‘Los espíritus de la isla’ y los fantasmas cotidianos del tedio idílico

Se estrenó este jueves, 2 de febrero, Los espíritus de la isla (The Banshees of Inisherin), cuarta película del director Martin McDonagh, quien ganó reconocimiento entre el gran público con su película Tres anuncios por un crimen, nominada a siete premios Oscar en 2018 y ganadora de dos (Mejor Actriz para Frances McDormand y Mejor Actor de Reparto para Sam Rockwell).

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Su nueva película también ha tenido mucha fuerza en las premiaciones: ganó en los Globos de Oro en las categorías de mejor actor, mejor guión y película de comedia o musical; y fue nominada al Oscar en nueve categorías, siendo uno de los más fuertes candidatos en la premiación.

La película retoma la alianza establecida entre el director y Colin Farrell (Batman) y Brendan Gleeson (el profesor Moody, de la serie en las películas de Harry Potter). El trío había trabajado juntos en la comedia dramática criminal En Brujas, de 2008, y los dos actores también trabajaron en otros proyectos con el director, separadamente. Las alianzas ya conocidas mejoraron mucho la película, garantizando naturalidad en las escenas y fluidez en la narrativa, además de un toque nostálgico.

¿Cuál es la historia de The Banshees of Inisherin?

La narrativa de Los espíritus de la isla es muy contenida: a principios del siglo XX, el idílico pueblo de Inisherin, establecido en una pequeña isla, sigue de lejos una guerra civil. Su gente vive una vida prosaica, y acompañamos a Pádraic (Farrell) y Colm (Gleeson), mejores amigos de mucho tiempo.

Sin embargo, Colm es atormentado por la falta de propósito en su vida, además del deseo de dejar un legado, por lo que siente que no puede desperdiciar más tiempo con cosas mundanas y conversaciones sin sentido. Para Colm, y la mayoría de las personas del pueblo, Pádraic es un hombre aburrido y limitado, simpático pero sin mucho que ofrecer, por lo que Colm se niega a mantener más su amistad. Y así la narrativa se desarrolla, con Pádraic como protagonista, en su búsqueda para tratar de recuperar la amistad, o al menos obtener una justificación para la ruptura.

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Pádraic es un optimista por naturaleza, que ama a sus animales y disfruta de pasar el tiempo en la taberna tomando cerveza a las dos de la tarde. Valora ser una persona buena, llena de simpatía y compañerismo, sin preocuparse por llevar una vida modesta. No le importan mucho los libros ni la música, ni lo que sucede fuera de su microcosmos. Para él, basta con la compañía de su hermana, sus animales y sus amigos, y es por eso que su existencia se ve tan afectada cuando Colm se niega a hablar con él de nuevo. Al mismo tiempo, eso lo motiva a recuperar su amistad a cualquier costo, sin importar cuán terco tenga que ser.

Además, la terquedad viene de ambos lados, porque mientras Pádraic no deja en paz a su amigo, Colm también se niega de todas las maneras posibles a considerar una solución intermedia, llegando a tomar medidas extremadamente drásticas para imponer su voluntad.

¿Es una comedia dramática o un drama con humor?

La química y el esmero se desbordan en la película. Colin Farrell está en uno de sus mejores papeles, inigualable en su simpatía ingenua, mientras que Brendan Gleeson contrasta con un constante mal humor en todo momento en que están juntos. El resto del elenco no deja nada que desear: Barry Keoghan (Eternals) interpreta a un joven excéntrico del pueblo, tratado con rechazo por la mayoría pero con cariño por Pádraic; mientras que Kerry Condon (Better Call Saul) hace un trabajo excelente como la hermana de Pádraic, y aparentemente la única persona con algo de sentido común entre los personajes.

Las interacciones son una delicia en Los espíritus de la isla, construidas de manera sutil y cuidadosa, y todo el ambiente de esa pequeña e idílica isla es de lo más bonito. Escenarios vastos que transmiten una calma melancólica, trabajados con una mirada certera por la cámara.

La sensación que se respira en la película es agridulce. Hay un humor muy claro en estos dos adultos peleándose como niños caprichosos, y la incomodidad situacional provoca la risa en varios momentos, pero también es explícita (y hasta más palpable) la melancolía que la película carga en todos sus personajes. Pádraic se siente inconforme por la pérdida de su mejor amigo y es dominado por una desesperación lírica; Colm carga con el peso de su irrelevancia existencial; Siobáhn (Condon) se siente atrapada en ese lugar; y Dominic (Keoghan), finalmente, es un joven atormentado por problemas familiares y el rechazo social.

Es una película que habla sobre los pesares de la vida cotidiana y la conformidad desde varios ángulos. El dolor que causa la monotonía, el miedo a no ser recordado después de partir, la tristeza de ser rechazado y, sobre todo, la gran dificultad que tenemos para soltar cosas que ya no tienen sentido en nuestra vida, ya sea en relaciones que continuamos por miedo a estar solos o en cualquier otra situación personal que nos haga daño, pero que no abandonamos debido a la simple inseguridad que causaría el vacío, y la dificultad de escapar de una zona de confort.

Los espíritus de la isla es una película de personajes

En medio de tanta melancolía, desesperación y desilusión, sin embargo, destaca una característica especial en Los espíritus de la isla (The Banshees of Inisherin). El cariño y afecto que Martin McDonagh brinda a sus personajes es algo que no pasa desapercibido. Hay un optimismo lúdico detrás de cada uno, que nos hace sentir afecto por ambos lados, al mismo tiempo que la dicotomía se rompe de manera natural, con personajes que son moralmente ambiguos. Por ejemplo, Pádraic, aun siendo nuestro protagonista y estando en una situación de injusticia, tiene sus propios errores, miente, insiste y actúa sin pensar. Por otro lado está Colm, que tiene una posición de antagonista y se muestra como una persona amable, con ganas de disfrutar su vida y cautivar a quienes lo rodean. Esta ternura ambigua otorga a los personajes la humanización necesaria para que la película funcione de verdad.

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Entre líneas, también es necesario entender la película como una metáfora para la guerra. Tanto la Guerra Civil Irlandesa como cualquier guerra. Se trata de un conflicto que cuando buscas su raíz, no tiene sentido. Una pelea que se extiende y perpetúa por el simple propósito de pelear, a un punto en el que los lados ni siquiera saben por qué lo hacen o quién debería estar en lo correcto, como bien señala una escena que ironiza la cuestión, cuando cierto policía dice que ha sido llamado al país para ayudar con ejecuciones para uno de los lados, y luego se corrige diciendo que no recuerda para qué lado era. El conflicto es un despropósito, su motivación no tiene sentido, ya que cualquier otra solución para la situación podría ser mejor, pero la terquedad y falta de comunicación (por ambas partes) hacen que la situación se desarrolle de la peor manera posible, con daños irreparables.

Los espíritus de la isla (The Banshees of Inisherin) concluye entonces como una obra tragicómica sobre la incomunicación y la amarga realización de no aguantar más a alguien que antes fue querido. Es, finalmente, “una metáfora –triste– para la Guerra Civil Irlandesa. Para todas las guerras civiles. Para todas las guerras.”

Los espíritus de la isla ya está en salas de cine. Para saber más sobre la película y comprar boletos, entra aquí.

Publicado originalmente en la edición brasileña de Filmelier News.