Crítica de ‘Gol gana’: ¿anti-‘Karate Kid’? Crítica de ‘Gol gana’: ¿anti-‘Karate Kid’?

Crítica de ‘Gol gana’: ¿anti-‘Karate Kid’?

Con ‘Gol gana’, el director Taika Waititi retoma una historia verídica sobre perseverancia y esperanza, con matices problemáticos. Checa la crítica.

Lalo Ortega   |  
14 diciembre, 2023 10:59 PM
- Actualizado 31 diciembre, 2023 11:08 AM

¿Hasta dónde es válido estirar la verdad al servicio del drama o el entretenimiento en la ficción histórica? Pregunta recurrente a la sombra de la reciente épica histórica dirigida por un cineasta consagrado, sobre cierto emperador francés. Aunque el director neozelandés Taika Waititi (Jojo Rabbit) apuesta por algo más pequeño y humorístico con Gol gana (Next Goal Wins), la pregunta sigue siendo válida.

“Tuve que estirar la verdad”, dijo Waititi en el pasado Festival de Toronto al presentar su comedia, que llega a salas de cine mexicanas el 28 de diciembre. Y añadió después: “¡Nunca dejes que la verdad estorbe en el camino a una buena historia!”.

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Ficcionar ha de tener, cuando menos, objetivos de entretenimiento, si no es que estéticos y didácticos. Con Gol gana –que toma su tema y título prestado del documental homónimo de 2014–, Waititi parece apuntar en las tres direcciones, en diferentes proporciones, y no sin ciertas problemáticas en su tratamiento de los hechos.

Revirtiendo roles

En términos amplios, la película de Waititi se inspira en la historia del entrenador Thomas Rongen, quien se volvió director técnico de la selección nacional de fútbol de Samoa Americana después de su infame derrota ante Australia en 2001, con un marcador de 31-0 (el récord para la peor diferencia de goles en un partido internacional).

En Gol gana, Michael Fassbender interpreta a Rongen como un cascarrabias con problemas de alcohol, que acepta el trabajo como entrenador de Samoa Americana porque no tiene otra opción: ha sido despedido por la Major League Soccer de Estados Unidos, poco después de separarse de su esposa, Gail (Elisabeth Moss), que también forma parte de la mesa directiva.

El protagonista, pues, está contra las cuerdas después del momento más humillante de su vida. Rongen, como su nuevo equipo, ha tocado fondo. Sin embargo, acepta el trabajo a regañadientes, casi con condescendencia hacia jugadores que considera incompetentes. Su difícil adaptación a la pequeña y precaria sociedad de Samoa Americana no facilita las cosas.

Gol gana de Taika Waititi
Al comienzo de Gol gana, la adaptación de Rongen a Samoa Americana no es sencilla (Crédito: 20th Century Pictures)

Como tantas otras películas deportivas, el viaje de los personajes en Gol gana es hacia una redención. En el caso del equipo, redimirse está en anotar un único gol que, al parecer, no han logrado en toda su historia. En el de Rongen, está en encontrar una paz con su entorno y consigo mismo.

En este viaje, Waititi echa mano de referencias a varios clásicos cinematográficos, pero más a Karate Kid que a ninguna otra película. Más allá de la icónica pose de la grulla o de menciones de “pulir, encerar”, estas alusiones tienen otro nivel de lectura.

Porque más allá de su condición como clásico del cine ochentero, una crítica común –y comprensible– a Karate Kid es el exotismo con el que retrata a la cultura japonesa. La historia de Daniel-san (Ralph Macchio) y el señor Miyagi (Pat Morita) es la del chico debilucho que es iluminado por el místico extranjero, quien es representado desde el lugar común y el estereotipo de una mirada extranjera, y contribuye al objetivo de autorrealización individual de su pupilo.

Waititi, cineasta de ascendencia maorí, revierte los roles. Su protagonista –occidental, blanco, europeo– aterriza en una cultura extraña que no conoce ni entiende, pero cuyas enseñanzas lo conducen a cuestionar sus conceptos de felicidad y éxito que, en en la sociedad de la que proviene, son expresados en la victoria, la dominación, la reputación y el ego, más que en la formación de una comunidad o en la alegría.

¿Será esa una “buena historia”, en términos de Waititi? Quizá. El director y coguionista apunta a divertir, inspirar y presentarnos otro concepto de felicidad distinto al estándar occidental. Sin embargo, las licencias creativas que se toma pueden resultar problemáticas.

Gol gana y los zapatos de Scarlett Johansson

La primera escena de Gol gana cuenta con el propio Waititi, en el rol del sacerdote local que funge como narrador. De inmediato se admite autoconsciente del acto de ficcionar: la historia, afirma, contará con algunos embellecimientos. En teoría, y a final de cuentas, dichos embellecimientos han de cumplir un fin dramático: no hay tensión si no hay obstáculos.

Hay que decirlo, Gol gana se toma bastantes libertades en ese sentido, lo cual no es algo cuestionable en sí mismo. Las que sí son cuestionables, son las decisiones que toma para hacer su narrativa entretenida.

El problema no es que el director opte por un humor casi pueril, o que ridiculice por momentos el estilo de vida de Samoa Americana –recurso que, como él mismo ha argumentado en entrevistas, es para burlarse de su propia cultura. Teniendo en cuenta lo anterior, las situaciones inverosímiles en que se encuentran sus personajes resultan hasta divertidas.

Sin embargo, el director adopta un tratamiento problemático de un aspecto específico de los acontecimientos, y uno simplemente perezoso con la revelación de información. El primero es la relación de Rongen con Jaiyah Saelua (Kaimana), jugadora del género faʻafafine de Samoa Americana, y primera mujer trans en la historia que compite en un partido de eliminatoria de la FIFA. El segundo es la explicación de la tragedia personal de Rongen.

Gol gana de Taika Waititi
La decisión de cambiar la relación entre Rongen y Jaiyah en Gol gana es cuestionable (Crédito: 20th Century Pictures)

Gol gana representa la relación entre Rongen y Jaiyah como confrontativa, algo que no sucedió en la realidad. Aunque las cosas eventualmente mejoran entre ellos en la película, ella es en principio reducida al mismo tratamiento indignante que los otros jugadores por parte de Rongen. Queda reducida, pues, a mero blanco de los chistes.

Es una decisión cuestionable, primero, si consideramos lo anticuado que se siente en pleno 2023. Se percibe como un humor extraído de comedias de los años 90 –o sea, de hace 30 años o más–. Y lo segundo es que, enmarcado por la forma en que se retrata a la cultura de Samoa Americana, el asunto acaba pasando, paradójicamente, como exotismo.

Por otro lado, está la tendencia de Waititi por dosificar información de una forma tal que, cuando finalmente se revela por completo, acaba dando un giro de 180 grados en el tono de la película. Sucedió en Jojo Rabbit cuando, por medio de un vistazo repentino a los zapatos de su cadáver colgado, la comedia antinazi nos revela la muerte del personaje de Scarlett Johansson.

Gol gana toma una vía similar al explicar, de forma repentina en pleno clímax, el conflicto interno por el que Rongen ha adoptado su actitud hacia el mundo. Aunque basada en la verdad, la revelación acaba por sentirse como una resolución perezosa que, además, tiene por objetivo hacernos simpatizar con un personaje que ha pasado todo el metraje minimizando a otros.

Para los seguidores de Waititi y su humor, Gol gana les brindará un rato fenomenal. Para el público general, igual… si no lo pensamos demasiado. Hacerlo simplemente revela licencias creativas desidiosas y negligentes hacia la sociedad que pretende retratar bajo una luz favorable.

Gol gana llega a salas de cine el 28 de diciembre.

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