Crítica de ‘Mi amigo robot’: repuestos no incluidos Crítica de ‘Mi amigo robot’: repuestos no incluidos

Crítica de ‘Mi amigo robot’: repuestos no incluidos

‘Mi amigo robot’ cuenta una historia simple, pero profundamente emotiva a la altura de sus congéneres en el Oscar. Checa la crítica.

Lalo Ortega   |  
7 marzo, 2024 5:30 PM
- Actualizado 15 marzo, 2024 10:19 AM

Hace unos días, con propósito de Duna: Parte 2, trascendió que su director, Denis Villeneuve, expresó su disgusto por la costumbre de recurrir al diálogo en el cine, en detrimento de la imagen y el sonido. Su argumento era una versión más rebuscada del “cine puro” que tanto defendía Hitchcock y que, para el caso de la actual cartelera, es mejor demostrado por Mi amigo robot (Robot Dreams), largometraje de animación nominado al Oscar 2024 que finalmente llega a salas de cine mexicanas este 7 de marzo.

La producción hispano-francesa, basada en la novela gráfica de Sara Varon, fue una de las grandes sorpresas en las nominaciones al Premio de la Academia, y con buena razón. No porque no lo mereciera, sino porque había títulos como Suzume o Wish (de la usualmente reconocida Disney) también estaban como posibles candidatas en una categoría ya bastante complicada.

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Habría que comenzar por decir que Mi amigo robot, dirigida por Pablo Berger (Blancanieves) está más que a la altura de cualquiera de las otras nominadas. Más aún: gracias a su sencillez, es posible que sea la que tiene más corazón de todas ellas.

El mundo es un lugar hermoso… y cruel

El motor de esta historia es la soledad. Perro (o Dog) lleva una vida solitaria en su departamento neoyorquino. Se acompaña a sí mismo zapeando entre canales de televisión, jugando Pong. Se asoma por la ventana y mira, con añoranza, a las parejas y familias en otros hogares.

Un infomercial presenta la luz al final del túnel: en este mundo retrofuturista de los 80, habitado por animales antropomórficos, es posible comprar acompañantes robots. Perro hace precisamente eso y, luego de la ansiosa espera para recibir el paquete, construye pacientemente a su nuevo acompañante.

Perro enseña a Robot todo sobre su mundo. Aprenden a patinar y bailar, a compartir helados y hacer las compras. Sin embargo, luego de un buen día en la playa, Robot sufre una descompostura y no puede levantarse. Perro debe abandonarlo y, al volver por él al día siguiente, se encuentra con que el acceso a la playa estará cerrado por lo que resta del año. A pesar de los mejores intentos de Perro (y vaya que lo intenta), los amigos son obligados a separarse.

Mi amigo robot (Robot Dreams)
La alegría de Mi amigo robot no tarda en ser intervenida por la tragedia cotidiana (Crédito: Cine Caníbal)

A partir de esto, Mi amigo robot narra, primero, los intentos de los amigos por reunirse y estar juntos de nuevo. Pero, conforme el tiempo los obliga a tomar rumbos diferentes, hemos de conocer sus respectivas suertes. La primera lección de la película es que el mundo puede ser un lugar hermoso, pero también cruel. La vida no es amable ni justa por igual con nuestros dos protagonistas.

Es mejor no arruinar los detalles de todo lo que sucede después, en primer lugar, porque es una trama en extremo sencilla: realmente no hay mucho que decir en cuestión de acontecimientos. Y es ahí donde radica el hermoso poder de Mi amigo robot: Berger y su equipo extraen la mayor belleza posible de los acontecimientos más simples y tiernos, mismos que van moldeando las vidas interiores de sus personajes, así como sus inquietudes. Nosotros en el público, mientras tanto, sufrimos con el conocimiento de lo que la vida les depara, y que ellos ignoran mutuamente.

Nada de lo anterior quiere decir que sea una historia que abuse de un sentimentalismo ingenuamente optimista. Al contrario, la película nos enfrenta con las asperezas de un mundo que, más que ser dócil y complaciente, a veces nos arranca de nuestros caminos planeados y nos rompe. Y, cuando eso sucede, no queda más que seguir y volvernos a armar como podamos (porque la vida no viene con instructivo ni repuestos incluidos).

Mi amigo robot: cine puro

Entre las muchas y muy variadas virtudes de Mi amigo robot, hay que destacar su bellísima dirección de arte. Evocando la sencillez del material de origen, Berger y compañía lo llevan más lejos, para crear un mundo completamente formado, detallado y vivo que, sin embargo, hace más con sus sonidos e imágenes que con los diálogos.

Mi amigo robot (Robot Dreams)
Desde su historia hasta su diseño de personajes, Mi amigo robot está pensada para que cualquiera pueda reflejarse en ella (Crédito: Cine Caníbal)

Ninguna palabra es pronunciada en todo el metraje. Todo es dicho por gestos faciales y corporales, movimientos, miradas, colores y algunas expresiones vocales (gritos, gruñidos, silbidos), y una dirección precisa que sabe en qué momentos cortar, cuándo mostrar qué, cuándo usar música, cuándo el silencio y cuándo usar todo para moldear nuestras expectativas. El lenguaje puro de las imágenes.

El gran poder de Mi amigo robot radica en que, a pesar de que sus personajes son animales y máquinas (o quizá precisamente por eso), es fácil para cualquiera relacionarse con ellos. Aunque expresivos en grado justo, también son hojas en blanco que podemos llenar con nuestras experiencias.

No es casual, incluso, que son personajes neutros: sus nombres (en inglés, al menos) no sugieren género alguno, como tampoco lo hacen sus voces y diseños. Su relación es igual de ambigua: podría ser tan romántica como platónica.

En esta ambigüedad, Mi amigo robot se vuelve casi universal: es una historia de amor o amistad como todas las que hemos vivido cualquiera de nosotros. Una universalidad que sólo es perfeccionada por el lenguaje puro de las imágenes y los sonidos. El arma perfecta para llegar a lo más profundo de las emociones.

Mi amigo robot ya está en salas de cine. Entra aquí para comprar boletos.

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