Crítica de ‘Hojas de otoño’: resistir desde el amor Crítica de ‘Hojas de otoño’: resistir desde el amor

Crítica de ‘Hojas de otoño’: resistir desde el amor

Con sutileza e ironía, ‘Hojas de otoño’ es una de las películas más románticas de la temporada. Checa la crítica.

Lalo Ortega   |  
17 enero, 2024 12:18 PM
- Actualizado 23 enero, 2024 6:52 PM

El mejor intercambio en Hojas de otoño –ya en cines y muy pronto en MUBI– tiene que ser cuando Holappa (Jussi Vatanen) explica su tragedia amorosa. Ha conocido a una chica con la que casi se casa, dice, pero no la ha vuelto a ver. ¿La razón? Perdió el papel con su número de teléfono y, para empezar, ni siquiera sabe su nombre.

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Es tan solo una de tantas otras contradicciones excéntricas en la más reciente película del finlandés Aki Kaurismäki. Personajes se enamoran y dejan de verse por caprichos del destino. Detalles visuales y sonoros sugieren que la historia se sitúa en el futuro cercano, pero las películas en el cine son viejas y los números de teléfono aún se escriben en trozos de papel.

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Pero sería un error descartar estas características como meras excentricidades. En ellas, Kaurismäki esconde las discretas pero desoladoras señales de un mundo opresivo, cruel e injusto, pero también la esperanza de la que sus melancólicos personajes encuentran fuerza para resistir –y vivir.

Crónica de una esperanza frustrada

Hojas de otoño es, en esencia, una historia de un amor floreciente, pero truncado por las casualidades más absurdas. Él, Holappa, es un solitario obrero que languidece entre el taller y el alcoholismo que mantiene en secreto. Ella, Ansa (Alma Pöysti), invierte sus días en un almacén. Cruzan miradas tímidas durante una noche de karaoke con amigos, pero no se atreven a cruzar palabra.

Hojas de otoño, de Aki Kaurismäki
Hojas de otoño logra el delicado balance entre ironía, humor y desolación (Crédito: MUBI)

Cuando se reencuentran, él se compadece de ella porque ha perdido su empleo, así que la invita por un café y una película a pesar de que apenas tiene para pagar. Ansa le da su teléfono y, por azares, el papel cae de su bolsillo. Pasará un tiempo antes de que vuelvan a reencontrarse. Mientras tanto, a él no le queda más que frustración; a ella, desilusión.

Para este punto de Hojas de otoño, comprendemos, la oportunidad del amor es una luz en la oscuridad para sus rutinas de desencanto. Cuando no lidia con su soledad y los delirios artísticos de su único amigo (Janne Hyytiäinen), Holappa padece las presiones de un jefe déspota. Ansa, mientras tanto, es despedida por robar comida que el almacén iba a desechar de todas formas.

Como si sus mundos personales no fuesen desesperanzadores de por sí, a Ansa sólo le basta con encender la radio. Escucha las noticias más recientes de la guerra en Ucrania por unos segundos e, incapaz de soportar más, la apaga.

Los delata la reacción de Ansa al salir del cine, al final de su primera cita con Holappa. “Nunca había reído tanto”, dice con una tímida sonrisa. ¿La película? La ácida, impasible, macabra, desoladora (y en general, no muy buena) Los muertos no mueren, de Jim Jarmusch.

Debe ser, en verdad, un mundo triste.

Hojas de otoño, de Aki Kaurismäki
Es un mundo gris, el de los personajes de Hojas de otoño (Crédito: MUBI)

Dignidad humana en Hojas de otoño

Como ya es característico de su filmografía, Kaurismäki parte de la compasión para tomar el lado de los menos privilegiados. El director finlandés no admite tibiezas: para él, siempre serán más dignos quienes se ganan el pan con honestidad, que quienes se dan ínfulas moralinas sobre no robar lo que, de cualquier manera, ya iba a convertirse en desperdicio.

También resultan siempre más dignos quienes resisten con la cabeza en alto, a pesar de la desilusión –sea en el trabajo o en el amor. En Hojas de otoño jamás se idealiza a los personajes ni se sensacionalizan sus circunstancias. Se cometen errores, llegan –o no– las enmiendas y, a pesar de todo, hay lugar para la compasión.

Prevalece el tono irónico y ácido de Kaurismäki, pero es así que las contradicciones aparentemente triviales cobran un sentido más profundo. Las películas en el cine son de 2019 o antes, la guerra en las noticias es de 2022, pero la tecnología –y por ende, los medios de cortejo– parecen sacados del siglo pasado.

El anacronismo se convierte en atemporalidad para expresar la esencia y contradicciones eternas de la condición humana: puede ser triste, difícil, hasta miserable. Pero siempre que haya dignidad, amor y compasión, todo valdrá la pena.

Hojas de otoño está en cines y llega a MUBI el 19 de enero. Entra aquí para saber más.

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