‘Spider-Man’, el multiverso en el cine y la paradoja del Spider-verse

Si el éxito en taquilla de Spider-Man: A través del Spider-verso (Spider-Man: Across the Spider-verse) nos confirma algo que ya sabíamos, es que las historias sobre multiversos son lo de hoy. Esta secuela continúa la historia de Miles Morales, un adolescente de Nueva York que se consolida como el superhéroe arácnido local, luego de conocer a sus colegas de otros universos en la película anterior.

Pero no es la única película de multiverso que veremos este año (Flash, con Ezra Miller escoltado por dos Batmans, viene pisándole los talones). Eso sin mencionar sólo un puñado de historias similares en el último puñado de años.

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En 2022 vimos tanto Doctor Strange en el Multiverso de la locura de Marvel Studios, la oscarizada Todo en todas partes al mismo tiempo del estudio indie A24, y una nueva temporada de Rick y Morty, quizá la serie multiversal por excelencia. Un año atrás, la serie Loki ya había introducido el concepto de múltiples realidades al Universo Cinematográfico de Marvel, una de las franquicias mediáticas más exitosas de la historia. Y ni hablemos del Doctor Strange y el nerdcito en Spider-Man: Sin camino a casa.

Tampoco es que esta clase de historias no se hayan hecho antes en el cine. ¿Recuerdan a Jet-Li en El único? Y hasta podríamos decir que Qué bello es vivir, de 1946, lidia con realidades alternativas. Sin embargo, hay un evidente auge en la popularidad de estas narrativas al que vale la pena mirar, pues Spider-Man (y su Spider-verse) parecen estar en el centro de sus posibilidades. Las buenas y las malas.

El multiverso: la (des)ilusión de las posibilidades

El atractivo del multiverso es evidente por una razón sencilla y compleja a la vez: el concepto de conocer todas las posibilidades –pasadas y futuras– en una vida que cada vez es más caótica e incontrolable.

Vivimos la vida a través de diferentes facetas, fragmentaciones de nosotros mismos, mientras millones de variables ajenas a nosotros pueden cambiar por completo nuestras vidas. Al mismo tiempo, somos bombardeados por miles de estímulos mediáticos al día que nos hablan de una sola cosa: opciones. Mil destinos de viaje diferentes, la posibilidad de cambiar de pareja, de trabajo, de lo que sea.

“Creo que vivimos múltiples vidas en dimensiones paralelas todo el tiempo”, manifestó a CNN Phil Lord, coguionista de Spider-Man: A través del Spider-verso y de su predecesora. “Vivimos una vida (o vidas) online. Y vivimos una vida laboral que está en una pantalla. Y está la vida en el hogar, con nuestros amigos. Tratar de resolver todas esas cosas es algo en lo que estaremos pensando todo el tiempo”.

Y añadió: “en términos narrativos, se trata de imaginar los posibles desenlaces de nuestras vidas. Todo el punto de tener cerebros narrativos es poder imaginar los desenlaces futuros de nuestras acciones”.

“¿Qué del momento presente no te hace añorar una realidad alternativa? Explorar el multiverso permite a los personajes hacer realidad y confrontar esas fantasías… para bien y para mal”, expone Michael Waldron, guionista de Doctor Strange en el Multiverso de la locura, showrunner de Loki y guionista para Rick y Morty.

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Salgamos del Spider-verse por un momento y volteemos a ver a Todo en todas partes al mismo tiempo. La premiada película de los Daniels sigue a Evelyn (Michelle Yeoh), la hastiada dueña de una lavandería que lamenta sus decisiones de vida y malas relaciones con su hija (Stephanie Hsu) y esposo (Ke Huy Quan). Se pregunta por todo lo que pudo ser si hubiera hecho las cosas de manera diferente. Y entonces, se ve arrastrada a una lucha por el multiverso que le muestra todas las posibilidades.

“Cada rechazo, cada decepción te ha traído hasta este momento”, le dice una versión alternativa de su esposo. Más tarde, Evelyn se da cuenta no sólo de sus errores, sino de la belleza en su vida, y la encara con optimismo. Pero, confrontada con esa infinidad de posibilidades, su hija llega a la conclusión opuesta. Cae en un nihilismo pesimista. Madre e hija se encuentran en una débil línea sobre lo que separa al conocimiento de que nada importa y, a la vez, todo es posible.

El problema con estas dos respuestas es que pueden ser “antinarrativas”. Si nada importa y todo puede pasar, ¿dónde quedan la motivación y el riesgo, esenciales para la conexión emocional con un público?

La solución para los Daniels ha sido hacerlo personal. Aunque Todo en todas partes al mismo tiempo nos presenta en términos claros un multiverso masivo, en el que hasta los mapaches cocineros son posibles, lo que está en juego es personal. Es el corazón de una hija tan desencantada con su vida –y todas sus versiones en el multiverso–, que está dispuesta a destruirlas todas a través de todos los universos.

Esto es en donde Marvel fracasa con su multiverso, sobre el que se construyen las historias de sus llamadas Fases 5 y 6. Las implicaciones de las incursiones entre un universo y otro son explicadas de forma clara a lo largo de múltiples películas y series. Pero lo que está en riesgo en ellas rara vez es personal. La gran narrativa construye hacia el siguiente capítulo de una franquicia.

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Hablando de franquicias, la elasticidad del concepto del multiverso, como hemos visto, permite traer de vuelta a encarnaciones pasadas de un mismo personaje o presentar a versiones alternativas de otros desaparecidos. Así como Andrew Garfield y Tobey Maguire entraron al mundo de Tom Holland para romper la taquilla, no descartemos que otra versión del difunto Tony Stark aparezca por ahí, con otro rostro que no sea el de Robert Downey Jr.

Todo en todas partes al mismo tiempo es una historia familiar que recorre todo desde trastorno de déficit de atención a depresión, nihilismo, la dinámica de una familia inmigrante asiática y la compasión. Spider-Man: Sin camino a casa y similares secuelas multiversales, lidian con lo que sea que el tal Kang (Jonathan Majors) esté planeando para una película que se estrenará en 2025.

El Spider-verse: ¿el justo medio?

Spider-Man: A través del Spider-verso es un caso curioso, pues podría argumentarse que ha logrado balancear las aspiraciones dramáticas de una película que busca contar una historia de verdad, y de una megaproducción comercial de gran presupuesto proveniente de una franquicia establecida. No sólo eso, su singular dirección de arte y estilo de animación, originados en su predecesora, hacen gala del concepto subyacente a su narrativa: es visualmente fragmentaria y ecléctica, como el multiverso que converge en ella.

Con bastante razón, la secuela del Spider-verse ha sido aplaudida por sus considerables méritos artísticos. Incluso si su guión y metraje son excesivos para algunas apreciaciones, el resultado en pantalla eleva el pastiche barroco de estilos artísticos de su predecesora a nuevos niveles, como si fuese el orgiástico hijo bastardo de John Romita, Basquiat y ​​Věra Chytilová. Algunos no han demorado nada en tildar a la nueva subfranquicia como “el futuro de la animación”. Habrá que ver.

La gran paradoja del Spider-verse está en esa palabra clave: la franquicia. Si bien es una verdad indiscutible que su estilo visual ha sido un parteaguas para las posibilidades de la animación occidental, cabría cuestionar si no está siendo utilizado para brindarnos algo que, en el fondo, es más de lo mismo (spoilers de Spider-Man: A través del Spider-verso a continuación).

En esta secuela, vemos a Miles Morales (voz en inglés de Shameik Moore) lidiar con las responsabilidades de ser el Spider-Man de su universo. Hay un nuevo villano en la ciudad, la Mancha (voz de Jason Schwartzman), quien descubre en sí mismo la habilidad de saltar entre universos. En paralelo, existe una Sociedad Arácnida formada específicamente para evitar que seres como él provoquen anomalías en el canon del multiverso.

Como lo explica su obsesivo líder, Miguel O’Hara/Spider-Man 2099 (voz de Oscar Isaac), hay ciertos “eventos canónicos” que deben suceder en las vidas de todos los Hombres y Mujeres Araña, a través de todo el multiverso, para que se mantenga el orden. Cualquier desviación de lo que “debe ser” provocará una grieta en cada universo que amenazará con destruirlo y a todos los demás. Cuando Miles salva a un capitán de policía de otro universo, descubre que ha creado una anomalía. Y que su padre, que pronto ascenderá a capitán también, es el siguiente en una lista de decesos que deben suceder.

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Aunque se trata de un abordaje ambicioso para el Spider-verse (y para las narrativas derivadas de cómics en pantalla), también pone en evidencia lo derivativas –y rígidas– que pueden ser las historias que se desprenden de franquicias establecidas.

Seguro, es divertidísimo ver que existe un Spider-Rex, un Spider-Cat, o ver cómo convergen estilos de animación como el de la serie animada de 1967. ¿Pero realmente qué tan diferente es Spider-Gwen de Peter Parker, o éste de Miguel o de Pavitr ​​Prabhakar. Todos ellos han de ser mordidos por una araña, perder a un tío y a un capitán de policía.

Es lo que los convierte en “Spider-Man”, y también lo que los hace reconocibles ante un público que busca la familiaridad. Incluso es uno de los temas predominantes en la película: la pertenencia (“somos iguales”, dice Miles a Gwen en algún punto).

Y, seguro, un tal Joseph Campbell nos diría que ni el Spider-verse está exento de cierta repetición de historias. Pero cabe poner en perspectiva qué tan innovadora puede ser una de estas películas en realidad (y en términos estrictamente narrativos) si, tal como Miguel O’Hara, el canon es todo lo que importa.

O, como declara Miles en un momento climático, quizá hasta dentro de las megafranquicias de megacorporaciones mediáticas hay algo de margen para moverse fuera de los mandatos y, si todo sale bien, construir algo nuevo. “Voy a hacerlo a mi manera”.