El problema con ‘Licorice Pizza’ El problema con ‘Licorice Pizza’

El problema con ‘Licorice Pizza’

Dirigida por Paul Thomas Anderson, ‘Licorice Pizza’ es una oda al Valle de San Fernando de la década de los 70, pero también idealiza una relación problemática.

Lalo Ortega   |  
24 febrero, 2022 7:00 AM
- Actualizado 7 marzo, 2022 5:26 PM

Para su noveno largometraje, Licorice Pizza, el director Paul Thomas Anderson se inspiró parcialmente en las experiencias de su amigo, el productor Gary Goetzman, quien fue un niño actor. En su adolescencia, Goetzman también creó una empresa de camas de agua durante la década de 1970.

Esa es, hasta cierto punto, la trayectoria de uno de los protagonistas de la película: en el Valle de San Fernando, durante 1973, Gary Valentine (interpretado por Cooper Hoffman, hijo de Philip Seymour Hoffman, colaborador y amigo del cineasta) es un niño actor que, llegado a sus 15 años, ya no está encontrando muchos papeles de niño, así que decide crear una tienda de (adivinaste) camas de agua. El negocio de la película incluso comparte nombre con el que Goetzman creó en la realidad: Fat Bernie’s.

No sería la primera vez que Paul Thomas Anderson nos lleva de vuelta a la década de 1970, pues notablemente, es el mismo escenario de Vicio propio y de su ya clásica Boogie Nights: juegos de placer.

Pero sí es la primera vez que lo hace a través de una lente más abiertamente nostálgica: Licorice Pizza es una comedia iniciática (o coming-of-age) que exuda el mismo espíritu de Locura de verano (American Graffiti), de George Lucas; y Aquel excitante curso (Fast Times at Ridgemont High), de Amy Heckerling, ambas citadas por Anderson como sus principales influencias.

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Para el título, el cineasta tomó prestado el nombre de una antigua tienda de discos de California. “Si hay dos palabras que me provocan una respuesta pavloviana y me traen recuerdos de ser un niño corriendo por ahí, son ‘licorice’ y ‘pizza’”, dijo el director en entrevista con Los Angeles Times.

En otras palabras, Anderson nos presenta su oda a una época por la que está evidentemente fascinado, sino es que enamorado (nació en 1970, así que vivió buena parte de su infancia en dicha época). La película reconstruye nostálgicamente el Valle de San Fernando de aquel tiempo, desde las casas suburbanas hasta la crisis del petróleo de 1973.

Licorice Pizza
Cooper Hoffman y Alana Haim, la pareja protagónica en los nostálgicos 70 de Licorice Pizza (Crédito: Universal Pictures)

Sin embargo, hay otro hilo conductor para la narrativa de Licorice Pizza, que es el romántico: durante el año en el que transcurre la trama, Gary conoce a Alana (la música Alana Haim, en su debut actoral) y ambos desarrollan una amistad que coquetea con convertirse en algo más. Sería algo tierno e inocente, si no fuera porque él es un adolescente de 15 años, y ella, una mujer de 25.

Tanto este hecho, como la forma en que Anderson lo representa en pantalla, supone no sólo una anomalía tonal con el resto de su filmografía, sino con la forma en que ha retratado a personajes problemáticos en algunas de sus películas anteriores.

Los monstruos de Paul Thomas Anderson

Aunque puede ser una generalización que escapa a los matices de los complejos personajes que habitan sus películas, podríamos hablar del cine de Anderson como uno protagonizado por monstruos. No la clase de seres sobrenaturales que simbolizan la oscuridad y decadencia humanas, sino personas reales que las encarnan.

Por citar sólo algunos ejemplos, su filmografía nos ha dado historias de jóvenes de familias disfuncionales, atrapados en la espiral de la Edad de oro del porno (Boogie Nights: juegos de placer). También hay hombres con cáncer terminal, niños actores frustrados en la adultez y víctimas de violación (Magnolia); buscadores de petróleo consumidos por la ambición (Petróleo sangriento), además de hombres violentos y líderes de sectas turbias (The Master: Todo hombre necesita un guía).

Dicho de otro modo, son personajes que pueden llegar a ser bastante desagradables, pero Anderson nunca los presenta de manera simplista como personajes inherentemente siniestros (o no a todos, al menos), sino como seres humanos falibles. Son hombres y mujeres atrapados y moldeados por sus vicios, sus traumas y sus frustraciones, aunque no necesariamente sus actos son presentados como justificables.

En Licorice Pizza, estos personajes sí existen, pero en su mayoría, cumplen roles incidentales. Está, por ejemplo, Lucy Doolittle (Christine Ebersole), una influyente actriz inspirada en Lucille Ball, que no duda en golpear a Gary cuando éste le da un almohadazo como broma durante una presentación televisiva, hiriendo su ego.

También están Joel Wachs (Benny Safdie), un político obsesionado con su carrera, al grado de hacer a un lado a su amante; el egocéntrico actor Jack Holden (Sean Penn), inspirado en William Holden; y Jon Peters (Bradley Cooper), un excéntrico productor que amenaza con violencia a Gary y sus amigos si dañan su casa mientras le instalan una cama de agua.

Licorice Pizza
Alana sale a cenar con el egocéntrico y mucho mayor Jack Holden (Crédito: Universal Pictures)

Gary y Alana no son totalmente ajenos a esta caracterización compleja y de matices grises. Él, alto y fornido a los 15 años, ya no encaja en los papeles infantiles a los que está tan acostumbrado, así que pone su carisma nato al servicio de las ventas, a veces, olvidando lo escrúpulos.

Ella, frustrada por un trabajo mundano y sin futuro al inicio de la historia, sueña con poder salir del Valle de San Fernando, lo que la atrae a los negocios de Gary, al grado de que pasar la mayor parte de su tiempo con él y sus amigos, casi como revirtiendo a su edad adolescente.

Durante el desarrollo de la trama, incluso llegan a ser crueles el uno con el otro. Ambos, pues, son falibles, imperfectos, como muchos de los otros personajes que hacen tan fascinantes a las películas de Paul Thomas Anderson. Pero, paradójicamente, entre sus actos moralmente cuestionables, el peor de todos es idealizado por la película: el floreciente romance entre una mujer adulta y un menor de edad.

El elefante en la habitación de Licorice Pizza

En 2021, mientras presentaba Licorice Pizza en un panel junto a Alana Haim, Anderson habló sobre lo que inspiró el elemento romántico de la narrativa:

“Hace unos 20 años, estaba caminando por mi vecindario, y debe haber sido por octubre, porque era día de fotografías en una secundaria. Y vi a un chico molestando a una mujer que trabajaba con la empresa que tomaba las fotografías. Se quedó en mi cerebro y dije ‘hay buena dinámica ahí, esa es una buena historia’ ¿Qué pasaría si, contra todo mejor juicio, esa mujer aceptara su invitación para cenar?”.

Claramente, Anderson no se cuestiona mucho las implicaciones del asunto, y la película rara vez lo hace (“¿es raro que pase todo el tiempo con Gary y sus amigos?”, pregunta casualmente Alana a una amiga, y el tema no vuelve a tocarse después). Extrañamente, la prensa y la crítica (o por lo menos, lo que ha alcanzado a leer quien escribe) tampoco se lo han planteado mucho.

Licorice Pizza
El momento en el que Alana y Gary se conocen al inicio de Licorice Pizza (Crédito: Universal Pictures)

El desarrollo de la premisa es cuestionable, obviamente, tanto en la pantalla como en la realidad en que sucedió y en la que, probablemente, aún sucede. Bien dicen que la materia del cine es la realidad que representa, pero esto nos trae otros problemas. Que algo sea presentado en una película, sobre todo de manera idealizada, no lo justifica (“¡Pero eran otros tiempos!”, sería la excusa por reflejo) ni quiere decir que esté bien.

¿Esto quiere decir que no deberíamos ver Licorice Pizza? En esta particular opinión: para nada. Por el contrario, hay mucho que ver y disfrutar en ella, pero no debe hacerse de manera pasiva. Por el contrario, es una buena oportunidad para cuestionar y reflexionar sobre lo que vemos.

Porque la excusa de que “eran otros tiempos” nos abre la puerta para pensar en todo lo que se consideraba aceptable antes, y que definitivamente no lo es ahora. ¿Recuerdan cuando Andrew Lincoln apareció en la puerta de una recién casada Keira Knightley para declararle su amor con letreros, y al mundo le parecía romántico? Qué tiempos tan extraños (y eso fue hace menos de 20 años).

También se dice que el cine tiene un poder cultural inigualable, y si bien es algo que no se puede negar, quizá tengamos que evaluar el poder que le otorgamos para moldear nuestras perspectivas para la vida. No por nada, existen estudios científicos sobre el daño que provocan las comedias románticas en las expectativas para las relaciones de pareja.

En otras palabras: ¿la relación que retrata Licorice Pizza es cuestionable? Sí, y debería serlo bajo toda óptica. ¿Debería tomarse como un modelo a seguir? Cualquier persona con criterio diría que no.

Lo que hace tan atractivo el caso de Gary y Alana, es que transgrede un tabú con el que muchos de nosotros probablemente nos vimos enfrentados. Quizá no necesariamente fue un amor de adolescencia por una persona adulta, pero hay de todo: atracción por personas casadas, por colegas de trabajo de mayor o menor edad, amigos de los cónyuges, y otras clases de romances de tonos grises. Lo que Licorice Pizza ofrece es catarsis por algo que no pudo ser (y muy probablemente jamás debió ser).

Licorice Pizza
“¿Es raro que pase todo el tiempo con Gary y sus amigos?” (Crédito: Universal Pictures)

Así que –y quizá no debería decirse– ver esta película debe tomarse como una fantasía, y no como una inspiración. El cine, y toda obra de arte en general, recorre sólo parte de su camino con lo que el artista pretenda para ella. El resto, es lo que nosotros hagamos con ella.

Con ello en mente, probablemente podamos cuestionar otras cosas sobre la cultura que le ha dado origen. ¿Debería un artista evitar estas temáticas? ¿Consideraríamos una relación así igual de aceptable, si fuera entre un hombre adulto y una chica adolescente? ¿Por qué lo pensamos así?

Incluso si no es la intención de Anderson sembrar estas preguntas en nosotros, Licorice Pizza da pie (como debe hacer una buena obra de arte) para incomodarnos y pensar en esas cosas. Las respuestas estarán en nosotros.

Licorice Pizza ya está en salas de cine mexicanas. Si quieres saber más sobre la película, ver el tráiler y comprar boletos, entra a este enlace.