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Crítica de ‘Drácula: Mar de sangre’: hacer el océano con un charco

Sobra decir que Drácula, el vampiro creado por Bram Stoker, es uno de los monstruos más famosos, populares y explorados de la cultura popular en general. En el cine, puede decirse que se ha hecho todo, desde adaptaciones fidedignas (e incluso no autorizadas) de la novela hasta comedias ácidas. Drácula: Mar de sangre (The Last Voyage of the Demeter) llega a salas de cine mexicanas este 17 de agosto para sumarse a la larga lista.

¿Qué traer de nuevo al mito del vampiro? Como sugiere su más afortunado y sucinto título original, la respuesta está en desmenuzar uno de sus elementos más someros y acotados para convertirlo en un largometraje de dos horas. La película toma la bitácora del capitán del Demeter, que constituye un fragmento de la novela de Stoker, y construye una película de terror sobre él.

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El resultado, como suele suceder con esta clase de experimentos, es irregular. La ejecución es limitada por un concepto pequeñito que es estirado hasta no dar más. Pero Drácula: Mar de sangre tampoco se complica donde cuenta: en ser una película de monstruos con momentos de terror muy efectivos.

Spoiler: todos mueren

Primero, vamos con lo difícil. Y no, en realidad no es un spoiler: cualquier persona con una vaga familiaridad con Drácula sabe que ninguno de los tripulantes del Demeter vivió para contar su encuentro con el vampiro. O quizá sí, con algo de ingenio retroactivo. Pero las probabilidades jamás fueron gentiles con ellos. Drácula: Mar de sangre lo establece así desde el inicio, comenzando la historia en los restos de la embarcación en la costa inglesa, antes de dar un salto un mes atrás en el tiempo. Entonces conocemos a Clemens (Corey Hawkins, La tragedia de Macbeth), un médico varado en Rumania que, luego de salvarle la vida al nieto del capitán del Demeter, Elliot (Liam Cunningham, Game of Thrones), acepta trabajo en el barco como una vía para volver a Londres. A bordo, como sabemos, también viajarán las cajas de tierra que alojan al vampiro.
Conoce a la tripulación. No te encariñes (Crédito: Universal Pictures)
Desde su concepción, la historia ideada por Bragi Schut Jr. hace dos décadas (con admitida influencia de Alien, de Ridley Scott) se enfrenta con el problema de una mitología demasiado bien delimitada. El margen de maniobra para innovar y sorprender en la narrativa es poco, sino es que nulo. Todos conocemos el desenlace: para cuando el Demeter alcance la costa de Inglaterra, todos los tripulantes deberán estar muertos. Esto, sumado a los aspectos más establecidos de Drácula (su debilidad a la luz, su necesidad de estar cerca de tierra transilvana), hacen que el asunto se vuelva repetitivo. Así como Clemens se pregunta por el sentido del mundo, entonces cabría, como espectadores, cuál es el sentido de este experimento. Quizá vale escuchar la respuesta del capitán Elliot: “al mundo no le importa el sentido. Quizá es mejor aceptar las cosas y sólo experimentarlo”.

Drácula: Mar de sangre cumple como película de monstruos

Dicho lo anterior, la producción encuentra un aliado en el cineasta noruego André Øvredal (Historias de miedo para contar en la oscuridad), cuya dirección logra crear una atmósfera de constante tensión y miedo entre los tripulantes, primero desconcertados por los incidentes extraños, y después desesperados al saberse atrapados con su verdugo. El director cae en algunos clichés: figuras que se ocultan en la neblina o en las sombras, o paneos lentos que anticipan el sobresalto. Sin embargo, Øvredal sabe dosificar el suspenso con pulcros trabajos de fotografía, sonido y edición.
Hay algunos sobresaltos de manual en Drácula: Mar de sangre, pero también una densa atmósfera de desesperación (Crédito: Universal Pictures)
Y si bien los asesinatos no brillan por su originalidad (todos sabemos que las mordidas son obligatorias), el director opta por un abordaje frontal y casi inclemente de la brutal violencia. A pesar de que, por ello y por su diseño, el monstruo principal casi se ve paradójicamente reducido a una bestia salvaje, esta brutalidad es un elemento crucial de la atmósfera amenazante, asfixiante. Así que, como diría el capitán, se trata más sobre disfrutar el viaje. Drácula: Mar de sangre no logra aportar mucho a la mitología de Drácula, y es constreñida por ella. Pero sí tiene éxito en un aspecto: en hacer del vampiro titular un espectacular monstruo de película.
Lalo Ortega

Lalo Ortega es crítico y reportero de cine, Maestro en Arte Cinematográfico por el Centro de Cultura Casa Lamm, y ganador del 10º Concurso de Crítica Cinematográfica Alfonso Reyes ‘Fósforo’ de FICUNAM 2020. Ha colaborado con Empire en español, Revista Encuadres, el Festival Internacional de Cine de Los Cabos, CLAPPER, Sector Cine y Paréntesis.com, entre otros. Actualmente es editor en jefe de Filmelier.

Escrito por
Lalo Ortega

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