Crítica: ‘Duna: Parte 2’ es especia diluida Crítica: ‘Duna: Parte 2’ es especia diluida

Crítica: ‘Duna: Parte 2’ es especia diluida

Aunque espectacular, ‘Duna: Parte 2’ no logra adaptar los grandes conceptos de la novela ni ofrecer un clímax emocionante. Checa la crítica.

Lalo Ortega   |  
29 febrero, 2024 6:13 PM
- Actualizado 8 marzo, 2024 9:57 AM

¿Qué tan grandiosa ha de ser una novela de ciencia ficción para que se le considere una especie de “santo Grial” inadaptable al cine? Publicada en 1965, Duna (Dune), de Frank Herbert, es considerada como una de las más influyentes en la historia del género (si no es que la más). Star Wars le debe su existencia, se repite constantemente. Cualquier intento de adaptación cinematográfica –y ha habido varios– es objeto de amplia expectación y escrutinio. El de David Lynch, el único realizado y estrenado durante el siglo XX, terminó en un fracaso espectacular.

A casi 60 años de la publicación de la novela, estamos ante su segunda adaptación al cine, en manos del director quebequense Denis Villeneuve. O la segunda parte de la misma, sería más atinado decir. Porque el texto de Herbert es tan denso en su mitología, que una adaptación única sería demasiado extensa (el plan de Alejandro Jodorowsky era una película de 14 horas, ni más ni menos). Así, tres años después de la primera entrega (de dos horas y media de duración), Duna: Parte 2 finalmente llega a salas de cine mexicanas para otra tanda narrativa de 166 minutos.

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Misión cumplida. Con un costo estimado en 350 millones de dólares entre ambas entregas, la legendaria novela de Herbert finalmente está completa en forma cinematográfica. El resultado es entretenimiento casi siempre espectacular, pero irregular y vacío de emoción en sus peores momentos. Muestra de que 323 minutos totales de cine, con los límites de su lenguaje y condiciones, no bastan para traducir los matices, complejidades y detalles de ciertas obras literarias.

O no son diluirlas, al menos.

Domar al Shai Hulud

Tal como Villeneuve se ha empeñado en explicar, hay que ver a Duna: Parte 2 según dice su título: como una continuación, y no una secuela. Fiel a esa promesa, esta segunda parte comienza precisamente donde se quedó la primera.

Prófugo de la traición de la Casa Harkonnen, Paul Atreides (Timothée Chalamet) y su madre, Lady Jessica (Rebecca Ferguson) se adentran en lo profundo del desierto de Arrakis, planeta que habrían de gobernar para administrar la extracción de la “especia”, sustancia esencial para la civilización del Imperio. El constante contacto con ella, como sucede con los nativos Fremen en el planeta, despierta misteriosas habilidades psíquicas en los humanos.

Entrenada por la conspiradora Hermandad Bene Gesserit, cuya influencia política y religiosa es considerable, Jessica es consciente de las maneras en que linajes son creados y mitos son sembrados en las civilizaciones a través del universo. En Arrakis, los Fremen hablan de un “Lisan al Gaib” o el “Mahdi”, un libertador que vendrá de otro mundo a salvarlos de la opresión. Los más fundamentalistas ven en Paul a ese mesías.

Duna: Parte 2
La seguna parte de Duna comienza en donde terminó la primera (Crédito: Warner Bros. Pictures)

Y Paul, demasiado joven para haber sido convertido en duque sin ducado en un planeta hostil, oscila entre el deseo de venganza contra los Harkonnen y su enamoramiento con Chani (Zendaya), una joven guerrera Fremen con la que forma un fuerte vínculo. Como en todo viaje del héroe, Paul debe enfrentarse a diversos retos mortales (como domar a los Shai Hulud, los gusanos gigantes de arena) para ganar su lugar entre los Fremen y, finalmente, liberar a Arrakis del yugo Harkonnen… y del Imperio.

Comencemos por decir que Denis Villeneuve consigue con creces traer el universo imaginado por Frank Herbert a la realidad. Claro que recursos hay, pero en una era de blockbusters cuyos presupuestos tienden a ser proporcionales a su mediocridad y fealdad (todavía es increíble la tercera Ant-Man costó más que ambas entregas de Duna por separado), Duna: Parte 2 justifica la inversión.

Tanto los parajes de Arrakis como los escenarios brutalistas de Giedi Prime hablan de civilizaciones distinguibles, desarrolladas, vivas. Mundos de espectáculos multitudinarios de gladiadores, enormes gusanos en la arena y conspiraciones políticas en las sombras que se sienten auténticos.

Cabe decir también que Duna: Parte 2 toma varias licencias creativas adecuadas con los elementos más extravagantes del material de origen para conseguir el efecto deseado. Sin dar detalles, basta con decir que uno de los personajes conceptualmente más extraños de la novela es adaptado por una vía interesante. Si es la mejor, es debatible, pero la alternativa podría haber roto por completo el tono y la verosimilitud de la película.

Duna: Parte 2
Duna: Parte 2 resuelve bien algunos de los elementos más extravagantes de la novela (Crédito: Warner Bros. Pictures)

Otro de los aciertos es el tratamiento que se da a Chani, que en la novela original es poco más que una concubina devota del profeta. En el guión de Villeneuve y Jon Spaihts, su punto de vista está prácticamente en equilibrio con el de Paul, al grado de ser antagónico al de él llegado cierto punto. Es un personaje crítico del rol de los Fremen en la profecía y en la guerra, lo que ayuda a balancear la narrativa del salvador blanco que los Atreides trajeron del cielo.

Sin embargo, no puede decirse lo mismo del resto de los personajes. Mucho puede atribuirse a la propia novela: Austin Butler –ayudado con ciertos matices del guión– hace un trabajo monumental para hacer de su Feyd-Rautha un villano memorable, pero no deja de ser otro sádico con cuchillos. Rabban (Dave Bautista), otro matón Harkonnen, tampoco es mucho mejor: mata no a uno, sino a dos lacayos en esta entrega nada más para liberar sus frustraciones.

En otros casos, la adaptación desarrolla un poco más a personajes que son sólo incidentales en la novela (o ni eso). La popularidad y talento de Florence Pugh ya sobrepasa, por mucho, los escasos minutos que tiene en pantalla. Léa Seydoux se siente igual de desaprovechada como Lady Margot Fenring, una de las Bene Gesserit que apenas está en las páginas de la novela.

Se trata de tropiezos típicos de una película que trata de hacer lo posible con sus limitaciones al adaptar una novela tan densa. Y en ese proceso, Duna: Parte 2 hace otros sacrificios que sí operan en su detrimento.

Si bien los Harkonnen no son personajes que brillan por su personalidad o complejidad –son meros arquetipos del imperialismo, feos, violentos y vestidos de negro porque son malos–, juegan un rol importante en el tablero de ajedrez delineado por la novela. Conocemos los razonamientos y planes del Barón Vladimir Harkonnen (Stellan Skarsgård) desde su perspectiva, con sus sesgos y puntos ciegos. En nombre de la economía narrativa de esta adaptación, mucho el tejemaneje nos es revelado por otros personajes, mediante diálogo expositivo.

Duna: Parte 2
Florence Pugh es uno de los múltiples talentos desperdiciados por Duna: Parte 2 (Crédito: Warner Bros. Pictures)

Los límites del cine (comercial)

Y he aquí la gran cuestión que revela la imposibilidad del cine, al menos en su faceta más comercial, para adaptar una novela como Duna: la necesidad de recurrir al diálogo para cortar esquinas y abarcar lo más posible de la trama.

Por su misma naturaleza, la adaptación de la novela al cine es una empresa titánica y, en consecuencia, costosa. En parte por ello, ha sido coronada como “El señor de los anillos de esta generación”. Quizá lo es en el sentido de lograr adaptar literatura extensa y demasiado densa a grandes películas de consumo masivo (aunque lo de Peter Jackson es irrepetible: las tres entregas de su trilogía se filmaron al mismo tiempo, un riesgo sin precedentes para un estudio).

Y en esas aspiraciones de consumo masivo, Duna: Parte 2 sacrifica muchas de las posibilidades expresivas de traducir los conceptos de Herbert al cine. Hay algunos destellos de esa genialidad posible: profundas transformaciones de conciencia provocadas por la especia son representadas por imágenes de fluidos y colores abstractos.

Pero Villeneuve no se arriesga a más, porque un proyecto así es demasiado grande para exponerse al rechazo de la audiencia masiva y fracasar en taquilla. La relatividad del tiempo es un concepto fundamental en la novela. La conciencia de Paul se abre a infinitos futuros posibles y luego va más lejos, al grado de volverse circular para él. Pero Villeneuve elige limitarse al diálogo, como si no hubiera hecho antes cosas más interesantes con el flujo del tiempo. El protagonista se ve reducido a una aburrida lucha interna por el destino que ha sido escrito para él, sin realmente sumergir al público en las profundas implicaciones que hay en su conflicto interno, tan moral como emotivo.

Y así, como Paul en el mar de tiempo de la novela, Duna: Parte 2 se pierde en una marea de intenciones a veces contradictorias. Quiere abrazar la ambición de Herbert, pero también buscar la espectacularidad. Quiere condensarlo todo en menos de tres horas, y con ello, priva de toda emoción del viaje de su protagonista.

Llegado el clímax –que tampoco abraza del todo sus posibilidades para el espectáculo–, ni siquiera las pequeñas sorpresas que reserva el guión bastan para despertar la emoción y el intelecto, ya aletargados. Una maravillosa novela de ciencia ficción, alegórica en temas tan complejamente entrelazados como el colonialismo, la política, la ecología, la guerra y la religión como forma de control y opresión; se traduce a un bien realizado blockbuster comercial que diluye su poder.

Pero eso sí, qué bonito se ve en IMAX.

Duna: Parte 2  ya está en salas de cine. Entra aquí para comprar tus boletos.

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