‘Jurassic World: Dominio’: la larga y triste historia de las malas ideas ‘Jurassic World: Dominio’: la larga y triste historia de las malas ideas

‘Jurassic World: Dominio’: la larga y triste historia de las malas ideas

La sexta película en la saga jurásica, ‘Jurassic World: Dominio’, cierra la historia y pone a los dinosaurios a descansar… por ahora.

Lalo Ortega   |  
30 mayo, 2022 12:00 AM
- Actualizado 13 junio, 2022 2:15 PM

Superficialmente, las películas de Jurassic Park y Jurassic World tratan sobre locos que reviven a los extintos dinosaurios en nuestra era, e inevitablemente provocan una catástrofe humana. En realidad, la saga de ya seis películas es una alegoría de lo que ocurre cuando el poder –científico, económico, militar– se presume superior a las leyes de la naturaleza y abusa de ellas, provocando… pues sí, una catástrofe humana.

La metáfora es más o menos burda según cada película en la franquicia, pero Jurassic World: Dominio (Jurassic World Dominion) –que llega a salas de cine mexicanas el 1 de junio de 2022– la hace el corazón de su relato para, finalmente, poner fin a una hexalogía sobre una sociedad cuya memoria colectiva es pasmosa y absurdamente corta.

Porque, si bien Jurassic Park/World es una de las franquicias cinematográficas más exitosas en el planeta, hay que decir que ha logrado esa distinción a punta de la repetición derivativa que aqueja de manera casi infecciosa a las producciones hollywoodenses contemporáneas: la llamada “secuelitis” crónica con nostalgia comórbida y aparentemente terminal.

La primera World es, en resumidas cuentas, una secuela/reboot de la primera Park, de un modo similar al que su secuela, El reino caído, sigue una narrativa muy similar a El mundo perdido. Y en cada entrega está la humanidad, tropezando con la misma enorme piedra del tamaño de un anquilosaurio.

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Jurassic World: Dominio no es la secuela que rompe con la reiteración de la franquicia. De hecho, sucumbe a varios de los vicios tan abusados por otras franquicias de su tamaño, como la necesidad de forzar cameos y encuentros a costa de cualquier lógica narrativa satisfactoria.

Jurassic World: Dominio
Jurassic World: Dominio está repleta de alusiones a las cinco películas anteriores (Crédito: Universal Pictures)

Sin embargo, por lo menos intenta plantear algunas ideas que hacen eco del momento que atravesamos como sociedad global, rompiendo (sólo un poco) con la repetición de las cinco entregas previas.

Curiosamente, la mayoría de esas ideas son enunciadas por Ian Malcolm, el matemático y teórico del caos interpretado por Jeff Goldblum en cuatro de las seis películas. Es por ello que también resultan irónicas, pues si alguien –en la narrativa o en el público– escuchara lo que el hombre tiene que decir, no estaríamos hablando de lo innecesariamente larga que es esta franquicia.

Jurassic World: Dominio es sólo una larga serie de coincidencias

La historia comienza justo con las consecuencias de la destrucción de Isla Nublar al final de El reino caído: múltiples especies de dinosaurios han escapado al mundo y han comenzado a reproducirse, impactando irreversiblemente la vida diaria en las sociedades humanas.

Sacar a los dinosaurios de la isla es “la peor idea en la larga y triste historia de las malas ideas”, dijo el personaje de Jeff Goldblum alguna vez. Aquí estamos, su augurio cumplido una vez más en la sexta película, pero ahora con dinosaurios estorbando el tráfico, comiendo personas a la intemperie y siendo traficados en el mercado negro para fines bélicos.

Es en este mundo que retomamos las vidas de nuestros protagonistas: Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) lucha como activista para intentar salvar a los dinosaurios del mercado negro. Ella y Owen Grady (Chris Pratt) viven en las remotas montañas para ocultarse y criar juntos a Maisie Lockwood (​​Isabella Sermon), la nieta/ hija clonada de Benjamin Lockwood, que escapó con ellos de las garras del doctor Henry Wu (BD Wong).

En otro lado del globo reaparece la doctora Ellie Sattler (Laura Dern), quien ahora estudia a una extraña especie de langostas enormes que destruyen todo cultivo que se les atraviese, excepto los provenientes de granos creados por la compañía de ingeniería genética BioSyn. Esta última, casualmente, también se ha dado a la tarea de crear un santuario para los dinosaurios.

Jurassic World: Dominio
Humanos y dinosaurios deben coexistir en Jurassic World: Dominio (Crédito: Universal Pictures)

Así, Jurassic World: Dominio pone a sus protagonistas y a los lagartos jurásicos en un conveniente curso de colisión: Ellie recluta a Alan Grant (Sam Neill) para infiltrarse en el santuario de BioSyn (quién sabe bajo cuál lógica, si el hombre es paleontólogo). Claire y Owen, mientras tanto, persiguen a los secuestradores que llevan a Maisie a ese mismo lugar para estudiar su composición genética (Ian Malcolm entrará en la ecuación hasta más tarde).

En resumen, hay dos grupos con dos objetivos: infiltrar BioSyn y obtener pruebas de su complot para dominar el suministro alimentario mundial, y salvar a la niña (en un hilo narrativo que no llevó a absolutamente ningún lado en El reino caído, pero que tiene su recompensa en esta entrega, aunque tampoco contribuye mucho a la trama).

El primer problema con Jurassic World: Dominio es que, en su afán por hacer que la eventual convergencia de personajes tenga sentido, uno de los grupos toma un prolongado rodeo para llegar hasta ese punto.

Mientras que Alan y Ellie pasan buena parte del metraje en BioSyn, la búsqueda de Claire y Owen los lleva primero a Malta, en una secuencia que no hace más que recordarnos a cierto personaje de una entrega previa, añadir a otro nuevo (que satisface la cuota de inclusión de la forma más descaradamente superflua), y desatar una persecución que parece sacada de la saga Bourne, pero con dinosaurios. Es narrativamente inútil pero, también hay que decirlo, es quizá la secuencia más emocionante de toda la película.

El segundo problema es que, en múltiples ocasiones, las cosas en Jurassic World: Dominio simplemente suceden, sin motivación alguna. Objetos clave, vehículos de escape y otros personajes están convenientemente en el lugar y momento indicados en que los protagonistas los necesitan, obviando cualquier lógica narrativa.

Así, cuando llega el momento de que todos los personajes se encuentren (no es un spoiler, literalmente es la promesa sobre la que se construye Jurassic World: Dominio), la satisfacción se reduce a la de un cameo glorificado provocado por la casualidad, y no por una motivación que nos implique como espectadores. Un guión perezoso, pues.

Jurassic World: Dominio
Nostalgia pura… y perezosa (Crédito: Universal Pictures)

Más allá de la persecución en Malta, el paquete incluye más de lo mismo: dinosaurios, tensas escenas de sigilo y persecuciones. Lo que destaca un poco más de Jurassic World: Dominio sobre sus predecesoras, es que pone un mayor foco en las conspiraciones corporativas.

Sin embargo, es en ese hilo narrativo donde la película encuentra su más irónico cinismo.

“Sus científicos estaban tan preocupados por si podían o no, que no se detuvieron a pensar si deberían”

Cuando Michael Crichton escribió la novela original de Parque jurásico, concibió a Ian Malcolm meramente con una función expositiva. Esto es, el propósito de su existencia en el libro era explicar los conceptos científicos y tecnológicos de la trama para la comprensión de la audiencia.

Esto está bastante lejos del carismático matemático que sería inmortalizado después por Jeff Goldblum, convirtiéndolo en un integrante icónico del trío completado por Sam Neill y Laura Dern. A lo largo de toda la saga, Malcolm ha funcionado como una de las pocas voces razonables que, inútilmente, intentan detener la catástrofe que inevitablemente será desatada por la arrogancia e inmoralidad humana.

Jurassic World: Dominio preserva ese rol para él, en una trama que tiene burdas connotaciones alegóricas sobre el rol de la intervención humana –particularmente por medio de las megacorporaciones– en la creación de las crisis climáticas y alimentarias que vienen.

Jurassic World: Dominio
Otra escena de tensión, pero con un dinosaurio más grande (Crédito: Universal Pictures)

A lo largo de la saga, la resurrección de los dinosaurios es pintada una y otra vez como el presunto dominio absoluto de la especie humana sobre las leyes naturales. Es el “poder genético” al que le siguen cuestionables aplicaciones militares, comerciales y otros asuntos turbios.

En Jurassic World: Dominio, pues, los dinosaurios y las langostas mutantes son un sustituto del cambio climático provocado por el corporativismo desmedido. La propia BioSyn intenta blanquear su imagen al mostrar a su CEO, el Dr. Lewis Dodgson (Campbell Scott caracterizado como un remedo de Tim Cook), explicando las aplicaciones médicas beneficiosas de sus investigaciones.

Entonces volvemos a Ian Malcolm, para quien la verdad es evidente. En un sermón, explica a jóvenes investigadores que el destino del planeta está en sus manos, y que deben ser críticos en su toma de decisiones cruciales. “Para instigar cambios revolucionarios, hay que cambiar la conciencia humana”, dice, acuñando una nueva frase memorable.

La sentencia traza el arco narrativo de Malcolm para el resto de la película, y su pensamiento es el catalizador para varios de los acontecimientos. Pero se queda en eso: un catalizador. El personaje, centro racional de seis largometrajes, sugiere críticas al corporativismo, pero lo que dice sólo es utilizado como pretexto para, irónicamente, limitarse a satisfacer el corporativismo.

Jurassic World: Dominio es el perfecto ejemplo de un producto hollywoodense descaradamente cínico: nos deslumbra con diálogos que insinúan grandes ideas, pero sólo están ahí para intentar ocultar su pereza narrativa. Todo en ella es repetición de lo ya visto en cinco películas. Su gran promesa es reunir a sus protagonistas como pretexto para disparar el consumo semanal de palomitas.

Jurassic World: Dominio
Una escena de peligro bajo un vehículo volteado. ¿Dónde hemos visto esto antes? (Crédito: Universal Pictures)

Y vamos, tampoco se trata de pretender que un blockbuster de verano deba ser una elevadísima obra de arte (aunque sostendré hasta el cansancio que el entretenimiento no tiene por qué ir peleado con una propuesta narrativa sólida o mínimamente ambiciosa).

Pero si una franquicia ya fue estirada hasta el agotamiento, ¿no valdría la pena abrazar el más pequeño destello de inspiración para no contarnos de nuevo la misma historia de siempre? O en la preproducción han de haber pensado: “¿para qué proponer algo remotamente interesante, si basta con poner a Chris Pratt junto a Sam Neill para hacer buena taquilla?”. Es la misma condescendencia hacia el público que mantiene a la industria hollywoodense en la complacencia de su propia bancarrota creativa.

Volviendo al paralelo con Malcolm, quizá no sea trabajo de un blockbuster “cambiar conciencias para instigar un cambio revolucionario” (¿podemos realmente achacarle eso a una película de escapismo puro?). Pero al menos me gustaría no sentirme estafado cuando empiecen los créditos finales. Como público, una mayor exigencia por mejores historias sí que podría cambiar la conciencia de quienes se conforman con hacer taquilla bajo la ley del mínimo esfuerzo.

Puede que sea una esperanza fútil, pues el productor Frank Marshall ya amenaza con “una nueva era para la franquicia. “La vida encuentra el camino”, sin duda. A ver hasta dónde da la larga y triste historia de las malas ideas.

Jurassic World: Dominio se estrena en salas de cine mexicanas el 1 de junio. Si quieres saber más de la película, ver el tráiler o comprar boletos, entra a este enlace.