Crítica de ‘Godzilla y Kong’: cine de “monster trucks” Crítica de ‘Godzilla y Kong’: cine de “monster trucks”

Crítica de ‘Godzilla y Kong’: cine de “monster trucks”

‘Godzilla y Kong: el nuevo imperio’ es el equivalente cinematográfico de calorías excesivas sin nutrientes. Checa la crítica a continuación.

Lalo Ortega   |  
28 marzo, 2024 10:00 AM
- Actualizado 5 abril, 2024 9:49 AM

La franquicia del MonsterVerse –cuya nueva entrega, Godzilla y Kong: el nuevo imperio llega a salas de cine este 28 de marzo– tiene una genealogía tan improbable como curiosa. Es la hija americanizada de Godzilla (1954), la metáfora por antonomasia del trauma nuclear de Japón; y de King Kong (1933), una fantasía de aventuras alegórica de la colonización y esclavitud.

Juntas, son dos de las obras fundacionales del cine de monstruos gigantes (o kaijū), que ha devenido en todo tipo de películas. Cada una por su lado, han dado origen a franquicias con múltiples secuelas y reinterpretaciones en remakes. Godzilla lo ha sido todo, desde superhéroe gigante hasta crítica política al desastre nuclear de Fukushima. King Kong ha crecido en tamaño y ha sido reinventado como símbolo del fracaso estadounidense en Vietnam.

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Lo anterior nos habla de las posibilidades expresivas de los monstruos. Son, parafraseando al cineasta mexicano Guillermo del Toro, una encarnación de la vida, sus imperfecciones y horrores, pero también de la posibilidad de redimirnos y seguir adelante.

Es por eso que, con cada entrega, el MonsterVerse se vuelve más decepcionante, vacío. Godzilla y Kong: el nuevo imperio tiene un trabajo impresionante en cuestión de animación digital y efectos especiales, eso no se puede negar. Pero todo el talento en esta megaproducción –cuyo presupuesto se estima en 135 millones de dólares (mdd)– está al servicio de una historia sin alma.

Otra de titanes

Godzilla y Kong continúa con el status quo establecido por su predecesora: después de casi destruirse mutuamente y unir fuerzas para derrotar a Mecha-Godzilla, ambos titanes han dividido territorios. Godzilla es el rey de los monstruos en la superficie, mientras que Kong ha de gobernar en las profundidades de la “Tierra Hueca”, un mundo que existe en las profundidades de nuestro planeta y de donde provienen todas las criaturas gigantes.

No hace falta haber visto la oleada de materiales promocionales de la película para predecir lo que viene. Si hemos de cambiar el “vs.” por “y” en el título, la historia ha de establecer el pretexto para la alianza entre estos titanes. Todo comienza en misterio: Godzilla actúa extraño, y Kong reaparece en la superficie.

Los humanos de la historia (un elenco encabezado por Rebecca Hall, Bryan Tyree Henry y Dan Stevens) deciden investigar, y no tardan en seguir a Kong a la Tierra Hueca para descubrir lo que sucede: existe una pequeña sociedad humana en las profundidades que pide ayuda para enfrentar a Skar, otro simio gigante que vive obsesionado con dominar el planeta, por dentro y por fuera.

Godzilla y Kong
Godzilla y Kong es un desperdicio criminal de talento humano (Crédito: Warner Bros. Pictures)

A partir de aquí, Godzilla y Kong se convierte en un recorrido a través de un mundo generado por computadora. Los considerables talentos de su elenco son puestos al servicio del diálogo expositivo, para explicar lo que, lógicamente, sus titánicos protagonistas no pueden: la complicada –y nada interesante– mitología del MonsterVerse.

Es pura habladuría que, en el mejor de los casos, apreciarán los fans más dedicados de la franquicia. En un claro afán de expandir la franquicia, se introducen conceptos, historias, monstruos nuevos. Pero son momentos dramáticamente más fríos que la nueva era glacial que Skar pretende desatar en la Tierra.

La gran paradoja es que los momentos más emotivos y humanos de Godzilla y Kong son entregados por personajes que no pueden hablar y que, en realidad, ni siquiera existen. Aplausos a los equipos de efectos especiales y animación por la expresividad lograda en Kong y en “Mini-Kong”, que compensan la anemia de emociones en el resto del metraje sin decir una palabra, sólo con sus rostros y cuerpos digitales.

Godzilla y Kong no entiende lo que nos gusta de los monstruos

Se ha dicho hasta el cansancio sobre este tipo de películas: “las verdaderas estrellas son los monstruos”. Es decir, que todo es un pretexto para verlos golpearse en la cara, arrojarse edificios, escupir rayos de energía. Un espectáculo cuya concepción de la devastación es casi pornográfica (¿qué importan unos cuantos cariocas pisoteados? ¡Kong tiene un brazo de metal!).

Hagamos a un lado lo tedioso y gratuito que es todo lo anterior en esta película. El verdadero problema es que el MonsterVerse demuestra su completa falta de comprensión sobre lo que necesita una película de monstruos en verdad grandiosa. No es ver a simios y lagartijas gigantes golpeándose en gravedad cero, sino tener algo que decir sobre la humanidad. Elemento que, dicho sea de paso, no estaba del todo ausente en los capítulos inaugurales de la franquicia, Godzilla (2014) y Kong: La Isla Calavera (2017).

Y es a la sombra de Godzilla Minus One, producción de la japonesa Toho estrenada apenas unos meses atrás (y premiada con el Oscar a Mejores efectos visuales), que Godzilla y Kong luce especialmente patética. Obviemos la abismal diferencia en costos de producción: sin carecer de espectáculo, Minus One es una obra de arte que reflexiona sobre la lucha espiritual de Japón con su pasado beligerante y sus cicatrices nucleares (y se estima que costó menos de 15 mdd).

Godzilla x Kong
Godzilla y Kong no entiende lo que hace especiales a sus monstruos (Crédito: Warner Bros. Pictures)

Sería erróneo afirmar que el Godzilla japonés siempre ha sido así de solemne y meditativo (no lo ha sido), pero también es verdad que el MonsterVerse estadounidense podría explorar ese potencial. Ya lo ha intentado: apenas hace unos meses, también se estrenó en Apple TV+ la serie Monarch, que explora los orígenes de la misteriosa organización que estudia los incidentes con monstruos. Entre otros temas, la serie aborda la dualidad de la identidad de los japoneses estadounidenses, con Godzilla como dispositivo narrativo. Los monstruos, de nuevo, son lo de menos.

¿Necesitamos entretenimiento trivial y sencillo, rebosante de calorías y carente de nutrientes en nuestras vidas? Absolutamente. Pero eso no debería estar peleado con hacer una película con un poquito de alma.

Y en ese sentido, Godzilla y Kong es lo contrario. Es el equivalente a ver una horda de luchadores golpearse por dos horas a bordo de monster trucks, mientras Kiss revienta las bocinas y acompañamos el espectáculo con una hamburguesa triple, desbordada de tocino y bañada en queso.

En ningún sentido es un elogio.

Godzilla y Kong: el nuevo imperio llega a cartelera el 28 de marzo. Compra tus boletos para verla en salas de cine.

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