Crítica de ‘La maravillosa historia de Henry Sugar’: verdades en el artificio Crítica de ‘La maravillosa historia de Henry Sugar’: verdades en el artificio

Crítica de ‘La maravillosa historia de Henry Sugar’: verdades en el artificio

En ‘La maravillosa historia de Henry Sugar’, su cortometraje para Netflix, Wes Anderson se regocija en su estilo. Checa la crítica.

Lalo Ortega   |  
28 septiembre, 2023 12:47 PM
- Actualizado 5 octubre, 2023 1:06 PM

¿Qué tanto es demasiado Wes Anderson? La pregunta no sólo alude al hecho de que, además de Asteroid City, 2023 verá el estreno de cuatro cortometrajes del director, La maravillosa historia de Henry Sugar (The Wonderful Story of Henry Sugar) entre ellos.

La pregunta alude, también, a que esta adaptación de Roald Dahl –segunda del cineasta después de El fantástico Sr. Zorro– quizá es, para bien y para mal, la película más Wes Anderson de todas. Ayudado por un diseño de producción de Adam Stockhausen que raya en una maravilla de la ingeniería, el director lleva su estilo lúdico y artificial al límite, y lo condensa en 40 minutos de metraje.

La maravillosa historia de Henry Sugar es demasiado Wes Anderson

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Mucho se ha escrito, luego de su estreno en Venecia, sobre lo fiel que es la adaptación de Anderson al cuento original de Dahl. Salvo cierto pasaje excluido, lo es en un grado casi ridículo: los personajes recitan los diálogos extraídos tal cual del texto, con todo y anotaciones de los narradores, dichas por ellos mismos mirando a la cámara, rompiendo con el flujo de la acción.

Aquí, una vez más, Anderson hace uso de su acostumbrado dispositivo narrativo de enmarcar una historia dentro de otra. La maravillosa historia de Henry Sugar comienza, claro, con la narración de Roald Dahl (Ralph Fiennes), quien escribió la historia del millonario y cínico Henry Sugar (Benedict Cumberbatch), quien a su vez encontró el cuaderno donde un médico británico (Dev Patel) escribió los métodos explicados por un místico de circo (Ben Kingsley) para aprender a “ver sin usar los ojos”.

El director conjuga cuatro niveles narrativos con el espíritu lúdico de siempre, trayendo atención a los obvios y exagerados artificios de su estilo, mismos que otro tipo de cineasta a cargo de una adaptación cinematográfica lucharía por ocultar a toda costa.

La maravillosa historia de Henry Sugar
Los personajes, todos interpretados por un puñado de actores, rompen constantemente la acción para narrar a la cámara (Crédito: Netflix)

Todos los personajes son interpretados por un puñado de actores (Cumberbatch, Fiennes, Patel, Kingsley y Richard Ayoade forman el elenco entero). Vemos los escenarios, como dioramas de cartón y madera, mover sus piezas para cambiar de tiempo y mundo. Personajes entran y salen de escena como en el teatro, simulando sus propios efectos especiales con cajones de madera y retroproyecciones.

En otras palabras: La maravillosa historia de Henry Sugar es tan excesiva en la artificialidad típica de su director, que difícilmente persuadirá a sus detractores. Es tan densa en su forma de entregar sus diálogos que, incluso, puede sentirse demasiado cansada para sus fans.

La falacia del estilo sobre la sustancia

En este punto, muchos podrían sentirse tentados por lanzar la sentencia de que Anderson es puro estilo sin sustancia, que sus producciones se fundamentan en un apartado visual adornado y prodigioso para ocultar supuestas carencias de fondo y emoción.

Sin embargo –y parte de su belleza radica en ello–, es que a pesar de la fidelidad extrema al texto de Dahl aparente en primera instancia, Wes Anderson se apropia de su historia al dotarla de sus manías estilísticas. Nadie, excepto él, podría contar esta historia de esta manera.

Y al colocar toda la atención en la artificialidad intencional de La maravillosa historia de Henry Sugar, Anderson traza un paralelo esencial entre él, su forma de hacer cine y su protagonista. Sí, tal como Henry, sus películas están repletas de excentricidades frívolas.

¿Esto significa que es imposible encontrar algo de verdad y belleza auténtica al final del camino? Para nada. Por el contrario, los fantásticos caprichos estéticos del cineasta tienden a hacer maravillas para acentuar sus revelaciones más profundas. Tal como Henry, descubrimos que la falsedad no está en el truco, sino en las verdades que fabricamos y tomamos como ciertas.

La maravillosa historia de Henry Sugar ya está en Netflix. Entra aquí para saber más de la película.

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