Crítica: ‘Wonka’ encanta con un mundo lúdico, colorido y divertido

Pocas veces me han sorprendido tanto en el cine como con Wonka, la película que llega a cines este jueves 7 de diciembre. Nada, absolutamente nada, me entusiasmó antes de ver la película: la idea de hacer una historia de origen del personaje de Charlie y la fábrica de chocolate, como si fuera necesario; el material de promoción, que siempre mostraba escenas que rozaban lo burco; y la elección misma de Timothée Chalamet para el papel.

Casi todo me calló la boca.

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Dirigida por el talentoso Paul King, director de las ya clásicas Paddington y Paddington 2, la película es exactamente lo que pretende ser: la historia de origen de Willy Wonka, ese personaje tan amado como odiado por generaciones.

¿Wonka es realismo fantástico o fantasía realista?

Aunque está atrapado en la tarea de contar el origen de un personaje que ya está inmortalizado en la memoria de muchos, y con la obligación de hacer una película de ello, King y su compañero de guión, Simon Farnaby (de Paddington 2), deciden contar una buena historia y no quedarse solo con las amarras. A diferencia de películas de origen como Cruella, por ejemplo, Wonka no busca solo entregar fanservice. Hay una preocupación por crear un mundo mágico y buenos personajes.

Pero comencemos por este primer punto. La creación del mundo mágico de Wonka radica en una elección muy consciente de King: la película no puede ser una realidad mágica, sino más bien una realidad fantástica. La fantasía impregna la historia, junto con lo absurdo, lo extraño, lo increíble. Esto va desde la dentadura exagerada de Olivia Colman, que interpreta a una de las villanas de la película, hasta situaciones que traspasan la barrera de lo normal, como los monjes chocolópatas.

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Con esto, King nos da la libertad de navegar en un mundo donde todo es aceptado y posible. Todo contribuye a que seamos atrapados, sin barreras, en esta realidad. Los propios efectos están ahí, evidentes en la pantalla, no con el objetivo de transmitir realismo, sino con la necesidad de aumentar aún más la sensación de fantasía. Como espectador, viajas sin restricciones, sin compromisos. Es como un parque de Disney, que nos hace olvidar que hay un mundo allá afuera.

Personajes que amamos

En cuanto al segundo punto, sobre los buenos personajes, hay un cuidado para que cualquier personaje con alguna importancia en la trama tenga una creación imaginativa. Nada está ahí por casualidad. Desde el trío de fabricantes de chocolates extraños, pasando por las personas que circulan por la ciudad, hasta llegar a los amigos encarcelados de Wonka –el punto neurálgico de la trama, pues el protagonista necesita escapar–. Todo es reconocible y contribuye a la creación de una personalidad propia. Desde el principio, comprendes cómo actuará la dueña de la pensión interpretada por Colman.

Esto es un verdadero cuidado en el diseño de producción. Siendo una película que abraza la fantasía, lo absurdo y que quiere hacer creíble lo inverosímil, Wonka sabe cuán necesario es que nosotros, los espectadores, nos impliquemos incluso en la pequeña trama del guardián del zoológico o, incluso, en la del sacerdote (Rowan Atkinson, Mr. Bean) corrompido por chocolates (por cierto, toda la parte que involucra a Atkinson y los monjes adictos al chocolate es genial).

Finalmente, es necesario destacar a Hugh Grant en un párrafo aparte. Él dice que odió hacer la película, pero su Oompa-Loompa es una de las mejores cosas de la película. Divertido, sarcástico, gracioso por sí mismo. Cuando aparecía, me hacía reír de inmediato.

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Casi consideré a Wonka una película perfecta

Recuerda que, al principio, mencioné que casi todos los puntos que me preocupaban en la película me cerraron la boca, ¿verdad? Bueno, desafortunadamente, uno de ellos se confirmó. Timothée Chalamet puede ser un actor talentoso, como vimos en Llámame por tu nombre y Duna, pero no es, ni de lejos, la elección ideal para interpretar a Willy Wonka. Aunque se desenvuelve bien en los momentos más dramáticos (que no duran más de dos minutos), no funciona en el resto.

Chalamet no canta bien, para empezar. Y la película, siendo casi completamente musical, pierde mucho en calidad. Después de todo, no todos son Ryan Gosling, que, incluso cantando de manera torpe, tiene todo el encanto en La La Land.

Aquí, la falta de potencia vocal hace que los números musicales pierdan calidad. Son los momentos menos interesantes de una película que logra cargar la fantasía a través de los efectos, los trajes, las pelucas y las dentaduras, pero que no provoca la explosión musical que esperamos de películas de este género. Lamentablemente, creo que Chalamet tiene parte de la responsabilidad.

Además de esto, Timothée Chalamet no sabe manejar los momentos más extraños de Wonka. Es algo que Gene Wilder e incluso Johnny Depp supieron hacer con facilidad. Chalamet, sin embargo, casi provoca un sentimiento de pena ajena cuando hace una mueca forzada o comienza una canción, como en el momento en que distribuye chocolates voladores. No todo actor dramático, como es el caso del estadounidense, sabe hacer comedia.

Esto no quita el brillo y el encanto de Wonka, sin embargo. La película sigue siendo un viaje fantástico para final de año. Una película perfecta para la Navidad. Es divertida, entretenida, colorida, fantasiosa. Y nos brinda un escape muy necesario en un momento en que la fantasía y los colores del mundo están cada vez más tristes y grisáceos.

Wonka llega a salas de cine el 7 de diciembre.

Publicado primero en la edición brasileña de Filmelier News.