Este sitio utiliza cookies para mejorar la experiencia de usuario, de acuerdo a nuestros Términos y Condiciones de Uso, actualizados al 8 de Septiembre de 2022. Al continuar navegando en este sitio, declaras estar consciente de dichas condiciones.
Notícias > Películas > Crítica de ‘Rebel Moon (Parte 2)’: Zack y sus fetiches
Crítica de ‘Rebel Moon (Parte 2)’: Zack y sus fetiches
‘Rebel Moon (Parte 2)’ se hunde más en la espiral sin vida ni imaginación de Zack Snyder y Netflix. Checa la crítica a continuación.
Poco después de haber visto la primera parte de Rebel Moon el pasado diciembre, la conclusión generalizada –por obviedad– era que Zack Snyder había realizado una calca de Los siete samurái de Akira Kurosawa, pero en el espacio. O de su primera mitad, al menos. Y medio en broma, se anticipaba que Rebel Moon (Parte 2) –en Netflix desde hoy, 19 de abril– fuese la exacta réplica del resto de la historia, en la que un puñado de valientes guerreros enseñan a unos aldeanos a defenderse de invasores.
Pasó un tiempo y, sorpresa: llegaron los primeros avances de la película. Entre un montón de planos en cámara lenta, la historia discernible era la misma: guerreros enseñando a los aldeanos cómo luchar.
Publicidad
Dicho lo anterior, no hace falta añadir mucho más para expresar el lamentable agujero negro de creatividad, ingenio y alma que es la segunda entrega de Rebel Moon. Otrora proclamada como “Star Wars para adultos”, acaba siendo menos que la suma de sus partes, todas y cada una de ellas pobres imitaciones del pastiche posmoderno definitivo creado por George Lucas.
¿Es en serio, Zack?
Breve recuento: luego de que Kora/Arthelais (Sofia Boutella, de Clímax) derrota al almirante Noble (Ed Skrein,) del Imperio, o Mundo Madre, ella y Gunnar (Michiel Huisman) regresan a su pequeña luna agrícola, Veldt, habiendo cumplido su cometido: reclutar a un grupo de valientes guerreros (Djimon Hounsou, Doona Bae, Staz Nair y Elise Duffy) para defenderse de los invasores imperiales, que volverán en cinco días para despojarlos de sus cosechas. Entonces, lo dicho: Rebel Moon (Parte 2): La guerrera que deja marcas se convierte en un montaje de los campesinos rebeldes aprendiendo a luchar, haciendo planes, cavando trincheras. Snyder y sus coguionistas, Kurt Johnstad y Shay Hatten, tratan de corregir la gran falla de la primera parte, que no nos dijo casi nada sobre sus héroes centrales. Sentados a la mesa como si se tratase de la Última Cena (porque esto es una película de Zack Snyder, y no puede faltar el simbolismo cristiano gratuito), cada uno vomita un soliloquio solemne sobre sus pasados trágicos.
Son todos tan apresurados, y vacíos de emoción, que en nada contribuyen a dar algo de vida a este mundo inerte (sólo algo del carisma de Djimon Hounsou logra escapar del agujero negro). Pero, claro, en la visión de Zack Snyder, es la seriedad absoluta lo que convierte a una película en un *arte* capaz de trascender cualquier torpeza guionística o rigidez actoral. Y después, viene el clímax, donde salen a relucir los peores fetiches y la pobre imaginación de nuestro querido Zack. Al grito de guerra, corren a encarar a la muerte personajes tan dispares como un Conan el bárbaro, una Furiosa de outlet, un robot en cosplay de Jesús (con todo y corona de espinas), y tipos sacados de cualquier rancho. Como si a un niño se le hubiesen acabado las figuras de acción para jugar, y hubiese completado su alineación con figuritas Playmobil. La paradoja de Rebel Moon (Parte 2) es que su mundo está desprovisto de vida y, al mismo tiempo, se regodea en la muerte. Si ya era difícil conectar con sus personajes huecos y entornos sin imaginación, el necio estilo de Snyder para exaltar la acción y la violencia no hace más que distanciar emocionalmente. Y el director aplica su infame cámara lenta a lo que sea, independientemente de su contribución a la narrativa o de cualquier potencial de significado, con tal de que se vea cool. ¿Héroe musculoso disparando? Claro. ¿Duelo de espadas láser? Por supuesto. ¿Un tipo muriendo en el suelo? Perfecto. ¿El desgrane del trigo? Venga.
Dado el implacable vacío de humanidad y creatividad en Rebel Moon (ambas partes, como un todo), cabe preguntarse qué diablos pretenden Zack Snyder y Netflix con hacer ediciones del director, más largas y explícitas. Quizá habrá más sexo alienígena sin censura y simbolismo genital sin sentido (¿pero por qué no hacerlas desde el principio?). Aunque no alcanzó las alturas que a Netflix le hubiera gustado (al menos no por un presupuesto combinado de 166 millones de dólares), la primera Rebel Moon ha sido considerablemente popular en la plataforma. Habrá que ver cómo se desempeña la segunda. Sin embargo, a juzgar por su ridículo final abierto y por las palabras de Zack Snyder, esta saga podría continuar en el futuro. “Creo que cuatro [películas] tendrían sentido”, dijo el director en una entrevista reciente. “Supongo que depende de si cada vez que hacemos una de estas películas, acabamos haciendo dos”. Para Netflix, siempre y cuando una producción se traduzca a permanencia en su plataforma, no hay basura que sea imposible vender con el empaque correcto. Pero quizá sea hora de no darle más dinero al rey de las “ediciones del director”, que se escuda en ellas –incluso más de una década después– para justificar su pobreza cinematográfica. Al menos una hipotética Rebel Moon 3 ya no será una lamentable copia de Los siete samurái. Sólo esperemos que se mantenga alejado de Kurosawa la próxima vez. Si alguna vez llega.