Crítica: ‘El salón de profesores’ sorprende con una trama moralista, pero llena de ideas

La carrera por el Oscar 2024 a Mejor película internacional está prácticamente decidida: la ganadora será Zona de interés, también nominada en varias las categorías principales, así que probablemente se llevará el premio sin mayores complicaciones. La sociedad de la nieve está en un segundo plano, pero sin posibilidades reales. Sin embargo, hay otra gran película en la competencia (sin posibilidad alguna de victoria, hay que decir), pero que merece ser discutida: El salón de profesores, que llegó a salas de cine mexicanas este jueves, 29 de febrero.

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En la trama, la profesora Carla Nowak (Leonie Benesch) está molesta. En la escuela, los objetos de los profesores están siendo robados a plena luz del día y sin sospechosos concretos. En su afán por encontrar un culpable, los profesores señalan a los alumnos extranjeros y, al final del día, la incomodidad se apodera de la escuela. Es entonces cuando Carla, cansada de esto, decide hacer algo impensable en Alemania: grabar en secreto y descubrir quién está detrás de los robos.

Dirigida por el poco experimentado Ilker Çatak, la película no solo busca entender los caminos de la justicia por mano propia, sino también los límites entre la justicia tanto fuera de los muros escolares como dentro del aula. Después de todo, Carla intenta corregir errores cometidos principalmente contra inmigrantes en la escuela, pero causa otro conflicto. Cuando descubre quién está detrás de los robos, crea un problema más complejo con uno de sus alumnos.

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La pedagogía, en fin, está en el centro de las discusiones en El salón de profesores. Carla, independientemente de su experiencia, se encuentra en una situación complicada. Las cosas no están claras para ella, los caminos son evidentemente complicados. La falta de una orientación general, así como las diversas posibilidades para resolver varios conflictos, provocan un llamado desesperado por justicia. Parece que el mundo de la escuela no se comunica con el mundo exterior.

No es de extrañar que la película casi no tenga escenas fuera de la escuela, excepto por una de persecución, que es la continuación de algo grave que sucede durante una clase. Çatak quiere comprender exactamente cómo este microcosmos representa al mundo real y viceversa. No es una tarea fácil, pero la película logra ofrecer algunas reflexiones interesantes en el ámbito social, al mismo tiempo que crea un ambiente de tensión que la hace más atractiva.

Lucha de discursos en El salón de profesores

Hay que señalar que el director tropieza con algo que podría ser fatal: permitir que el discurso de un solo personaje domine el discurso de la película. Aquí, más específicamente, Carla es un personaje muy moralista. Busca lecciones de moral siempre, detrás de una ética que, a veces, es solo aparente, nunca efectiva. Su discurso termina contaminando gran parte de la trama, que sigue el mismo camino moralista; es el espectador quien debe diferenciar aquí lo que es trama y lo que es la visión del personaje, separando las cosas.

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Sin embargo, el final de El salón de profesores rescata un poco de su lenguaje propio –en parte inspirado en la propia experiencia del profesor– al presentar una escena que, absurda en todo sentido, comenta bastante sobre el papel de los niños en la sociedad actual, la importancia indebida que adquieren en algunas situaciones e, incluso, cómo se están convirtiendo en el centro de discusiones que no deberían ocurrir, además de mostrar cómo la escuela es un ambiente aparte, separado –e ignorante– del mundo exterior.

Así, a pesar de los tropiezos, la película alemana acierta y, lo más importante de todo, nos hace reflexionar.

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Publicado primero en la edición brasileña de Filmelier News.