Crítica: ‘Saw X: El juego del miedo’ divierte, a pesar de sus excesos

Una decena de películas en casi 20 años. Esa es la marca la franquicia de la saga de Saw: El juego del miedo, distinguida por su violencia impactante. Comenzó como un proyecto pequeño y de bajo presupuesto del entonces desconocido James Wan y ahora, con el estreno de Saw X: el juego del miedo este jueves 28 de septiembre, la película se acerca al agotamiento de la franquicia, a pesar de recuperar un poco del encanto perdido en los últimos años gracias el regreso triunfal de John Kramer.

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De hecho, es un regreso al revés. Esto está mal explicado, tanto en la película como en el material promocional de la misma, pero no se trata de una secuela directa de todas las películas de El juego del miedo, sino un cambio de continuidad retroactiva. La historia de Saw X ocurre exactamente entre la primera y la segunda película, cuando Kramer sufre de cáncer cerebral y le queda poco tiempo de vida. Sin embargo, como muestra la nueva película, la esperanza muere al último y Kramer, aún con sus torturas de automutilación como pasatiempo, piensa que puede vivir más.

Esta es la forma que los productores de la saga encontraron para que Tobin Bell, el actor del villano, regresara a la narrativa sin necesidad de abrazar ideas extravagantes y resucitaciones absurdas, a pesar de que su presencia se siente en entregas posteriores por sus ideas.

¿Es Saw X una buena película?

Aquí, John Kramer regresa como héroe, no como villano, tratando de recuperarse del cáncer. Su esperanza es la Dra. Pederson (Synnøve Macody Lund), una médica que promete un tratamiento “milagroso” que, combinando cirugía y medicina prohibida, puede curar a las personas del cáncer. Kramer cree en ello y, como resultado, cae en una estafa. Listo: uno de los villanos más aterradores del cine de terror tiene una nueva motivación para vengarse, matando a todos los involucrados que prometieron la cura y, al final, sólo se aprovecharon de moribundos desesperados.

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Tratándose de una narrativa que reencuadra dos películas que ocurrieron hace casi 20 años, Saw X: el juego del miedo está lejos de tener los giros argumentales alucinantes que hemos visto en otras películas. Además, ya estamos “cansados de saber” cómo funciona el mecanismo de tortura y cuál es el objetivo del protagonista, que se venga de aquellos que no valoran la vida, algo un tanto moralista que ha perdido fuerza con los años. Ha envejecido no del todo bien.

Sin embargo, esto no significa que la película no ofrezca diversión: la historia logra recuperar gran parte del encanto que se perdió después de la muerte de Kramer, mientras los productores intentaban encontrar un nuevo rumbo para la saga. Las muertes siguen siendo creativas, aunque un poco más grotescas que en ediciones anteriores. La mejor es una que no sucede realmente, en la que los ojos de un chico son extraídos por una aspiradora. Sin embargo, la película admite que no tiene mucho más que ofrecer y no intenta reinventar la rueda. Se asume como un capítulo más en la historia de Kramer.

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El pasado alivia la carga de la franquicia. Es diversión por diversión. El guion, llevado a cabo por el irregular Kevin Greutert de El juego del miedo VI, ensaya un debate filosófico sobre la moralidad de los actos de Kramer, y toca el tema de cómo reaccionaría el protagonista si se encontrara en el lugar del torturado y no del torturador. Pero la película no va más allá. Parece tener miedo de complicar la historia para los verdaderos fanáticos.

Es decir, Saw X: el juego del miedo divierte y emociona en algunos momentos, poniendo a Kramer en un papel más activo, algo que no hemos visto en décadas. Pero, sin un objetivo claro para la película, más allá de la diversión en sí, la película termina cayendo en el exceso: desde su duración –la más larga de la franquicia con casi dos horas–, hasta algunas escenas más impactantes y toscas, como el momento en que se utiliza un intestino como cuerda. Leíste bien.

Saw X puede ser entretenida y traer de vuelta parte de la esencia que funcionó tan bien en la saga, a pesar del tono heroico que se le brinda a John Kramer, quien debería ser el villano. Pero es difícil no ver en la película un cierto tono melancólico, como un actor que no sabe cuándo detenerse. Es evidente que las cosas no van bien, pero todavía insiste, creando momentos incómodos. ¿Hasta cuándo será divertido?

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Publicado primero en la edición brasileña de Filmelier News.