Crítica de ‘Napoleón’: películas grandes, hombres pequeños Crítica de ‘Napoleón’: películas grandes, hombres pequeños

Crítica de ‘Napoleón’: películas grandes, hombres pequeños

‘Napoleón’ de Ridley Scott es una épica histórica que oscila entre la espectacularidad visual y la tibieza dramática. Checa la crítica.

Lalo Ortega   |  
22 noviembre, 2023 3:52 PM
- Actualizado 29 noviembre, 2023 10:17 AM

Para bien o mal, y como si la ficción histórica fuese novedad, gran parte de la conversación alrededor de Napoleón –épica de Ridley Scott que llega a salas de cine este 23 de noviembre– se ha enfocado en una supuesta responsabilidad hacia la veracidad histórica (y en las “amables” palabras del director, notable cascarrabias de carrera, hacia quienes cuestionan su visión).

Así que quitemos del camino esa cuestión, al menos por un momento: sí, al igual que Abel Gance hace casi un siglo, el también director de Gladiador, Alien y El último duelo se toma varias libertades para dramatizar, embellecer o recrudecer los hechos, en pos de una visión creativa.

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“¿Cuál es esa visión?”, cabría preguntar, sobre todo tratándose de un director cuya carrera se distingue tanto por una espectacularidad grandiosa para las secuencias de acción, como por la irregularidad de su filmografía tardía.

Podemos comenzar por decir que Napoleón apuesta por el entretenimiento fastuoso acostumbrado por las épicas históricas hollywoodenses (con todo el convencionalismo que ello implica), sin realmente intentar cuestionar al mito alrededor de su figura central. Por el contrario, es indulgente con sus lugares comunes, y construye sobre ellos.

El pequeño emperador

Además de Gance, hablar de adaptaciones de la vida de Napoleón Bonaparte a la pantalla de cine también nos remite, de forma irremediable e inevitable, a la épica jamás realizada por Stanley Kubrick. ¿Aspira Scott a ocupar su lugar con la obra más comprensiva, grandiosa y meticulosa sobre el emperador francés? Difícilmente.

Como ha expresado Michael Broers, profesor en Historia de la Universidad de Oxford y consultor en la película, Scott y el guionista David Scarpa están más interesados en tomar como materia prima los clichés conocidos sobre Napoleón –verídicos o no– y esculpir con ellos drama y espectáculo. ¿Realmente disparó a las pirámides egipcias? ¿En verdad fue un prodigioso líder militar? ¿Era pequeño y sexualmente incompetente?

Napoleón de Ridley Scott
Las secuencias bélicas son, indiscutiblemente, espectaculares (Crédito: Sony Pictures)

Si el resultado puede ser una imagen cinematográfica espectacular, la respuesta para Scott es sí, claro que sucedió. Pero en lo dramático, las respuestas son más complicadas. Y entonces tenemos a un Napoleón interpretado por Joaquin Phoenix (Guasón) que podrá no ser pequeño de estatura, pero sí de otros ámbitos de mente y espíritu. Su baja autoestima, queda claro, es compensada por una voracidad de poder y una manía de control sobre su imagen y legado.

Si tuviéramos, pues, que comparar a Napoleón de Ridley Scott con alguna obra de Kubrick, sería con Barry Lyndon: ambas son una crónica del ascenso y caída de hombres con espíritus pequeños pero egos tan grandes como sus ambiciones, que suelen tropezar con el patetismo de sus deseos y de su propia bajeza.

Sin embargo, es con el delicado balance entre drama e ironía que Scott tropieza, indeciso en el tono de su película.

Un Napoleón tibio

Dada la magnitud percibida de su sujeto, es posible encarar la pantalla y esperar de Napoleón una épica histórica sobria, que se toma a sí misma en serio y tiene la meticulosidad técnica para hacerlo. Sin embargo, eso no es lo que es la película de Scott. Al menos no del todo.

Temprano en el metraje, queda claro que el director tiene aspiraciones satíricas para su versión de “Le Petit Corporal”, y Phoenix se arroja con toda la disposición. Sí que hay, después de todo, material de sobra para satirizar los contrastes de un hombre que arrasó Europa por mundana ambición, pero que jamás estuvo cerca de complacer sexualmente a una esposa (Vanessa Kirby en otra fantástica actuación) que podía hacer de él su voluntad.

Vanessa Kirby en Napoleón
Vanessa Kirby es espectacular como Josefina, contrapunto crucial del protagonista (Crédito: Sony Pictures)

Sin embargo, Scott nunca abraza del todo ni el tono serio y dramático, ni esa ironía que queda sugerida, subyacente. Se mantiene incómodo en el medio, limitado a esporádicas situaciones chuscas, exacerbadas por el trabajo de Phoenix con el diálogo. En una tibieza impropia para el emperador francés –pero que ya hemos visto en Scott con La Casa Gucci–, el resultado se construye en la disonancia tonal que, más que sumar al todo, se siente como una piedra en el zapato.

Y así, Napoleón encaja limpiamente en la irregularidad acostumbrada por el director en su filmografía tardía. El trabajo de vestuario, escenografía y fotografía es espectacular, y todo alcanza su cumbre en secuencias bélicas impecables, que sí merecen ser vistas en la pantalla de mayor tamaño posible.

Pero, en la intimidad, quedamos con un par de personajes de quienes no se dice ni muestra nada que no haya sido consagrado por su mito, y que sólo son salvados de la insipidez por las actuaciones monumentales de sus protagonistas. Una película que, como su sujeto, tiene aspiraciones grandiosas, pero que pierde algunas batallas clave en el camino.

Napoleón llega a salas de cine este 23 de noviembre.

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