'Indiana Jones': Hollywood huele a rancio
La última entrega de ‘Indiana Jones’ fracasa en su fin de semana de estreno y consolida una preocupante tendencia en taquilla para el verano hollywoodense.
“El pasado nos pertenece, doctor Jones”, le dice el villano a nuestro héroe en un momento climático de Indiana Jones y el Dial del destino. Para ese punto del metraje de 2 horas y media, no podría haber estado más de acuerdo: ver al octogenario Harrison Ford persiguiendo y golpeando nazis, como si fuese el mismo héroe de treinta y pico en Los cazadores del arca perdida, transmitía una sensación de desesperación por volver a los días en los que el arqueólogo aventurero era un éxito asegurado de taquilla.
Lamentablemente para Disney –que desembolsó por la película 300 millones de dólares (mdd), sin contar gastos de marketing y promoción–, este ya no es el caso. La quinta y última aventura de Indy recaudó sólo 60 mdd en los Estados Unidos durante su fin de semana de estreno, para un total de 130 mdd en la taquilla global.
Sobra decir que la película tiene varios problemas por sí sola, que van desde un metraje inflado a un guión que parece un greatest hits de sus predecesoras y, en general, un cierto olor que da a entender que la franquicia ya pertenece a un museo.
Sin embargo, Indiana Jones y el Dial del destino es sólo la más reciente en una larga cadena de enormes blockbusters de verano que fracasan en cumplir las expectativas. Se estima que incluso podría perder más dinero que Flash, el otro caso emblemático de la temporada, aunque el arqueólogo y el superhéroe están lejos de ser incidentes aislados.
La “exhumación” de Indiana Jones
Antes de El Dial del destino, la última vez que vimos a Indiana Jones fue en 2008, con el estreno de Indiana Jones y el Reino de la Calavera de cristal. Dicha producción recaudó poco más de 790 mdd contra un presupuesto de producción de 185 mdd, a pesar de una dudosa respuesta de la crítica y ciertos sectores del público.
Para entonces, el nombre de Steven Spielberg todavía estaba asociado a la franquicia, y ésta aún era controlada por Lucasfilm. Cuando fue adquirido por Disney en 2012, Indy se convirtió en un engranaje de la enorme maquinaria que Mickey Mouse alimentaría con una sola cosa durante la siguiente década: franquicias, propiedades intelectuales ya establecidas –y automáticamente llamativas para el público– que habrían de ser ordeñadas con nuevas entregas año con año.
- Checa también: ¿Dónde ver toda la saga de Indiana Jones?
El Universo Cinematográfico de Marvel (UCM) es el ejemplo más evidente y extenso de dicho modelo, en el que coexisten también Star Wars, las películas de Pixar y las producciones de Disney Animation, entre tantas otras propiedades.
En un mercado donde las propiedades intelectuales establecidas han sido la apuesta segura, los otros grandes estudios han replicado la estrategia. En 2023, Paramount Pictures va para las séptimas entregas de ambas Transformers y Misión: Imposible. Universal Pictures renovó la franquicia de Jurassic Park y ha expandido la de Rápidos y furiosos a 10 entregas y un spin-off. Sony se aferra como puede a su Spider-Man (con bastante éxito en últimos años) y Warner hace lo que puede con sus superhéroes de DC Comics.
Todo indicador de taquilla de la última década avalaría dicha estrategia como exitosa. Pero, como todas, lo es hasta que ya no.
Hollywood, entre el hartazgo y la saturación
De vuelta a 2023, Indiana Jones y el Dial del destino es sólo el blockbuster de elevado presupuesto con dudosos resultados en taquilla. Con una tibia respuesta de la crítica, una duración un tanto prohibitiva y Tom Cruise con su Misión: Imposible en el horizonte, la rentabilidad del proyecto parece complicada para Disney.
Con la posible excepción de Sony con Spider-Man: A través del Spider-verso (el estreno más exitoso de la temporada después de Super Mario Bros.: La película), los grandes estudios están en el mismo barco.
Si bien no son casos tan graves como Flash (o la segunda ¡Shazam! hace unos meses), Universal ha sufrido para que la costosísima Rápidos y furiosos X resulte rentable: según estimaciones que toman en cuenta sus 340 mdd de producción y elevados costos de marketing, tendría que recaudar 800 mdd como mínimo para generar ganancias. Desde su estreno en mayo, apenas logró cruzar la barrera de los 700 mdd.
Por otro lado, Transformers: el despertar de las bestias tiene números menos desoladores. Con un presupuesto de producción más moderado de 200 mdd y una recaudación de casi 380 mdd, parece que perderá menos dinero. A pesar de que su fin de semana de estreno resultó mejor de lo esperado, fue menor al de otras películas de la saga.
Así el panorama general, y Disney tampoco se salva. Más allá de Indiana Jones, la maquinaria de Mickey Mouse ya ha tenido sus tropiezos este año con el polémico remake de La sirenita y con Ant-Man and the Wasp: Quantumania.
Y luego está el problema de Tom Cruise. O, mejor dicho, el problema de la saturación.
Algo que varias de estas producciones tienen en común, es que apuntan a públicos bastante amplios. Hasta ahora, la estrategia con películas como Star Wars y Marvel ha funcionado porque son el “producto intergeneracional perfecto”: atraen tanto a los padres que crecieron con ellos, como a sus hijos, a quienes comprarán las figuritas de acción. Mismo tema con los Transformers, y con los superhéroes de DC.
Pero sucede que, más allá de lo prohibitivas que son algunas de estas franquicias (entre series y películas, el UCM ya acumula más de 40 entregas), acaparan el mercado en un lapso demasiado corto de tiempo. Ya infamemente, Flash y Spider-verso se estrenaron con sólo dos semanas de diferencia, y con tramas muy similares entre sí. ¿Pero qué sucede con el público cuando hay un estreno gigantesco cada semana?
El hecho es que el público tiene tiempo y dinero limitados, y entre una oferta cada vez más vasta que incluye también a las plataformas de streaming, ser selectivos es una necesidad. Si mi presupuesto da para ir una sola vez por mes al cine, ¿le apuesto a la nueva Misión: Imposible o a Oppenheimer? Si las críticas para Indiana Jones no son tan buenas, ¿vale la pena ir al cine, o mejor la espero en Disney+?
Pero incluso en este mercado tan saturado y dominado por las propiedades intelectuales establecidas, cabe señalar algo más: sí hay películas que han prosperado en taquilla y, curiosamente, están basadas en franquicias existentes. El caso emblemático es, de nuevo, Spider-Man: A través del Spider-verso, tan sólo la enésima película basada en el personaje que ya ha recaudado seis veces su presupuesto de producción.
Sin embargo, más allá de la numeralia, Spider-verso ha sido aclamada por público y crítica por su audacia y originalidad. Por construir sobre la misma audacia y originalidad de su predecesora, que ya era considerable. Por tener algo que, debajo de todas las implicaciones de una marca comercial, tiene algo parecido a inspiración y corazón.
Algo que, sobra decirlo, es diametralmente opuesto a desempolvar a un viejo personaje de los 80, ponerle su sombrero y esperar que revivan las glorias de antaño (con todo el debido respeto a Harrison Ford).
“El pasado nos pertenece, doctor Jones”. En efecto. Ahí pertenece y, a juzgar por ese olor a rancio, Hollywood haría bien en dejar sus franquicias en el museo y excavar en busca de algo nuevo.
Lalo Ortega es crítico de cine. Ha escrito para publicaciones como EMPIRE en español, Cine PREMIERE, La Estatuilla y más. Actualmente es editor en jefe de Filmelier.
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