasado y con las decisiones de su padre (Crédito: Focus Features)

Tanto Beginners (inspirada en el padre de Mills) como Mujeres del siglo XX (inspirada en su madre y en su hermana) son películas que, en sus respectivos modos, miran hacia atrás: el director escribe y filma desde una perspectiva profundamente personal, reflexionando cómo sus experiencias con y entre sus padres moldearon a la persona que es, con todos sus prejuicios, miedos e inseguridades.

C’mon C’mon mantiene mucho de eso: el deterioro mental y la muerte de la madre es sólo el comienzo de un distanciamiento entre Johnny y Viv. Conforme aprendemos después, hay otros motivos por los que dejan de hablarse. Hay otras razones, también, por las que Johnny es un solitario.

Y el pequeño Jesse quiere saberlo todo, actuando aquí como el detonante de las introspecciones de Johnny a través de sus interacciones con él. Dados los eventos de la narrativa, la perspectiva siempre se mantiene así. Viv queda relegada a un costado, y todo lo que aprendemos de ella es a través de su hijo o de las conversaciones con su hermano.

Esto resta complejidad a los personajes adultos de C’mon C’mon. La relación entre ambos no está tan bien desarrollada como, digamos, la del padre y el hijo en Beginners. Pero es un efecto colateral necesario precisamente porque el enfoque de la narración está en el padre e hijo postizos de esta historia.

Pero este es un hombre que, a pesar de sus mejores intenciones, no está preparado para hacerse cargo de un niño, quien extraído de su hogar, descubre una libertad inédita para expresar sentimientos y revelar hechos que no podría normalmente.

Y son esas interacciones cotidianas –que van desde la ternura de la enseñanza, a la hiperactividad por exceso de azúcar y hasta los disgustos por preocupación–, las que comienzan a revelar al hombre que es.

Pero Mills, ahora padre, lleva la historia de C’mon C’mon un paso más allá. Como periodista, Johnny va de aquí a allá entrevistando gente. Casualmente, en esta ocasión, se trata de niños de diferentes edades y ciudades. ¿Qué les preguntan? Cosas como qué se imaginan del futuro, qué piensan de la muerte o, si sus padres se convirtieran en sus hijos, qué les gustaría enseñarles.

Son preguntas grandes, y los niños las responden no con inocencia, sino con una perspicacia y sabiduría que parecen impropias de sus edades, algo que notan incluso los personajes adultos. Las respuestas son auténticas (los niños que las responden en la película no son actores), y el recurso evidentemente nace del deseo de contrastar las perspectivas de la vida entre generaciones. Da para pensar que los adultos hemos perdido mucho en el camino, o algo se rompió dentro de nosotros, si somos incapaces de mantener la esperanza en el porvenir.

Joaquin Phoenix en C'mon C'mon
Con C’mon C’mon, Mike Mills mantiene el toque para retratar adultos un poco rotos (Crédito: Diamond Films)

Estos momentos son muy bellos, pero esa inusitada agudeza jovial se siente más artificial cuando viene de Woody Norman. No porque su actuación sea mala (él es fantástico), sino porque sus preguntas más incisivas llegan en los momentos más convenientes.

Claro que, quizá, esa sea la conclusión de un crítico adulto, cerebral y algo cínico, que encuentra su propio antídoto en el viaje por el que nos lleva Mills: uno de adultos aprendiendo a redescubrir su esperanza, sentimientos y capacidad de asombro, incluso si es a través de la agotadora labor de criar a un niño.

Hacia el futuro

¿Y cuál es el propósito de todo esto en C’mon C’mon? Para ello, vale la pena volver un poco al principio, con una de las subtramas más excéntricas de Beginners.

En ella, Oliver, que es un artista gráfico, recibe un encargo: retratos de los integrantes de un grupo musical para la portada de su nuevo álbum. Dada su condición sentimental, Oliver decide apostar por algo menos convencional: todo un folleto conceptual (¿recuerdan cuando vendían CDs y venían con folletos?) titulado La historia de la tristeza.

Y como dice el título, se trata de una estrafalaria exploración secuencial con ilustraciones sencillas sobre la naturaleza de la tristeza. Comienza con el big bang (“cuando la tristeza aún no había sido inventada”), y avanza hasta llegar a la primera pareja de la historia que se casó por compromiso, sin amarse entre sí.

C'mon C'mon
Los adultos cargan con los niños, pero también con sus propios errores (Crédito: Diamond Films)

Beginners trata sobre las equivocaciones en el camino de la vida, sobre las decisiones que tomamos incluso a costa de nuestra propia felicidad (como, por ejemplo, seguir en un matrimonio homosexual durante décadas, a pesar de saberse homosexual), y aprender a hacer las paces con el pasado, para no permitir que defina nuestro futuro.

En sus retratos infantiles de sorprendente profundidad, C’mon C’mon es un recordatorio para ver hacia el futuro, pero no necesariamente para nosotros. La reflexión, a final de cuentas, es sobre qué enseñanzas –y errores– estamos legando a nuestros hijos. Quizá, en algún punto, logremos no imponerles continuar escribiendo la historia de la tristeza.

Para ello, será necesario recordar: nuestras equivocaciones, experiencias, esperanzas, imperfecciones y, sobre todo: que nadie sabe lo que está haciendo. Y eso está bien.

C’mon C’mon: siempre adelante ya está en salas de cine de México. Si quieres saber más sobre la película, ver el tráiler o comprar boletos, entra a este enlace.