Crítica de ‘Amor y matemáticas’: se venden perritos falsos Crítica de ‘Amor y matemáticas’: se venden perritos falsos

Crítica de ‘Amor y matemáticas’: se venden perritos falsos

‘Amor y matemáticas’ nos presenta una historia sobre ilusiones rotas, las trampas de la idealización y del conformismo. Checa la crítica.

Lalo Ortega   |  
11 abril, 2024 2:47 PM
- Actualizado 12 abril, 2024 6:35 PM

Podría decirse que la juventud se trata de mirar constantemente hacia el futuro y sus infinitas posibilidades: sueños que pueden ir hacia cualquier lado. Lo peor que puede pasar es llegar a la madurez, mirar hacia atrás y ver que nada salió según los planes. Esa es la pesadilla de decepción que vive Billy (Roberto Quijano, Cindy la regia) en Amor y matemáticas, nueva película de la cineasta mexicana Claudia Sainte-Luce (Los insólitos peces gato) que llega a salas de cine este 11 de abril.

Antiguamente parte de una boy band llamada Equinoccio (de esas tipo Mercurio o Magneto), Billy ha dejado la música atrás. Ahora está casado con Lucía (Daniela Salinas), con quien tiene un bebé. La familia vive en Monterrey, en una de esas privadas donde todas las casas son iguales y todos los vecinos hablan de lo mismo: la nueva adquisición material, el más reciente pasatiempo trivial.

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Y él es, claramente, infeliz. Sus viejas glorias no son más que un tema de charla banal en las reuniones o en la fila del súper. Está desempleado, naufragando entre malas ideas de negocio con su hermano. ¿La más reciente? Vender perritos de peluche, de esos que parecen de verdad porque respiran, en el centro comercial.

Sin embargo, un chispazo de vida enciende su corazón de nuevo cuando conoce a Mónica (Diana Bovio, Mirreyes contra Godínez), la esposa del vecino y fan de Equinoccio en su juventud. La atracción es inmediata, Billy comienza a cuestionar sus decisiones de vida y el rumbo hacia donde quiere llevarla.

El incómodo encanto de la conformidad

Luego de dirigir un par de dramas más serios –El reino de Dios y La caja vacía–, Claudia Sainte-Luce regresa al tono melancólico de Los insólitos peces gato. Y lo hace con un guión que no es de su autoría, como es costumbre: esta vez, el libreto lo firma Adriana Pelusi, guionista de series como Control Z y películas como Malvada, El roomie e Infelices para siempre.

Así, la dirección de Sainte-Luce es una contundente demostración de que la comedia mexicana puede ser sutil, inteligente e irónica. El diseño de producción y dirección de fotografía de Amor y matemáticas exaltan la interioridad de su protagonista. El mundo que rodea a Billy y Mónica expresa la monotonía de sus vidas elegidas: conformista, vacía, homogénea y monocromática, deseable y vibrante sólo en apariencia, además de perturbadoramente pulcra en modos casi antinaturales –como un perrito falso.

Amor y matemáticas
Amor y matemáticas nos presenta a un protagonista en una vida monótona y conformista (Crédito: Neverlanding Pictures)

La fotografía de Carlos Correa (Nudo mixteco) traslada ese espíritu a movimientos pausados, calculados, haciendo que el paisaje suburbano aplaste a sus personajes. Conforme las pasiones son reprimidas por el deber, son reducidos por la pintura blanca y los jardines perfectos de su aspiración a la normalidad clasemediera y conformista: cómoda, pero vacía de motivación.

Amor y matemáticas: no conozcas a tus ídolos

Cada elemento del apartado visual y sonoro de Amor y matemáticas está tan calculado para oprimir el espíritu –de sus personajes y de su público–, que la historia de amor (¿será amor, realmente?) en su centro se vuelve irresistible. Después de todo, ¿quién no soñó con conocer –e incluso enamorarse– de su ídolo musical de juventud? Pelusi le habla a todas las generaciones, desde la de Enrique Guzmán a la de Carlos Rivera.

No sólo por eso, sino porque la decepción que traen las ilusiones rotas es universal. Algunos logran cumplir sus sueños, otros no, pero a través de un sutil humor tragicómico, Sainte-Luce nos plantea que la causa pueden ser tanto las oportunidades perdidas, como las malas decisiones por conformismo, pero también la falta de talento. ¿Somos realmente tan buenos en lo que queremos hacer como para vivir de ello?

Amor y matemáticas
A pesar del romance, Amor y matemáticas evita las trampas de la idealización (Crédito: Neverlanding Pictures)

Amor y matemáticas no brinda una respuesta concreta (¿quién tiene una, en realidad?), pero sí tiene los pies bien plantados en la sobriedad de la ironía. Porque, claro, para alcanzar el sueño hay que vivir con intención y no por inercia. Pero hay que tener cuidado con idealizaciones que rayan en la inmadurez: es fácil confundir a esos perritos falsos con uno de verdad.

Amor y matemáticas ya está en cartelera. Compra tus boletos para verla en cines.