'Titane': los humanos son de metal
La ganadora de la Palma de Oro en Cannes 2021, ‘Titane’, llega a salas de cine mexicanas el 2 de diciembre.
Cuando Julia Ducournau presentó en Cannes su largometraje debut, Voraz, la conversación al respecto parecía reducirse a la trama que origina sus chocantes imágenes: una chica universitaria, religiosamente vegetariana, desarrolla un repentino apetito por carne humana. Con Titane, ganadora de la Palma de Oro este año, la historia parece repetirse.
Para bien y mal, el segundo largometraje de la cineasta francesa parece destinado a ser discutido alrededor de una escena clave: cuando su protagonista, Alexia (Agathe Rousselle), tiene sexo con un muscle car.
Pero reducir Titane a “la película de una mujer con un fetiche por el metal”, sería el mismo flaco favor que hablar de Voraz como sólo una película sobre una caníbal en ciernes. Debajo de la superficie, esta última es una historia de maduración sobre una joven mujer que aprende a aceptarse, sin importar cuán extremas sus necesidades, algo que trasciende la lógica hasta insertarse en el terreno de una fábula o cuento fantástico que hubieran escrito felizmente los hermanos Grimm, si hubieran vivido en el siglo XXI.
Con su segundo largometraje, Ducournau repite la fórmula y nos presenta otra historia que raya en un nivel de incoherencia propio únicamente de las fábulas. Sólo que esta vez no se trata de una sobre la fragilidad del cuerpo humano, sino sobre la maleabilidad de la identidad.
Érase una vez una asesina serial…
Titane (palabra francesa para “titanio”) establece desde sus primeros minutos un vínculo singular entre su protagonista y el metal. Mientras viajan en auto, una pequeña Alexia (aquí interpretada por Adèle Guigue) hace enojar a su hastiado padre, quien quita la mirada del camino. Un brutal impacto después, y la niña está recibiendo un implante de titanio en la cabeza.
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Años más tarde, Alexia trabaja como modelo de autos, bailando encima de muscle cars en exhibiciones ante hordas de sedientos fans y sus miradas deseosas. Ella mantiene la cicatriz en su cabeza claramente visible, un recordatorio del metal que sigue y seguirá dentro de ella. Sin embargo, su vida toma un giro violento y extraño cuando uno de estos fans se niega a tomar un “no” como respuesta, así que ella opta por una solución radical.
Después de eso (y del mencionado encuentro sexual motorizado), el primer acto de Titane se convierte en una alucinante espiral de violencia que conduce a la protagonista a huir –aparentemente embarazada por el auto–, y a abandonar su identidad. Entonces modifica su aspecto (en maneras demasiado radicales para arruinar aquí), y así se hace pasar por un chico que lleva décadas desaparecido, Adrien.
Sin embargo, cuando es detenida, quien entra por la puerta a verla es el padre de Adrien, Vincent (Vincent Lindon), un bombero veterano que afirma reconocer a su hijo. Incapaz de hacer o decir nada que la delate, Alexia/ Adrien es llevado a casa, donde debe mantener su fachada en el ambiente hípermasculino de una estación de bomberos.
En adelante, la película de Ducournau balancea la sanación de la relación entre padre e “hijo”, con la tensión que atraviesa Alexia por ocultar su feminidad –y un extraño embarazo cada vez más evidente– para no ser descubierta.
Titane y las identidades maleables
Sobra decir que, por sí mismo, el hecho de tener a una protagonista embarazada por un automóvil hace más que sobrepasar los límites extremos de la verosimilitud: se vuelve asunto de una retorcida fantasía en la que hasta los elementos más viscerales y mórbidos caen en el terreno de la metáfora.
El metal, pues, es más que las fijaciones sexuales de su protagonista, más que el implante alojado en su cráneo y más de lo que se asoma por un vientre que derrama aceite de motor. En primera instancia, podemos pensar que el metal representa a los monstruos que se esconden en nosotros. Considerando sus brutales actos y la transformación física que atraviesa, cabría decir que Alexia misma es uno de los monstruos más terribles que han salido de la pantalla en lo que va del siglo, una fuerza de la naturaleza que escapa a las explicaciones.
Pero su presencia en la casa de Vincent desencadena más que un cambio físico, pues para ella, el padre y quienes les rodean, las transformaciones son también psicológicas, en la forma de transgresiones a normas que, tradicionalmente, son definidas por su rigidez. Pero el metal más duro, sometido a suficiente presión, se rompe o se dobla. Se adapta.
En Titane, el género se dobla. Para ocultarse, Alexia decide ocultar sus rasgos femeninos y su vientre para hacerse pasar por Adrien, adoptando un aspecto de ambigüedad profundamente andrógina. El casting de Rousselle, una modelo totalmente ajena al cine descubierta en Instagram, no es casual: “No me dijeron mucho sobre la película en la audición”, recordó la actriz para Interview Magazine. “Sabía que tenía algo que ver con el género, algo con lo que estaba familiarizada, pues siempre me han confundido con chicos y hombres”.
Incluso, llegado a un punto, la hipermasculinidad de los otros bomberos también se dobla. Estos, que en algún momento se refieren a “Adrien” como “gay” debido a su apariencia frágil, quedan visiblemente confundidos cuando la verdadera esencia de Alexia emerge a la superficie durante una fiesta.
Ellos mismos son protagonistas de una escena con tintes homoeróticos: mientras todos bailan juntos una noche (“But I've seen the way that bodies lie and bodies tend to break”, dice la canción Light House de Future Island que suena en el fondo), uno de ellos intenta revelar la verdad sobre Adrien a Vincent. “Vuelve al agujero del que saliste”, le advierte cuando fracasa. “¿No sientes la energía que hay entre nosotros?”. No es sólo la mentira: la ambigüedad de su género es percibida como una amenaza.
La misma escena presenta uno de los momentos más dulces entre el padre y su “hijo”, y es aquí que comenzamos a comprender que la verdad sobre la protagonista quizá sea lo de menos. “Nadie habla sobre mi hijo. Jamás”, dice Vincent en negación, cuando el asunto ya no podría ser más obvio.
Este es un hombre cuya vida y mente fueron hechas pedazos por la desaparición de un hijo. Más resistente es su cuerpo, una vieja masa de músculos masculinos que se aferra a la juventud a punta de esteroides. Él no podría ser más obstinadamente rígido, pero ante la posibilidad de arañar de nuevo la paternidad, el concepto tradicional de familia se dobla al grado de decirle a una extraña con senos, convencidamente, que ella es su hijo.
Para cuando Titane alcanza su desenlace y comienzan los créditos, hemos visto una película que logra oscilar entre la ambigüedad y el sinsentido más delirante, que puede resultar frustrante por no responder a todas sus incógnitas. Sin embargo, su relato es una hermosa salvajada capaz de mover las vísceras para confrontarnos con una verdad: la maleabilidad de la identidad humana.
Titane llega a salas de cine mexicanas el 2 de diciembre de 2021, y estará disponible exclusivamente en la plataforma MUBI a partir de 2022. Si quieres saber más sobre la película y adquirir boletos, entra en este enlace.
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Lalo Ortega es crítico de cine. Ha escrito para publicaciones como EMPIRE en español, Cine PREMIERE, La Estatuilla y más. Actualmente es editor en jefe de Filmelier.
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