Crítica de 'Ferrari': dos objetos en el espacio y tiempo
Con una sólida dirección, Michael Mann entrega en ‘Ferrari’ la historia de un hombre y su obsesión de control. Checa la crítica.
“Dos objetos no pueden ocupar el mismo lugar en el mismo momento en el tiempo”, dice Enzo Ferrari (Adam Driver) en un punto de la biopic con su nombre, que llega a salas de cine mexicanas este 22 de febrero. Más que una ley de la física –enunciada en el contexto de una carrera de autos–, es la tesis emocional y moral entera de la película de Michael Mann (con guión de Troy Kennedy Martin, basado en la biografía escrita por Brock Yates).
Es 1957, y la vida personal de Ferrari está definida por la duplicidad. Intenta brindar una imagen de solidez para la compañía automotriz –que fundó junto a su esposa, Laura (Penélope Cruz)– mientras prepara a su equipo para Mille Miglia. En privado, ambos aún lloran la muerte de su hijo, Dino, un año atrás.
La pérdida ha dañado su matrimonio y Enzo, en secreto, tiene un segundo hijo ilegítimo, Piero, con Lina Lardi (Shailene Woodley). Su amante pide que reconozca al niño con su apellido para su confirmación. Pero el “commendatore” no puede hacer público su secreto, o al menos no aún: para salvar la compañía de la bancarrota necesita atraer inversión a Ferrari, pero no puede negociar sin la autorización de su socia igualitaria, su esposa.
Ferrari: más humano que máquina
La reciente popularidad de películas del mundo del automovilismo deportivo, como Contra lo imposible o Lamborghini, podría sugerir que Ferrari es una biopic del mismo corte, con un protagonismo equilibrado entre seres humanos y bellas carrocerías.
Sin embargo, sin siquiera haber terminado el primer acto, queda claro que ese no es el caso aquí. Eso, incluso si la fotografía de Erik Messerschmidt (Mank, El asesino) destaca la belleza de las máquinas en cada segundo que aparecen en pantalla. El montaje, a cargo de Pietro Scalia (colaborador frecuente de Ridley Scott) logra el balance perfecto de exposición y ritmo, con lo que genera una tensión apasionante en el clímax de la Mille Miglia.
Pero esta es, antes que cualquier cosa, una historia sobre un hombre que ha de renegar de las mismísimas leyes de la física en su obsesión por mantener el control. La gran maldición de Enzo es esa, que dos objetos no pueden ocupar el mismo lugar en el mismo momento en el tiempo.
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Es verdad para dos bólidos al mismo tiempo en una peligrosa recta. Pero también lo es para los deberes de un matrimonio en ruinas, frente a los secretos de un amor ilegítimo. Lo es para los fantasmas de la culpa y el resentimiento ante el deseo de un futuro. Lo es para la imagen de rectitud ante la hipocresía privada. Y lo es, sobre todo, para la vida y la muerte.
En esas circunstancias, todo está condenado a un fatídico desastre, tarde o temprano. Y es imposible dejar de mirar cuando, en efecto, estas parejas de objetos intentan ocupar el mismo lugar en el espacio.
Mamma mia
Michael Mann entrega un trabajo que se vuelve apasionante incluso para quienes no somos fanáticos del automovilismo (me incluyo). El corazón de Ferrari no está ahí, sino en las profundas contradicciones humanas de sus personajes. Se puede ser un desgraciado y necesitar compasión al mismo tiempo (¿o será que se es un desgraciado porque no hubo compasión?).
Pero hay que hablar de una sola queja, pequeña pero significativa. Driver y Cruz dotan a sus personajes de matices y complejidades como sólo pueden dos actores de su calibre (la española, en particular, es monumental en esta película). Son cautivadores, fascinantes… hasta que llegan los acentos italianos.
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Aunque nunca alcanza los niveles de ridiculez vistos en La casa Gucci (también protagonizada por Driver) el trabajo con los acentos en Ferrari es irregular en el mejor de los casos (algunos miembros del elenco logran un trabajo sólido, mientras que otros son inconsistentes).
Es un detalle menor, pero importante, dado que sustrae del impacto emocional logrado por otros elementos impecables de la producción. Aunque las implicaciones económicas de trabajar con estrellas internacionales son comprensibles, quizá sea mejor optar por actores italianos para una historia así. Eso, o actores más receptivos a la técnica vocal.
Ferrari llega a salas de cine el 22 de febrero. Entra aquí para comprar tus boletos.
Lalo Ortega es crítico de cine. Ha escrito para publicaciones como EMPIRE en español, Cine PREMIERE, La Estatuilla y más. Actualmente es editor en jefe de Filmelier.
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