Crítica de ‘Los que se quedan’ (‘The Holdovers’): la vida en el gallinero Crítica de ‘Los que se quedan’ (‘The Holdovers’): la vida en el gallinero

Crítica de ‘Los que se quedan’ (‘The Holdovers’): la vida en el gallinero

‘Los que se quedan’ (‘The Holdovers’), es una de las películas más humanas y auténticas de la temporada. Checa la crítica.

Lalo Ortega   |  
15 enero, 2024 6:48 PM

Hay un momento en Los que se quedan (The Holdovers) –película que se preestrenó en México este 11 de enero–, en el que el profesor Paul Hunham (Paul Giamatti) responde a un estudiante con una rabiosa metáfora sobre la vida: “es como la escalera del gallinero, corta y llena de mierda”.

Es el invierno de 1970 y Hunham ha quedado al cuidado de un pequeño grupo de chicos que, por una causa u otra, no pueden volver a casa y deben pasar las vacaciones Navideñas en la Academia Barton, el prestigioso internado de Nueva Inglaterra donde estudian. Algunos son decentes. Otros, como dirá el profesor después, son “pequeños degenerados con privilegios”.

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“Corta y llena de mierda”, dice en alusión al hijo de Mary Lamb (Da’Vine Joy Randolph, también maravillosa), la jefa de cocina del instituto, quien fue reclutado para ir a morir ingratamente en Vietnam porque no tenía dinero para ir a la universidad.

Pero como nos hará ver después el director Alexander Payne –quien regresa al cine seis años después de Pequeña gran vida–, la metáfora irá mucho más allá de quienes están destinados a ser uno más en la pila de cadáveres sobre los que se construye el privilegio, selectivo y ajeno.

Hay, sí, un puñado de gallinas en la cima de la escalera, cagando sobre las otras en ámbitos de la vida tan diversos como la academia, la vida profesional, deportiva, familiar. Lo que interesa es cómo responden ante tanta mierda esas gallinas de abajo.

¿Quiénes son los que se quedan?

No mucho tiempo después, los únicos que permanecen varados en Barton son Paul, Mary y Angus Tully (el fenomenal debutante Dominic Sessa), un chico que ha sido, esencialmente, abandonado por su madre para irse de luna de miel con su nuevo esposo.

Al inicio de Los que se quedan, la relación entre maestro y estudiante es tensa. Hunham, estricto en exceso, pedante en el trato y con el distintivo físico de ser bizco, no es precisamente querido por los alumnos ni el resto del profesorado. Angus, por su parte, es irascible e impulsivo, inteligente pero amenazado con ser enviado a la academia militar, al haber sido expulsado ya de otras tres escuelas.

Los que se quedan (The Holdovers)
Una pareja dispareja es el corazón de Los que se quedan (Crédito: Universal Pictures)

Conforme el incómodo trío llega a conocerse, descubrimos otros sentidos en los que son “los que se quedan”. Son, en esencia, víctimas de la casualidad y de la injusticia en sus formas más caprichosas, caóticas, inexplicables.

La fortuna del que fue excluido del ejército por ineptitud física, es la maldición de quien sí pudo portar el uniforme con orgullo y morir una muerte absurda. Un ojo desviado o una insuficiencia hormonal son lastres pesados, pero no tanto como el cruel destino de una enfermedad mental. Siempre hay una gallina arriba en la escalera, ¿pero no será que también estamos cagando a la que está debajo de cada uno de nosotros?

La dirección de Payne, junto con las fenomenales actuaciones del trío principal, nos revelan, poco a poco, las circunstancias de cada uno de los personajes. Si bien había lugar para profundizar todavía más en la faceta racial del asunto, Los que se quedan es, en primera instancia, una exploración de las diversas formas que toman el privilegio, la marginación y, por extensión, nuestras mutuas diferencias.

Pero más que borrarlas, es una película que invita a encontrar el terreno común y la dignidad a pesar de ellas. Una historia que no teme ver a las contradicciones y bellezas de los seres humanos, y la posibilidad de encontrar conexión en la soledad.

“La adversidad construye carácter”

La gran belleza de Los que se quedan radica en que, más allá de su maestría para revelar los conflictos y motivaciones de sus personajes en los momentos adecuados (el guión es de David Hemingson), jamás se va a los extremos. Ninguno es idealizado ni victimizado o rebajado más allá de lo que permite la autenticidad humana.

Paul, Angus y Mary no son otra cosa más que humanos: rotos pero bondadosos, horribles pero bellos, llenos de virtudes, resentimientos y contradicciones. Pero incluso eso, por sí solo, no es suficiente para hacernos simpatizar con ellos.

Sus problemas deben sentirse reales, tan terrenales como vitales, difíciles pero nunca tanto para ser insuperables por la perseverancia del espíritu humano. Hay, como dice Paul en una pedante hipocresía inicial, aprendizaje en la adversidad.

Los que se quedan (The Holdovers)
Los que se quedan es, por lo menos, la mejor película navideña en años (Crédito: Universal Pictures)

Eso es lo que hace posible conectar en un nivel profundo con una película y, en ese sentido, Los que se quedan es de las más bellas en tiempos recientes. O, por lo menos, lo es entre las que se sitúan en plena Navidad. Si la vida y el tiempo son justos, se consagrará como un clásico de la temporada, para verla cada año a la menor provocación.

Pero algo que sí permanece es esta sensación de que ya no se hacen películas así, o cada vez son menos (relegadas por la obsesión de Hollywood por las franquicias), o que cada vez más vienen de otros países y son menos conocidas.

“No hay nada nuevo en la experiencia humana”, instruye Paul en un momento de la película. Pero, a veces, las mejores películas son las que nos recuerdan qué significa ser uno.

Los que se quedan llegó a cines selectos el 11 de enero de 2024, y se estrenará en más salas el día 18. Entra aquí para comprar tus boletos.

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