Crítica de ‘Araña sagrada’: la violencia se muerde la cola

En los minutos iniciales de Araña sagrada –en salas de cine mexicanas desde este 27 de abril–, somos testigos de la brutalidad impasible de su antagonista y de la profunda vulnerabilidad de sus víctimas.

Seguimos los pasos de una prostituta, aparentemente madre soltera, durante una noche de trabajo en la ciudad sagrada de Mashhad, Irán, durante el año 2001. Brutalizada por su primer cliente, la mujer decide drogarse para continuar con el siguiente. Se sube con otro hombre a una motocicleta y lo acompaña a su departamento, donde él la golpea sin piedad, la somete y la asfixia hasta arrancarle la vida.

Más tarde, aparece en la historia nuestra protagonista, Arezoo Rahimi (Zar Amir Ebrahimi, premiada en Cannes 2022 como Mejor actriz), una periodista que viaja desde Teherán a Mashhad para investigar el asesinato que, como veremos pronto, es uno más en una larga serie de feminicidios en la misma ciudad bajo un modus operandi idéntico.

Sin embargo, Rahimi no tarda en encontrar un obstáculo tras otro. Además de verse obligada a portar hiyab en todo momento, es enfrentada con misoginia cultural: su profesionalismo es puesto en duda por rumores de una supuesta reputación promiscua. Sus indagaciones son ridiculizadas por autoridades judiciales y religiosas, y pronto se percata de que no hay un interés genuino de su parte por investigar asesinatos de prostitutas. En una ciudad en extremo conservadora, el problema es una solución.

A pesar de que la trama sigue la búsqueda por el asesino, Araña sagrada no es un thriller criminal convencional en el tenor de, digamos, Se7en de David Fincher. En un giro muy temprano en los primeros minutos del metraje –uno que incluso me sorprendió–, la identidad del homicida es revelada: Saeed Hanaei (Mehdi Bajestani), obrero constructor, esposo, padre de familia y devoto musulmán que ha jurado limpiar las calles de mujeres “impuras” y “corruptas” en nombre de su dios.

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El sistema machista es el enemigo

Con esta revelación inicial, el director y coguionsta Ali Abbasi (Border: criaturas fronterizas) debe dirigir la tensión narrativa hacia otro lado. Ya no es una cuestión de si se descubrirá la identidad del asesino, sino de cuándo. Y de cuánto habrá tenido que atravesar Rahimi –y cuántas mujeres tendrán que haber muerto– para llegar a ese momento.

Abbasi, que se inspira en la historia verdadera del asesino serial de prostitutas apodado como “la Araña”, no está tan interesado en la fidelidad histórica ni en la persecución criminal.

Al contar las historias paralelas de Saeed y de Rahimi –esta última un personaje ficticio creado para la película–, el director busca representar al sistema misógino cuyas trampas sistémicas vulneran y violentan a sus mujeres (se nos presenta el argumento de que no venderían sus cuerpos si no fuesen tan pobres) y que, al mismo tiempo, es el caldo de cultivo perfecto para estos hombres monstruosos, mártires violentos en busca de una causa.

Araña sagrada no sólo recrea los hechos alrededor de los asesinatos, sino también de la creación del documental para televisión And Along Came a Spider de 2004. Testimonios de familiares del homicida, de las víctimas y de miembros de la comunidad, grabados después de su captura, revelan una sociedad abiertamente misógina, que condena a las prostitutas y aplaude el “trabajo” de Saeed Hanaei.

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Uno de los más escalofriantes es el de Ali, el único hijo hombre de Saeed. Su posición en la película cierra el hilo temático crucial en la película de Abbasi.

El ciclo inicia de nuevo

Tanto en el mencionado documental como en Araña sagrada –y muy a pesar del ya conocido desenlace para Saeed Hanaei–, resulta devastador ver a un niño, entre sonrisas, decir que su comunidad le ha pedido continuar con el legado de un padre feminicida.

Abbasi nos confronta así con la complejidad de un sistema social misógino, haciéndonos dudar de la justicia hasta el último segundo, cuando hemos visto cómo una cultura misma oprime sistemáticamente a las mujeres que no encajan en un conjunto de creencias arcaicas. La comunidad juega un rol en esa perpetuación, como lo hacen la religión, las leyes y los medios.

Cabe preguntarnos, como lo hacía Sontag, si la representación brutal de tales crímenes en la película no genera una contradicción (en relación a la guerra en Ante el dolor de los demás, la ensayista planteaba que, si bien las imágenes violentas pueden servir para “vivificar” la condena a esa misma violencia, también pueden convertir en cosa a sus víctimas).

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Araña sagrada nos confronta con una deshumanización de las mujeres que, en palabras del propio Abbasi, “no es exclusiva de Irán, sino que puede encontrarse, en distintas variaciones, en cada esquina del mundo”.

El director emite una evidente condena a un sector de la sociedad que vio como héroe a un asesino. Pero hace falta, también, cuestionar el poder de las representaciones de la violencia en pantalla dentro de esa perpetuación. ¿Era necesario recrear tantas veces su brutalidad hacia las víctimas para reprobarla?

Una representación de la violencia que acaba cerrando el círculo, mordiéndose la cola. Para pensar sobre nuestra relación con ella mientras este niño, orgulloso de su padre asesino, parece condenado a repetir el ciclo.

¿De qué trata Araña sagrada?

Checa la sinopsis oficial de la distribuidora Cine Caníbal:

“Una periodista de Teherán se sumerge en los barrios más peligrosos de la ciudad de Mashhad para investigar una serie de asesinatos. Pronto se dará cuenta que los crímenes son obra de un solo hombre con el propósito de purificar a la ciudad de sus pecados. Basada en hechos reales”.

Checa el tráiler de Araña sagrada

Araña sagrada ya está en salas de cine. Para saber más de la película y comprar boletos, entra aquí.