Crítica de ‘Un actor malo’: “esas no son formas” Crítica de ‘Un actor malo’: “esas no son formas”

Crítica de ‘Un actor malo’: “esas no son formas”

‘Un actor malo’ abre conversaciones necesarias sobre la cultura de la violencia de género, pero las descarrila con su clímax. Checa la crítica.

Lalo Ortega   |  
4 abril, 2024 2:26 PM
- Actualizado 12 abril, 2024 6:35 PM

Ver el tráiler oficial de Un actor malo –película mexicana que llega a salas de cine este 4 de abril–, provoca bastante incomodidad. En clave de thriller psicológico de manual, el avance sugiere que hay una ambigüedad, o una intriga, alrededor de su acontecimiento principal: la violación de una actriz, Sandra Navarro (Fiona Palomo) por parte de su compañero en una escena sexual, la estrella en ascenso Daniel Zavala (Alfonso Dosal).

Cabe decir que, como ya suele ser costumbre con esta clase de producciones, los promocionales de la distribuidora son un tanto engañosos. El director, Jorge Cuchí (de 50 o dos ballenas se encuentran en la playa), no deja lugar para las dudas, confusiones ni malas interpretaciones.

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Un actor malo es, en realidad, un drama casi monográfico de lo que sucede (o podría, o debería suceder) al denunciar un caso de abuso sexual en México, y también de la cultura que los propicia tanto como los encubre, específicamente en el mundo de la celebridad. Da pie a preguntas importantes que deben hacerse sobre estos temas.

Sin embargo, el desenlace de la historia toma un rumbo que sólo puede ser descrito como bizarro y que, intencionalmente o no, descarrila sus relevantes argumentos y los lleva a los territorios de una simplificación tan burda como cuestionable.

Un actor malo cuestiona la explotación de la sexualidad femenina

Como ya se intuye por su premisa, la película se sitúa en el contexto de un rodaje: es una película sobre el cine. Cuchí no nos lo revela de inmediato: los primeros minutos de la película (la que nosotros vemos) muestran una charla a bordo de un auto entre un personaje hombre (Dosal) y su jovencísima madrastra (Palomo), con quien se acuesta cuando el tercero en discordia sale de viaje.

El director comienza mostrándonos a Palomo como el epítome de la femme fatale, el arquetipo de la mujer con una sexualidad siempre hambrienta, seductora –y corruptora. Entonces la cámara se aparta y vemos todo el set que ha facilitado el artificio, el acto de magia igual a tantos que hemos visto a lo largo de la historia del cine.

Un actor malo nos adentra, entonces, al mundo de los camerinos, los asistentes y los campers, donde las cosas no son tan simples y, entre líneas, las conversaciones triviales esconden una cultura más peligrosa y siniestra. Durante una lectura del guión en el camerino de maquillaje, alguien sugiere que, en el nombre del compromiso artístico y la calidad interpretativa, Sandra y Daniel deberían tener sexo de verdad frente a la cámara (“como en Anticristo de Lars Von Trier”, alguien sugiere desde la ignorancia).

Un actor malo
El detonante del conflicto en Un actor malo es una escena de cama (Crédito: Cinépolis Distribución)

Llega el día de rodar la escena de cama. Quizá instado por la emoción y por la adrenalina de ver su propia estrella en ascenso, Daniel decide que el sexo simulado no es suficiente. Cuchi deja el mínimo espacio posible para la ambigüedad. El director no sigue la ruta casi pornográfica de Von Tier, claro, pero nos presenta todos los elementos para que la acusación de Sandra, prácticamente esté fuera de duda.

El drama que sigue es de un carácter que, para bien y mal, sólo puede describirse como monográfico. Aliadas de Sandra en el set consultan con un abogado cómo proceder. El director intenta calmar las aguas, Daniel lo niega todo y la productora entra en escena para proteger, ante todo, el dinero. Víctima y victimario rinden testimonio a sus respectivos abogados. Sandra, en particular, es revictimizada en cada instancia del proceso.

Hasta aquí, Un actor malo nos muestra cómo, en este microcosmos del arte y la celebridad, operan los mecanismos de abuso, revictimización y encubrimiento, perpetuando ideales poco positivos de la sexualidad femenina en la pantalla. Incluso acotadas a este pequeño y exclusivo mundo, son cuestiones que vale la pena traer a la mesa y discutir.

Un actor malo cae entre buenas intenciones y simplismos peligrosos

En la apreciación de quien escribe, sin embargo, la dirección y guión de Cuchí se descarrilan por completo en su clímax.

Para no dar detalles específicos, cabe comenzar diciendo que, más que proponer una reflexión sobre la cultura del abuso sexual o incluso una crítica al sistema judicial mexicano en estos casos, el director dirige su cámara hacia el circo mediático, la explotación del dolor y, eventualmente, el puro shock.

Un actor malo
En Un actor malo, la actriz es revictimizada durante todo el proceso (Crédito: Cinépolis Distribución)

¿Hay que criticar esa espantosa tendencia de los medios de comunicación a explotarlo todo –y a todos– para alimentar a la bestia publicitaria? Absolutamente. Pero en la maquinaria de Un actor malo, dicho fenómeno sólo es un detonante para el desenlace.

El objetivo, claramente, es impactar. Pero en el proceso, Cuchí arriesga caer en una simplificación burda y casi panfletaria de lo que motiva la violencia en pantalla, sobre todo considerando que la contraparte del proceso no es puesta en tela de juicio.

Quizá la película parte de la buena intención de generar necesarias reflexiones. Pero intencionalmente o no, con el shock de su desenlace, termina por reducir a movimientos necesarios y complejos a meras turbas enardecidas. Casi como queriendo dar la razón a quienes lanzan esa infame expresión: “esas no son formas”.

Un actor malo llega a cartelera el 4 de abril de 2024. Compra tus boletos para verla en cines.