La directora Catherine Breillat (Una relación perversa) es una experta en plantear reflexiones sobre el mundo femenino –la sexualidad, particularmente– desde las relaciones tabú. Culpa y deseo es un drama sobre una mujer (Léa Drucker), exitosa y respetada abogada, que lo arriesga todo cuando se involucra en un romance con su joven hijastro. No es exactamente una relación romántica, pero a través de ella, la directora expone dinámicas de poder viciadas entre padres e hijos, mujeres y hombres, madurez y juventud.
Culpa y deseo es, de hecho, un remake de película danesa Reina de corazones, que sigue básicamente la misma trama. De igual forma, se trata de una propuesta desafiante que muestra el descenso de una mujer desde lo más alto de su éxito personal y profesional, hacia lo más oscuro y siniestro de su alma, en los límites morales de la vida familiar y el deseo sexual. Es la clase de película que te dejará pensando y se quedará contigo mucho tiempo después de haberla visto.
La película romántica con mujeres maduras de moda es, en esencia, una fantasía convertida en una exitosa ficción literaria y cinematográfica. La idea de ti sigue a una madre soltera en sus cuarentas (Anne Hathaway) que, luego de llevar a su hija adolescente a un concierto, acaba viviendo el sueño de toda chica: vivir un intenso romance con el líder de una boyband. Aunque enteramente fantasiosa y cursi, brinda una representación más digna y sin tantos prejuicios de una relación entre una mujer mayor que su pareja, con toda su sensualidad.
Y si hablamos de la película romántica con una mujer madura por excelencia, no puede quedar fuera la señora Robinson (Anne Bancroft). El graduado sigue a un joven universitario (Dustin Hoffman) sin rumbo ni aspiraciones claras que, hastiado por la sociedad que le rodea, se deja llevar hacia un romance con una amiga de sus padres (Bancroft). Pero cuando conoce a la hermosa hija de los Robinson, Elaine (Katharine Ross), las cosas se desmoronan.
¿Podemos contar a una mujer de 25 años como "madura"? Quizá no realmente, pero la relación entre los protagonistas de Licorice Pizza nos lleva a cuestionar los límites morales por la diferencia entre ellos. Por un lado, está Gary Valentine (Cooper Hoffman), un chico de 17 años que ya no puede seguir trabajando como actor infantil, así que explora otras formas de hacer dinero. Su carisma arrastra hacia su órbita a Alana Kane (Alana Haim), una mujer más grande y frustrada con su vida, pero que no puede evitar estar cerca de él y sus amigos adolescentes.