Películas

Cine de superhéroes: y después, ¿qué?

“Estuvimos ahí cuando el western murió y llegará el momento cuando al cine de superhéroes le suceda lo que al western”.

Este era Steven Spielberg, virtual inventor del fenómeno blockbuster, hablando en 2015 sobre una posible implosión de la industria hollywoodense por depender demasiado de los grandes taquillazos, particularmente los protagonizados por héroes enmascarados.

En pleno 2021, con siete películas de superhéroes en el top 20 histórico de la taquilla mundial, esto podría ser tachado como la necedad de un viejo inconforme. Sería una reacción similar a la que despertó su colega, Martin Scorsese, quien años más tarde comparó a las películas de superhéroes con atracciones de “parques de diversiones”.

Sin embargo, ambas críticas encierran también las grandes cuestiones alrededor de las producciones de superhéroes durante su “boom” de la pasada década: por un lado, el rechazo a su consideración como “cine” (son “genocidio cultural”, expresó exageradamente el cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu); por el otro, si su racha de éxito taquillero continuará indefinidamente o si, por el contrario, seguirá el camino del western en el futuro previsible.

Publicidad

A más de 20 años de haberse estrenado X-Men –película que en el 2000 inició el resurgimiento de los superhéroes en el cine hollywoodense–, y con Black Widow marcando el umbral de la “Fase 4” del lucrativo Universo Cinematográfico de Marvel, ambas son preguntas que vale la pena analizar. No podemos ver el futuro, pero la historia puede darnos algunos indicios de lo que podría suceder pronto con el cine de superhéroes.

Superhéroes: ¿los mitos de nuestro tiempo?

Desde la Edad de oro de las historietas (cuyo inicio se atribuye a la creación de Superman por Jerry Siegel y Joe Shuster en 1938) hasta su condición actual como mina de oro hollywoodense, los superhéroes han sido catalogados desde entretenimiento infantil hasta como los nuevos dioses mitológicos del siglo XXI. Semejante salto de estatus no sucedió de la noche a la mañana. Lo cierto es que los superhéroes han sido objeto de igual rechazo e interés académico prácticamente desde sus orígenes. Ya en su ensayo de 1965, El mito de Superman, el filósofo y semiótico italiano, Umberto Eco, desmenuzaba al “Último hijo de Krypton”, al que describió entonces como solamente un “superpolicía”:
“Tenemos en Superman un ejemplo perfecto de conciencia cívica completamente separada de la conciencia política. El civismo de Superman es perfecto, pero lo ejerce y configura en el ámbito de una pequeña comunidad cerrada”.El mito de Superman, Umberto Eco
Originalmente, estos personajes eran producto de una era más simple e inocente, con historias poco complicadas. Dicha concepción de ellos nos dio, en el cine, producciones con un espíritu similar, como la primera Superman del director Richard Donner. Su único afán era el que decía el eslogan de su mercadotecnia: “Creerás que un hombre puede volar”.
El tono y tema de Superman (1978) es muy distinto al de los cómics y el cine de superhéroes de la actualidad (Imagen: Warner Bros. Pictures).
Durante los 60 surgieron títulos como El hombre araña o Los cuatro fantásticos de Marvel Comics, protagonizados por humanos “de a pie” con problemas familiares y económicos, con la diferencia de estar dotados con superpoderes. Esto dio a los cómics de superhéroes mayor humanidad y los impulsó a un mayor éxito comercial en la llamada Edad de plata. Propuestas como Watchmen: Los vigilantes, escrita por Alan Moore, inauguraron la Edad moderna o “Edad oscura”, en la que los cómics abordan temáticas más complicadas y adultas, incluso políticas y metatextuales. Comentando sobre los miedos de la Guerra Fría y satirizando a los superhéroes mismos, el texto de Moore elevó a los enmascarados a nivel de entretenimiento serio, ya no limitado a un nicho pequeño. Así, hoy tenemos a héroes más complejos, que lo mismo libran batallas psicológicas y existenciales que de magnitud geopolítica y cósmica. Ese ha sido el último paso evolutivo para llegar a las viñetas de hoy. “Son nuestros mitos griegos”, dijo a The Guardian Laurence Maslon, coautor del libro Superheroes!: Capes, Cowls, and the Creation of Comic Book Culture. “Pero la diferencia es que ellos ya no son lo que los mitos griegos fueron para los griegos. Son lo que fueron para la civilización occidental siglos después. Los conocemos demasiado bien ahora”. ¿Pero podemos hablar de los superhéroes en calidad de dioses griegos del siglo XXI? Eco diría que no. Como los mitos, los superhéroes y sus historias contienen símbolos y arquetipos que funcionan para transmitir valores. Pero la publicidad contemporánea y los medios de comunicación de masas también sirven para lo mismo, señalaba el autor. La principal característica de los mitos clásicos, decía Eco, es que sus protagonistas tienen historias siempre inmutables, que han sucedido y que son ley. El mito de Hércules, salvo pequeños cambios de la tradición oral, siempre será el mismo. El cómic de superhéroes, en cambio, está pensado para siempre ofrecer relatos imprevisibles. Como cualquiera de nosotros los mortales, estos personajes pueden atravesar infinidad de situaciones posibles, por lo que es fácil identificarnos con ellos (lo que Eco llamó “universalidad estética”). Para contar infinidad de historias durante décadas, los personajes de cómics tienen que ser capaces de reinventarse una y otra vez, ad infinitum, para generar ventas. Claro que siempre lo hacen dentro de márgenes determinados, y por ello podemos confundirlos por mitos. Pero eso no es lo que son, sino arquetipos. El arquetipo acaba siendo “la suma y compendio de determinadas aspiraciones colectivas, y por tanto debe inmovilizarse en una fijeza emblemática que lo haga fácilmente reconocible”. Superman siempre será el último kryptoniano, hijo de Jor-El, criado por los Kent, símbolo de la bondad y esperanza humanas (según la concepción estadounidense, claro está). Esos elementos permanecen inmutables, sin importar cuántas veces el personaje muera y vuelva a la vida en la página, o si un cineasta prefiere interpretarlo como un mesías del siglo XXI en vez de un mero “superpolicía”.
En El hombre de acero (2013), el director Zack Snyder presentó a Kal-El (Henry Cavill) como un conflictuado mesías posmoderno (Imagen: Warner Bros. Pictures).
Es precisamente la naturaleza arquetípica del superhéroe la que le brinda el potencial de ser reinterpretado una y otra vez, pero eso sí, dentro de ciertos límites establecidos. Por ejemplo, la vez que, para hacer eco del nacionalismo reciente en los Estados Unidos, el Capitán América de los cómics resultó ser un agente de Hydra… pero finalmente no (aunque también sí… es confuso, pero así son los cómics). En el cine, esos márgenes han proveído un marco de referencia lo suficientemente amplio y vago para trasladar a los superhéroes, ataviados en coloridas mallas, de manera creíble a la pantalla. La ciencia estará en que dichos márgenes no se vuelvan un marco rígido y restrictivo que, en el mediano plazo, envíen al cine de superhéroes por la ruta del western.

Películas de superhéroes, como figuras de acción: en serie

Desde la época en que vimos a Christopher Reeve y Margot Kidder volar románticamente en Superman, hasta nuestros días de batallas cósmicas contra tiranos espaciales como Thanos y Darkseid, el cine de superhéroes ha cambiado mucho. No sólo en la magnitud de las producciones en sí, sino también en el espíritu y estructura de sus narrativas. Pero lo dicho: superhéroes finalmente, hablamos de figuras perpetuamente constreñidas por sus arquetipos. Incluso con décadas de trayectoria en el impreso, cada giro de tuerca, traición o muerte eventualmente regresa a la normalidad. Basta el caso de Batman, el superhéroe con más adaptaciones cinematográficas, para trazar una radiografía del boom de los superhéroes. Hace poco más de 30 años que Tim Burton y Michael Keaton lo llevaron a la pantalla con la película homónima que derivó en cuatro secuelas. Sólo la primera, única dirigida también por Burton, fue tonal y narrativamente coherente con su predecesora. Las otras dos, independientemente de su calidad infamemente decreciente, se sentían como producciones totalmente independientes de lo que vino antes. Sus tramas y estéticas hacían eco de la mentalidad de entonces respecto a los superhéroes: puro entretenimiento infantil.
​​Neón y “Batipatines de hielo”: geniales figuras de acción, cine que quema los ojos (Imagen: Warner Bros.).
Una década más tarde, luego del éxito de X-Men y El Hombre Araña, Christopher Nolan trajo el primer reboot fílmico de la franquicia, con un Caballero de la Noche sobrio y aterrizado. Más allá de las implicaciones de hacer “realista” a un personaje que usa su riqueza para defender el statu quo –algo que merece su propio análisis–, Batman inicia resultó en una trilogía temática y estéticamente unificada bajo una visión creativa de millones de dólares. ¿Hoy? El Bruce Wayne interpretado por Ben Affleck no fue introducido en su propia película, sino en la secuela de El hombre de acero. Su segunda aparición fue en Liga de la Justicia y se espera que reaparezca en The Flash, no sólo junto al personaje titular, sino también junto al Batman de Michael Keaton (todo mientras Matt Reeves trabaja en The Batman, protagonizada por Robert Pattinson). El cine de superhéroes, tal como su progenitor impreso, se apoya ahora en una serie de historias interconectadas entre diversos títulos e, inclusive, entre múltiples universos paralelos. Ambos DC Films y Marvel Studios, propietarios de las franquicias más famosas del mundo, apuntan a replicar en el cine las mismas fórmulas que les han permitido imprimir superhéroes sin parar por más de 80 años. Series como Loki han abierto las puertas para los reboots infinitos, incluso con actores diferentes en un mismo rol. Si se añade el hecho de que cada estudio posee aún decenas de personajes sin explorar en pantalla grande, podría argumentarse que ambas Warner Bros. y Disney (respectivas propietarias de DC y Marvel) podrán continuar la tendencia por décadas. Fuera de los lectores acérrimos, pocos sabían de Deadpool, Guardianes de la Galaxia y Escuadrón Suicida. Hoy son de las propiedades fílmicas más exitosas de ambas casas. ¿Pero cuántas veces pueden morir Thomas y Martha Wayne antes de que el público decida dejar de prestar atención? Batman de Burton nos presentó su asesinato por primera vez. Lo vimos de nuevo en la trilogía de Nolan. Incluso Zack Snyder repitió la tragedia, sólo que en cámara extra lenta. Y ni siquiera en Guasón se salvaron. El cine de superhéroes regresa a lo mismo una y otra vez. La repetición será inevitable eventualmente: está en la esencia misma de las historias sobre justicieros enmascarados. “No, si los estudios evitan contar la misma historia una y otra vez”, podríamos pensar. Excepto que ya pecan de algo peor: hacer la misma película una y otra vez, sólo que con distintos personajes. De hecho, si Marvel Studios ha logrado mantener la consistencia hasta ahora, es porque ha hecho todo con el mismo molde. Que el Universo Cinematográfico de Marvel (UCM) sea una franquicia de (hasta ahora) 24 películas tonal y narrativamente unificadas a lo largo de tres fases, demuestra que ese es el molde del blockbuster perfecto: apto y entretenido para todos los grupos de edad, con la violencia suficiente para que sea impactante sin dejar a los niños fuera. Todo en un formato serializado e interconectado, como una serie de televisión, para que el público regrese en la siguiente entrega. Esto es lo que, en otras palabras, se conoce como el mínimo común denominador: guiones simples donde el argumento es el pretexto para la acción explosiva, con suficientes bromas espolvoreadas sobre la trama insulsa, además de las pistas suficientes como gancho para el siguiente episodio. Emoción antes que argumento: la misma razón por la que acudimos a un parque de diversiones. Como ha sido señalado durante años respecto al UCM, este carácter genérico no sólo ha permeado en los guiones, sino también en las decisiones creativas relacionadas al color y la música de cada entrega de la franquicia y, por extensión, en su impacto emocional:
Tales críticas nos llevan, paradójicamente, de vuelta a Alejandro González Iñárritu. Llamar “genocidio cultural” a las películas de superhéroes por sí mismas es una hipérbole fuera de lugar. Hablamos, simplemente, de películas de acción inofensivas (énfasis en “inofensivas”). Pero en la misma entrevista, el cineasta mexicano expone un punto. “El público está sobreexpuesto a las tramas, explosiones y demás mierdas, que no significan nada sobre la experiencia de ser humanos”, dijo González Iñárritu entonces. Quizá no se trate de pedirle a las películas de superhéroes que sean más que entretenimiento mundano (lo que no tiene nada de malo en sí, aunque tarde o temprano termina siempre siendo una moda pasajera). La cuestión es que el cine de superhéroes sí tiene el potencial de reinventarse, proponer y ser algo más que eso.

Cine de superhéroes: ¿hacia adelante o más allá?

“Para poder analizar la cultura de masas hace falta disfrutar secretamente con ella, que no se puede hablar del jukebox si te repugna tener que introducir en la máquina la monedita…”Apocalípticos e integrados, Umberto Eco
Por largo tiempo, los superhéroes han padecido el estigma del entretenimiento de masas. Es el corazón del debate que Umberto Eco planteaba en su libro de 1965, Apocalípticos e integrados: el de los críticos que ven la cultura de masas como nociva para el desarrollo de la sociedad (los apocalípticos); y de los optimistas que consumen y celebran, pasiva e irreflexivamente, el ascenso de la cultura “popular” con funciones democráticas vitales, aun si es determinada desde las altas esferas económicas (los integrados). Aunque las cosas han cambiado significativamente en casi 60 años (el panorama del cine como industria ya es otro, sin mencionar el ascenso del streaming y de las “películas de algoritmo”) Eco concluyó entonces que no se trataba de posturas opuestas, sino complementarias respecto a otra forma de cultura que llegó con la era industrial para quedarse (“todas las cosas son igualmente dignas de consideración, Platón y Elvis Presley pertenecen de igual modo a la historia”, decía). Hablando ampliamente, diversos críticos (como el propio González Iñárritu) han condenado a las películas de superhéroes en general, argumentando que por su escasa o nula propuesta estética deberían dejar de producirse. Es un debate infértil: el cine de masas existió antes y existirá después de los superhéroes. El problema en términos comerciales, que merece discusión aparte, es la manera en que acaparan las salas, sin dejar lugar para casi nada más. Entonces, la verdadera cuestión para Eco era otra: “en tanto que, en una sociedad industrial, es inevitable la existencia de los mass media, ¿qué acción cultural es posible para hacer que estos medios de masa puedan ser vehículo de valores culturales?”. O llevado a términos de González Iñárritu sobre el cine de superhéroes: ¿qué puede hacerse para que el cine de superhéroes hable sobre la experiencia de ser humanos? La respuesta automática de la industria ha sido ampliar el enfoque a producciones aptas para adultos. El ejemplo más famoso es el de Deadpool, aunque también podemos hablar de películas como Brightburn: hijo de la oscuridad (esencialmente, otra reinterpretación de Superman) o de producciones independientes como Code 8: Renegados. Sin embargo, no es suficiente. Eso es básicamente como ponerle catsup a las papas fritas: siguen siendo papas fritas. Por el contrario, habría que hacer que las papas tengan sustancia, y hacer otra Avengers: Endgame sólo es hacer el plato más grande. Lo emocional y lo político del argumento (y hasta lo sensual, si queremos darle gusto a Pedro Almodóvar) deberán tener más peso que el espectáculo genérico.
¿Suena completamente incompatible con una producción familiar de Mickey Mouse? Sí. ¿Se ha hecho antes? También. Y no hay que ir muy atrás para encontrar un ejemplo. Watchmen, la serie de HBO creada por Damon Lindelof, es la demostración perfecta de una producción que construye sobre una exitosa franquicia de superhéroes preexistente, mientras crea algo que se siente original y es culturalmente relevante. Independientemente de las maneras en que reinterpreta el canon de la novela gráfica original, a la serie se le atribuye llevar a la conciencia del mainstream la masacre racial de Tulsa de 1921, un acontecimiento histórico generalmente obviado hasta en los libros de texto. Incluso si la serie Watchmen es producto de una compañía mediática subiéndose a la ola del movimiento Black Lives Matter, sigue habiendo un efecto positivo.
Watchmen no sólo da una capa extra de profundidad a los superhéroes, también pone de manifiesto la historia racista de Estados Unidos (Imagen: HBO).
Incluso hay algo más de valor en otra producción reciente y menos “políticamente consciente”. La serie WandaVision de Disney+, aun siendo apta para un público amplio, bien podría ser lo más interesante que ha salido de Marvel Studios desde 2008. Sus personajes siguen siendo obstinadamente arquetípicos –y su desenlace termina siendo de lo más “Marvel” posible–, pero su formato, con conciencia metatextual, la vuelve más ingeniosa que gran parte de las producciones clasificadas como “cine de superhéroes” en los últimos 20 años. El potencial existe. Pero si Hollywood se rige por la ley de oferta y demanda, hará falta que la demanda sea otra. Por lo mientras, el estado actual de las cosas sigue funcionando de maravilla para Disney y su streaming (incluso a costa de las salas).

El futuro del cine de superhéroes: el western jamás se fue

“No significa que no habrá otra ocasión en la que el western esté de vuelta o que las películas de superhéroes regresen”, acotaba Spielberg en la mencionada entrevista de 2015. Pero habría que acotar algo: el western nunca se fue. Al menos no del todo: quizá su variante original, blanca e idealizada, se quedó perdida en el tiempo. Pero el western se convirtió en spaghetti western. Llegó el western mexicano, así como el western posmoderno revisionista. Se volvió espacial, e incluso neo-western. No son un género en sí mismas, pero si algo nos dice la ruta del western es que las películas de superhéroes están lejos de desaparecer, y lo más probable es que nunca se vayan del todo. Lo que sí es posible que suceda es que, en su versión formulista actual, terminen por cansar. Y entonces se mudarán a la televisión. Si las producciones de superhéroes en cine y televisión del último año son un indicador, su futuro yace en las plataformas de streaming. Al igual que las películas de vaqueros, las de superhéroes se han mezclado con otros géneros con resultados distintos. Esto ha sido llevado todavía más lejos con las series de televisión de Marvel en Disney+: WandaVision, Loki y Falcon y el Soldado del Invierno han sido, respectivamente, un drama romántico con elementos de fantasía y misterio, un thriller criminal de ciencia ficción, y una buddy comedy de acción (y, también, el costume reveal más largo de la historia). Incluso en el estudio rival hay un ejercicio digno de mención: La Liga de la Justicia de Zack Snyder. Un experimento tan costoso y largo que, a todas luces, no hubiera funcionado muy bien en cines, donde hubiera sido limitado a dos o tres funciones diarias por sala debido a su metraje de cuatro horas. Y sin embargo, el proyecto fue anunciado como una miniserie de HBO Max, eventualmente lanzada como una película… con seis capítulos marcadamente separados por intertítulos.
La próxima vez, déjenla ser una miniserie en seis entregas (Imagen: WarnerMedia).
El formato serial tiene sus virtudes evidentes: con una hora por episodio, permite un desarrollo argumental y de personajes que no es posible en un largometraje de dos horas como máximo. Podría ser una buena idea para Marvel Studios, considerando que el UCM comenzará a lidiar con multiversos e innumerables versiones de los mismos personajes. Como sucedió en su momento con los cómics, la creciente maraña argumental de estas franquicias masivas es lo que, eventualmente, las alejaría de su estatus como evento cinematográfico masivo, regresándolas a su estatus como producto de nicho. Y eso no es algo necesariamente malo: la fortaleza de las plataformas de streaming es que pueden satisfacer a cientos de nichos a la vez. No sólo eso, sino que si algo ha dejado claro el éxito de The Mandalorian, es que tecnologías como Stagecraft y Unreal permiten crear producciones para televisión con la calidad que necesitan las óperas espaciales y las aventuras superheroicas. El cine de superhéroes no va a desaparecer: llegó para quedarse (para pena de los apocalípticos) y se adaptará o se convertirá en otra cosa, quizá menos prominente y que acapare menos salas (para tristeza de los integrados). Puede que suceda hasta dentro de varios años pero, si todo sale bien, quizá imiten la ruta de los nuevos westerns: más interesantes e innovadores.
Lalo Ortega

Lalo Ortega es crítico y reportero de cine, Maestro en Arte Cinematográfico por el Centro de Cultura Casa Lamm, y ganador del 10º Concurso de Crítica Cinematográfica Alfonso Reyes ‘Fósforo’ de FICUNAM 2020. Ha colaborado con Empire en español, Revista Encuadres, el Festival Internacional de Cine de Los Cabos, CLAPPER, Sector Cine y Paréntesis.com, entre otros. Actualmente es editor en jefe de Filmelier.

Notícias recentes

‘The Last of Us’: ¿Qué esperar de las temporadas 2 y 3 de la serie de HBO?

¡Ve las primeras imágenes de The Last of Us, elenco y todo lo que sabemos…

2 horas atrás

Crítica de ‘El hombre de los sueños’: manual de autodestrucción

Con un contenido Nicolas Cage, ‘El hombre de los sueños’ es una ácida deconstrucción de…

1 día atrás

Todo sobre Amazon Prime Video en 2024: cómo suscribirse, precios, cómo cancelar, mejores películas, mejores series

¿Quieres ver Amazon Prime Video en 2024? Conoce los precios actualizados, cómo suscribirte, cancelar la…

1 día atrás

Crítica de ‘Fuego interior’: la poesía del infierno

Con las imágenes creadas por los Krafft, Werner Herzog hace de ‘Fuego interior’ un poema…

1 día atrás

Crítica: ‘Tarot de la muerte’ es tan mala, que ni la comedia involuntaria la salva

'Tarot de la muerte' se tambalea entre ideas poco originales y una historia que se…

2 días atrás

Crítica de ‘El planeta de los simios: Nuevo reino’: el legado en el futuro

La cuarta entrega de la franquicia, 'El planeta de los simios: Nuevo reino' analiza el…

1 semana atrás