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‘Depredador: La presa’ es la mejor película de la saga por ser la “anti-Schwarzenegger”

Un alienígena de letales habilidades para el combate, equipado con armamento muy superior al de la civilización humana, desciende en la Tierra para cazar por deporte, y los humanos deben luchar contra él para sobrevivir. En mayor o menor medida, esa es la premisa de todas las películas en la saga de Depredador (Predator), y Depredador: La presa no es diferente.

En otras palabras: nunca ha habido mucho margen de maniobra en la franquicia para la innovación. La película original sentó las bases de la fórmula, con una fuerza paramilitar liderada por “Dutch” (Arnold Schwarzenegger) combatiendo al monstruo. La secuela trasladó la acción a Los Ángeles. Depredadores simplemente añadió más alienígenas y El depredador los hizo más fuertes.

En la superficie, Depredador: La presa tampoco hace mucho por cambiar la fórmula y, por el contrario, regresa a lo más básico. Tan básico, de hecho, que cambia a los comandos paramilitares en plena Guerra Fría por una tribu comanche en 1791, con arcos y hachas en vez de metralletas y lanzallamas (el elenco está formado por actores descendientes de los pueblos originarios de América).

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Ese es uno de los dos cambios pequeños que la precuela trae a la franquicia. El segundo y más importante, es que coloca a una mujer, Naru (Amber Midthunder, de la serie Legion) como la protagonista. Una modificación que parece menor, pero que cambia radicalmente el discurso de esta entrega frente a toda la saga y, en particular, a su progenitora.
Depredador: la presa presenta a la primera protagonista mujer de la saga (Crédito: 20th Century Studios)

El significado de la primera Depredador

Primero, volvamos a las raíces con la original Depredador (Predator), estrenada en 1987. En resumidas cuentas, la película es uno de los ejemplos más emblemáticos del cine hollywoodense ochentero que glorificaba el poderío militar estadounidense, en el mismo cajón que encontramos a Top Gun: Pasión y gloria o a las secuelas de Rambo. El clásico de acción seguía a la fuerza paramilitar de Dutch, asignada a rescatar a prisioneros de una guerrilla en la “selva centroamericana” (así, en ambiguo). Aniquilan a un grupo guerrillero en una de las más grandes orgías de plomo, fuego y testosterona que ha visto el cine, antes de percatarse de que fueron manipulados para detener una operación financiada por los Soviéticos. Todo eso, antes de siquiera enterarse de que están siendo cazados por un alienígena letal. Depredador se fundamenta en la idea de que, en la cadena alimenticia, siempre hay un pez más grande y fuerte. Por un momento, la ley de la naturaleza parece aplicarse también a los estadounidenses: a pesar de su experiencia y armamento, todos los compañeros de Dutch sucumben a la brutalidad del monstruo, uno por uno. Eso, claro, hasta que Dutch encuentra la forma de camuflarse (fruto, en buena medida, de la casualidad) y derrotarlo. Aún en desventaja tecnológica, el estereotípico héroe macho alfa americano (aunque es austriaco, en realidad) logra sobreponerse como el “depredador” superior. Y vaya héroe americano: puede masacrar a otros humanos sin pestañear, pero un retorcido sentido moral lo lleva a indignarse cuando él y los suyos son engañados.
Depredador es, en esencia, una película sobre quién lo tiene más grande… el bíceps, pues (Crédito: 20th Century Fox)
Junto con Rambo (y Sylvester Stallone, por extensión), Depredador y el señor Schwarzenegger quizá sean símbolos del ideal de héroe de acción masculino americano: musculoso, desbordante de testosterona, capaz y dispuesto a cumplir cualquier misión por su país sin titubear. Un ideal que ha sido piedra angular de la irregular franquicia (por no hablar de todo el género de acción en el cine). Estos son los fundamentos de la saga. Depredador: la presa es su absoluta antítesis (una esencia encapsulada por su sucinto título original, Prey, traducido simplemente como “Presa”) y, por ello, es su mejor y más interesante entrega hasta ahora.

Depredador: La presa y la violencia desde lo femenino

Aquí cabe mencionar que, en el apartado de acción, Depredador: La presa no le pide nada a sus predecesoras. Toda la brutalidad y visceralidad de los combates está aquí, e incluso hay complejas coreografías realizadas en plano secuencia. Como cereza en el pastel, la tensión en los momentos de suspenso está muy bien llevada por el director Dan Trachtenberg (responsable por la también excelente Avenida Cloverfield 10).
Esta versión del Depredador es tan letal como todas las anteriores (Crédito: 20th Century Studios)
La precuela es más que satisfactoria para el público que busque, simplemente, una historia emocionante con trepidantes secuencias de acción y saludables dosis de terror. Sin embargo, el guión de Patrick Aison (Wayward Pines) propone también una crítica de la violencia y lo que la motiva, desde el mundo femenino en contrapunto al masculino. Al inicio de la trama, Naru (Amber Midthunder), una joven guerrera comanche, aspira a ser una cazadora reconocida por su tribu. Ella se prepara para su “gran cacería” (un rito de paso), pero su hermano, Taabe (Dakota Beavers), le demuestra que todavía tiene mucho que aprender. Naru aún comete errores y es objeto de burlas de los otros guerreros, todos hombres. Por insistencia de su madre, es relegada a ser recolectora (un trabajo de mujeres), mientras su hermano es ascendido a “Jefe de Guerra” por sus hazañas. Las habilidades de Naru como rastreadora la hacen sospechar que hay algo más grande y peligroso que un oso en los bosques, pero nadie le cree: aún no la consideran digna de respeto. Entonces ella decide salir a buscar a la criatura para conseguir evidencia y demostrar que es digna de ser reconocida.
Naru es la única mujer en el grupo de guerreros (Crédito: 20th Century Studios)
Lo que sigue, en su mayoría, sigue la fórmula de la saga: la protagonista y los demás guerreros son cazados por el alienígena, y la situación es matar o morir. Sin embargo, Depredador: La presa introduce una de sus principales ideas antes de todo eso, cuando Naru es cuestionada por su madre sobre el objetivo de cazar. La mujer afirma que se trata, simple y sencillamente, de sobrevivir. La afirmación gana potencia al recordar que la protagonista viene de una tribu comanche, y al considerar la historia de opresión de los nativos americanos a manos de los colonizadores. La película, pues, es contada desde la perspectiva de una mujer desdeñada en una sociedad de por sí oprimida (el título de Prey cobra un significado mayor). Esto es lo que pone a Naru en un lugar diametralmente opuesto al de los típicos protagonistas y antagonistas de la saga. No caza por deporte, como el monstruo. Tampoco caza por demostrar su valía, como sus congéneres comanches, ni pertenece a un ejército invasor, como Dutch. Naru puede ser letal cuando se lo propone, pero también es capaz de demostrar compasión cuando es necesario. Nunca es motivada por la crueldad ni por nociones artificiales (y tradicionalmente masculinas) como el honor, o las demostraciones de fuerza, habilidad o valor. Simplemente pelea para vivir.
En Depredador: La presa, las demostraciones ciegas de valor suelen llevar a los hombres a una muerte temprana (Crédito: 20th Century Studios)
Más allá de ser una excelente propuesta de acción y terror, esta producción dirigida por Trachtenberg demuestra que una franquicia vieja aún puede ser propositiva, si se desafían sus convenciones. Depredador: La presa, pues, apuesta por un paradigma distinto para los protagonistas del cine de acción, específicamente los femeninos: personajes imperfectos y perfectibles, capaces de recurrir a la violencia sin fetichizarla, empleando el intelecto y la compasión antes que la fuerza, y libres de sexualización banal. Ya va siendo hora de más películas así. Depredador: La presa ya está disponible en Star+. Si quieres saber más de la película, checar el tráiler o encontrar el enlace directo para verla, entra aquí.
Lalo Ortega

Lalo Ortega es crítico y reportero de cine, Maestro en Arte Cinematográfico por el Centro de Cultura Casa Lamm, y ganador del 10º Concurso de Crítica Cinematográfica Alfonso Reyes ‘Fósforo’ de FICUNAM 2020. Ha colaborado con Empire en español, Revista Encuadres, el Festival Internacional de Cine de Los Cabos, CLAPPER, Sector Cine y Paréntesis.com, entre otros. Actualmente es editor en jefe de Filmelier.

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