Crítica de ‘Dogman’: Luc Besson entre lo brillante y lo ridículo

Hay quienes lo disfrutan y otros que lo odian, pero el cineasta francés Luc Besson no tiene un estilo fácil de apreciar. Aunque tiene algunas películas más serias como guionista, al director le gusta lo absurdo. Ya contó la historia de una niña fascinada por un asesino (Perfecto asesino), la de una mujer con un cerebro superpoderoso (Lucy), y las aberraciones de El quinto elemento. Ahora, sube un escalón más en el camp con Dogman, estreno de este jueves 4 de enero.

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Dirigida y escrita por Besson, que realiza su primera película después de ser declarado inocente de una acusación de violación, Dogman cuenta la historia de Douglas (Caleb Landry Jones), un joven que nunca tuvo amigos y fue constantemente maltratado por su padre y su hermano mayor. La única compañía que encontró fue la de los perros que su padre criaba y que luego pasaron a ser propiedad del joven, quien, víctima de violencia, tiene severas dificultades para caminar.

En este contexto, Besson sigue dos líneas de guion. Por un lado, está el drama profundamente humano de Douglas. Después de todo, es un joven absolutamente incomprendido. Es discapacitado, solitario y drag queen. Nadie lo entiende realmente, excepto por una chica del orfanato, ni ha intentado acercarse amistosamente a este protagonista tan inconstante. La vida con los perros lo ha convertido en una persona apartada de la sociedad.

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Por otro lado, mientras investiga y profundiza en este personaje, Besson también juega con las consecuencias en el mundo real, recordando un poco la violencia sucia y urbana. Douglas no solo entrena a sus animales. La sensación que queda en escena es que puede comunicarse directamente con los perros. Pide una bolsa de harina y el perro, inmediatamente, la entrega en la mano del protagonista.

Es ridículo, absurdo, cursi. Por momentos, recuerda a cualquier película sobre perros inteligentes que pasaban en la tele y que, en última instancia, incluso pueden hablar. Aquí, los perros de Douglas no articulan palabras, pero hacen las cosas más increíbles. Un espectador desprevenido podría pensar que la película se está burlando de él, y tal vez Besson realmente se esté riendo del público, pero esa es la esencia de su cine. Entre el drama humano y lo ridículo.

Dogman, una película sin miedo al ridículo

Después de todo, al francés le gusta examinar lo absurdo del ser humano. ¿Quién piensa que Búsqueda implacable, escrita por Besson, es una película arraigada en la realidad? La seriedad de Liam Neeson puede aplicar dosis de realismo, pero es absurda.

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En Dogman, al igual que en casi todas sus otras películas, Besson analiza el mundo, piensa en extremos y luego mezcla eso en un espectáculo colorido e increíble. Besson utiliza el cine para estirar los límites, por más toscos que sean, y divertirse con ello, explorando lo que hay en cada uno de nosotros. Son los incomprendidos en un mundo increíble.

Dogman, a partir de este personaje que, en ocasiones, coquetea con la personalidad del Guasón, analiza la relación de los hombres con los perros. Sin hacer juicios sobre sus personajes, crea una ópera bufa que escapa de la monotonía del cine actual. No es una película para todos, ya que muchos pueden sentirse ofendidos por la falta de seriedad en la trama. Pero aquellos que logren embarcarse en la aventura, sin embargo, encontrarán un cóctel de emociones típico de Besson, en su película más inventiva desde Lucy, finalmente, después de una serie de tropiezos.

Dogman, de Luc Besson, llega a salas de cine este 4 de enero. Entra aquí para comprar tus boletos.

Publicado primero en la edición brasileña de Filmelier News.