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Crítica de ‘Los asesinos de la luna’: encontrar a los lobos

“¿Puedes encontrar a los lobos en esta foto?”, lee Ernest Burkhart (Leonardo DiCaprio) en un libro sobre la tribu Osage al comienzo de Los asesinos de la luna (Killers of the Flower Moon), la nueva película de Martin Scorsese que se estrena en cines este 19 de octubre. El personaje, un frustrado veterano de guerra que apenas sabe leer, intenta educarse sobre la tribu de nativos americanos instado por su tío, William Hale (Robert De Niro), un influyente hombre que tiene negocios con los Osage en el territorio.

La pregunta, sin embargo, no tarda en convertirse en algo más profundo –y de formas no tan obvias como sugerían los primeros avances de la película. Scorsese opta por un lenguaje visual más depurado en comparación con otras de sus obras, pero no por ello menos potente y sugestivo. Lo que no se dice y muestra, esas ideas evocadas por el choque de significados entre planos.

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Hay, claro, algunas de sus florituras acostumbradas en la fotografía (realizada por el mexicano Rodrigo Prieto) y en su uso de la música (compuesta por Robbie Robertson). Pero a pesar de esta aparente austeridad solemne –o quizá gracias a ella–, Los asesinos de la luna es una historia sobre avaricia, violencia y penitencia en uno de los episodios de colonialismo más infames en Estados Unidos. Una historia que, además, nos confronta con nuestra relación con ella.

Los asesinos de la luna: Scorsese puro

¿Y por qué pretende educarse el casi analfabeta Ernest Burkhart sobre los Osage? Pronto en la trama aprendemos que, durante la década de 1920, la tribu disfruta la bonanza de una afortunada casualidad: sus tierras, antes creídas infértiles, alojaban un yacimiento de petróleo. Ahora convertidos en amos y señores de su oro negro, sólo pueden heredarse los derechos sobre el mismo dentro de sus respectivas familias. Ante las limitaciones físicas e intelectuales de Ernest, William decide emplearlo como chofer. Es así como lo orienta en dirección de Mollie (Lily Gladstone, de First Cow), una mujer Osage perteneciente a una adinerada familia.
En Los asesinos de la luna, la avaricia se esconde en el amor (Crédito: Paramount Pictures / Apple)
La pareja no tarda en casarse, pero pronto descubrimos que este “inocente” matrimonio por interés es parte de un complot mucho más profundo y repugnante. Hale, con una máscara de amabilidad condescendiente, deja claras desde el inicio sus intenciones: el lobo está hambriento, y no importa cuántas vidas Osage deba consumir para satisfacerse. Contrario al libro de no ficción en que se basa, Killers of the Flower Moon: The Osage Murders and the Birth of the FBI, de David Grann; Los asesinos de la luna no esconde la podredumbre de las almas colonizadoras y explotadoras. Mientras que el libro, narrado desde la óptica del recién formado FBI, adopta una estructura que exalta el suspenso y el misterio sobre los perpetradores de los asesinatos Osage, la película los revela con sus turbias intenciones desde el comienzo. Con este cambio crucial de guión (que, según el propio Scorsese, fue incitado por DiCaprio y habría costado a la producción el respaldo inicial de Paramount Pictures), el director lleva nuestra atención hacia otro lado: hacia los propios lobos y a la corrupción de sus almas por una avaricia que haría sonrojar a Erich von Stroheim. Los asesinos de la luna, pues, se adentra en territorio conocido para las producciones típicamente violentas del muy católico Scorsese: sea en Casino, El lobo de Wall Street o, claro, Buenos muchachos, el encanto y recompensas de la codicia son siempre seguidas de cerca por las víctimas y abusos que deja a su paso, pero también por la inevitable culpa y retribución –divina o no, pero siempre segura.
Fiel a la tradición de Scorsese, Los asesinos de la luna es una historia de violencia y corrupción humana (Crédito: Paramount Pictures / Apple)
Así, en Los asesinos de la luna somos testigos de una lucha entre los lobos y su presa, pero también entre los “lobos” interiores de sus personajes. Y es aquí donde el lenguaje visual de Scorsese es más potente por las cuestiones que sugiere, pero que nunca responde. ¿Puede triunfar el “lobo bueno”, moralmente famélico, ante las implacables fauces de su rival alimentado por la codicia? Incluso ante algunos elementos cuestionables –quizá el énfasis debió estar más en el personaje de Gladstone, y no en el de DiCaprio–, el toque maestro de Scorsese está en sutiles recursos visuales para sugerir que los lobos, también, estamos fuera de la pantalla.

Encarar al lobo

Al abordar una película como Los asesinos de la luna, es fácil ser cegado por la grandeza que acompaña al nombre del director. “El más grande cineasta vivo”, es común escuchar sobre él (aunque, personalmente, debo admitir –sin miedo a la polémica– que lo admiro menos por sus películas, y más por su labor como preservador y divulgador del cine mundial). El nombre de Scorsese, para las audiencias más jóvenes, viene con otro bagaje, para bien o mal. En los últimos años, el cineasta ha insistido en criticar la trivialidad del cine contemporáneo de gran presupuesto (que otrora comparó con “parques de diversiones”). Si algo intenta el director con Los asesinos de la luna –y lo logra, en opinión de quien escribe– es confrontar a la audiencia como otro tipo de lobo. Quizá no uno que comete crímenes, pero que sí reduce a las víctimas de actos despiadados, trivializando hechos y consumiéndolos como espectáculos morbosos sin segundas consideraciones. La fotografía, como incontrovertible documental histórico, es desplazada por el sensacionalismo mediático. Se alude a la infame industria del true crime, pues. Cabe dejar para las salas de cine el magistral toque del desenlace. Basta decir que con él, Scorsese nos recuerda que el cine debe tomarse en serio. Pero no lo hace desde una postura esnobista que lo enaltece vanidosamente como arte; por el contrario, lo reafirma como arte porque nos enfrenta con el abismo, para que jamás olvidemos lo que se oculta en él.

Los asesinos de la luna se estrena en salas de cine el 19 de octubre, y estará próximamente disponible en Apple TV+. Entra y compra tus boletos.

Lalo Ortega

Lalo Ortega es crítico y reportero de cine, Maestro en Arte Cinematográfico por el Centro de Cultura Casa Lamm, y ganador del 10º Concurso de Crítica Cinematográfica Alfonso Reyes ‘Fósforo’ de FICUNAM 2020. Ha colaborado con Empire en español, Revista Encuadres, el Festival Internacional de Cine de Los Cabos, CLAPPER, Sector Cine y Paréntesis.com, entre otros. Actualmente es editor en jefe de Filmelier.

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