Crítica de 'Amor, mentiras y sangre': Bad Romance
La cineasta Rose Glass entrega con ‘Amor, mentiras y sangre’ (‘Love Lies Bleeding’) un delicioso delirio febril de romance y violencia. Aquí la crítica.
Diferentes cosas quedan claras cuando corren los créditos finales de Amor, mentiras y sangre (Love Lies Bleeding) –anticipada película dirigida por la británica Rose Glass que llega a salas de cine mexicanas este 1 de mayo. La primera de ellas, es que la directora tiene un sentido del humor deliciosamente irónico y macabro.
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La secuencia introductoria de su película dirige nuestras miradas hacia el cielo nocturno y estrellado, ese lugar romántico al que solemos voltear en busca de sosiego, escape, añoranza. La cámara desciende hacia el Nuevo México de los años 80, y entonces conocemos a nuestra protagonista: Lou (Kristen Stewart), hasta el codo en mierda mientras intenta desatascar un inodoro en el gimnasio donde trabaja. Al mismo tiempo, una ex desesperada (Anna Baryshnikov) le ruega por una cita.
Es, quizá, la analogía perfecta para evocar el resto del metraje: la protagonista intenta que la mierda desaparezca mientras le persigue algo parecido al amor, sofocada por el deseo de estar en cualquier otra parte del mundo. Tal parece ser el caso, también, de Jackie (Katy O’Brian, de The Mandalorian), una fisicoculturista errante que ha hecho parada en el barrio, en su camino hacia una competencia en Las Vegas.
Naturalmente, necesitará ir a un gimnasio, lo que la coloca en un curso de colisión directa con Lou. De forma inevitable, surgirá el amor, o algo que confundirán con ello. Así como decía el inicio de (500) Días con ella…
Esta no es una historia de amor
Pero tampoco es una historia sobre el amor. Lo que Rose Glass entrega en Amor, mentiras y sangre tiene más que ver con sexo, atracción, vínculos familiares y violencia, ingredientes que forman un coctel volátil cuando son mezclados con el elemento criminal (el título para México pierde en la traducción el juego de palabras Love Lies Bleeding, que también puede traducirse como El amor yace sangrando, más en alusión a la canción de Elton John, aunque también en referencia a la planta homónima, tan fea como hermosa, según Glass).
Pues uno de los temas centrales en la película de Glass es la búsqueda de poder, que todos sus personajes emprenden de alguna manera. Lou, por ejemplo, padece la impotencia de ver a su hermana, Beth (Jena Malone), ser constantemente abusada por su esposo violento, JJ (Dave Franco). El turbio padre de ambas, casualmente llamado Lou Sr. (Ed Harris), tiene una influencia tan sutil y cínica como firme en la vida criminal del pueblo.
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“Prefiero usar mi propia fuerza”, dice Jackie cuando, en busca de un trabajo en el campo de tiro de Lou Sr., es cuestionada sobre armas de fuego. La suya es una búsqueda de poder físico y auténtico, cuyas razones quedan escuetamente sugeridas por el guión: el deseo de protegerse a sí misma del abuso psicológico. Y en su camino, el sexo es una ficha de negociación tan aceptable como golpear en la cara a un fortachón que insiste en seducirla.
Es entendible, pues, que Lou se enamore de Jackie casi de inmediato: la fisicoculturista es alguien que, por su propia fuerza, ha logrado salir de sus circunstancias y aspirar a más que sacar mierda del inodoro y vivir a la sombra de un padre controlador.
Pero ese enamoramiento se convierte en pólvora cuando entra en contacto con la violencia, la tragedia y una ambición malsana alimentada con esteroides. Los resultados, previsiblemente, son desastrosos. En un punto, Amor, mentiras y sangre parece moralizar los tipos de poder: uno masculino, represivo y hasta fálico, representado por las armas de fuego; y uno defensivo, sincero y justo, representado por Jackie y su vocación protectora. Pero ese discurso es puesto en tela de juicio más pronto que tarde: ¿hay alguna diferencia cuando todos –amados y enemigos– sufren las consecuencias?
Es aquí donde Amor, mentiras y sangre comienza a abrazar sus elementos más ambiciosos, y que sin duda serán los más polémicos. Glass, experta en desdibujar las líneas entre realidad objetiva y percepción subjetiva desde su primer largometraje, Salvando almas (Saint Maud), recurre a todo desde el surrealismo hasta el horror corporal para representar la espiral pesadillesca y esteroídica de Jackie, o los recuerdos culposos que Lou ha luchado tanto por reprimir. De thriller romántico criminal, su película, de pronto, da un giro repentino hacia un delirio febril por intoxicación simultánea del poder, la culpa y el deseo.
Sin embargo, la directora logra evitar los excesos, en general, consiguiendo conciliar la aparente contradicción de elegancia y cine serie B. Con una fotografía híper estilizada y una edición calculada, Ed Harris pasa de ser un vil criminal a un espectro de la memoria. La violencia viene en explosiones selectas –pero sí brutales–, y quizá son los momentos de surrealismo alegórico los que rozan peligrosamente con la comedia. Pero ese es, quizá, todo el punto.
Amor, mentiras y sangre (y todo ese equipaje)
En el cine, mucho se idealiza al amor como una fuerza capaz de superarlo –y perdonarlo– todo, sea a punta de compasión tierna o de la violencia más sórdida e implacable. Y, como Tom (Joseph Gordon-Levitt) en (500) Días con ella, muchas veces se debe a lecturas erróneas de las películas (vamos, Tom, ¿quién realmente pensó que Dustin Hoffman y Katharine Ross fueron felices al final de El graduado?).
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En Amor, mentiras y sangre, Rose Glass rescata su humor sutil, pero ácido, para ironizar sobre este ideal de romance. La directora nos invita a confrontar el hecho de que todos, absolutamente todos, traemos equipaje a nuestros vínculos románticos. A veces, ese equipaje es un padre traficante de armas, un cuñado abusador, una hermana sometida y un pasado criminal.
Y a veces, no queda más que limpiar el desastre que el ser amado deja a su paso por la vida del otro. ¿Pero cuándo es suficiente? Y todavía peor, ¿cuándo es demasiado tarde para decidir que lo es? Prueba de la habilidad de Glass es que, cuando Lou reafirma su amor por Jackie en pleno cagadero, provoca más risa que ternura.
Donde el amor y el deseo se conciben bajo el poder y el sometimiento, quizá siempre sea demasiado tarde. La mierda, inevitablemente, vuelve a desbordarse por el inodoro.
Amor, mentiras y sangre (Love Lies Bleeding) llega con preestreno en Sundance CDMX el 25 de abril, y a la cartelera comercial el 1 de mayo. Compra tus boletos para verla en cines.
Lalo Ortega es crítico de cine. Ha escrito para publicaciones como EMPIRE en español, Cine PREMIERE, La Estatuilla y más. Actualmente es editor en jefe de Filmelier.
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