'El tiempo del Armagedón' y el venenoso "Sueño Americano"
El director James Gray (‘Ad Astra: Hacia las estrellas’) entrega su autobiografía con ‘El tiempo del Armagedón’
El título de El tiempo del Armagedón (Armageddon Time) podría sonar demasiado dramático –y hasta semánticamente inapropiado– para la nueva película de James Gray (Ad Astra: Hacia las estrellas). Se trata de un coming-of-age semi-autobiográfico que sigue a un niño mientras crece y comienza a ser alcanzado por los desalentadores prospectos de la adultez en Nueva York durante 1980. Ni más ni menos que eso, en la superficie.
Nada de meteoritos ni de sacrificios heroicos de Bruce Willis a lo Michael Bay aquí. Tampoco tiene que ver –al menos no literalmente– con la acepción bíblica del término, que habla del catastrófico final de los tiempos.
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Pero eso sí que es a lo que aludía Ronald Reagan, candidato a la presidencia de los Estados Unidos por aquel entonces, en una entrevista que Gray incluye en su película. “Podríamos ser la primera generación que vea el Armagedón”, dice la voz de Reagan en la televisión que los Graff, la familia del protagonista, ven en su sala. El candidato presidencial hablaba de lo que pasaría si se permitía que el país se convirtiera en “otra Sodoma y Gomorra”. Es decir, si se le permite al país caer en la decadencia moral (pero, ¿moral según quién?).
Todo ello suena a demasiado desconectado para la vida del joven Paul Graff (Banks Repeta, El teléfono negro), un chico de 12 años de edad y ascendencia judía que sólo gusta de divagar en clase mientras dibuja. Declara, con inocencia, que quiere ser artista, un prospecto que sus padres (Anne Hathaway y Jeremy Strong) no apoyan: sus prospectos para él están más alineados al “Sueño Americano” convencional.
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Quien sí lo apoya es su abuelo materno, Aaron (Anthony Hopkins), con quien es cercano: el hombre lo mima, le compra regalos y lo alienta a soñar. Como aprendemos después, el abuelo es descendiente de refugiados judíos de Ucrania, que enfrentaron violencia antisemita en su lugar de origen.
Es a través de lo que representa la figura del abuelo, y de sus propias experiencias en la escuela, que el velo inocente de la infancia comienza a abandonar la mirada de Paul. Su propensión a distraerse en el aula de la escuela pública lo pone en constante conflicto con el profesor, quien parece tener algo en contra de Johnny Davis (Jaylin Webb, Los años maravillosos), un chico negro con un año de atraso en clases.
Johnny, claramente, es un chico mucho menos favorecido que Paul. Su situación económica y familiar no sólo es precaria, sino que sufre el racismo casual del profesor en la escuela. “Mucha gente no obtendrá justicia esta noche”, dice la canción Armagideon Time de Willie Williams varias veces en el metraje, como tema no oficial de la película.
El enfrentamiento de Paul con esos hechos y con las verdades reveladas por su abuelo, pintan un panorama de la realidad a la que él, como niño blanco y privilegiado, se enfrenta.
El tiempo del Armagedón es, en este sentido, un retrato que condena los Estados Unidos de Reagan, aquellos que pregonan proteger el “Sueño Americano” blanco, rico, imperialista, cristiano y heteronormado, que debe ser salvado de todo “pecado” que no encaje en su visión sutil y sistémicamente opresora. Una realidad que se ve reflejada, también, en los Estados Unidos de Donald Trump, hecho al que el director y guionista alude no muy sutilmente cuando John Diehl y Jessica Chastain aparecen como Fred y Maryanne Trump, respectivamente.
El tiempo del Armagedón es un ejercicio de la inútil culpa blanca
Pero, ¿qué más? Gray ha manifestado que El tiempo del Armagedón se inspira en las experiencias de su infancia. No podemos decir que sea un ajuste de cuentas por lo vivido, sino un retrato de un niño que comienza a madurar y a darse cuenta de la realidad que impide o posibilita sus deseos y aspiraciones. Uno que roza con la apología, porque ¿qué iba a saber un niño en aquel entonces?
El tiempo del Armagedón, dicho abiertamente, es la historia de un chico que es enfrentado con la existencia de un privilegio que da por hecho, con sus virtudes y consecuencias. No tarda en aprender que el hecho de que maestro se ensañe con el niño negro y no con el blanco, es algo que tiene implicaciones mucho más profundas en la vida que un castigo en el salón de clases.
Pero, al final, Gray fracasa en preguntarse qué hacer con ello. Su película, por un lado, sostiene un espejo frente al público estadounidense, perteneciente a una sociedad que ha sucumbido a su polarización ideológica. Por el otro, se autoflagela con su culpa.
¿De qué sirve esto como ejercicio de reflexión? Puede que no de mucho. La polarización política bajo el bipartidismo estadounidense es un hecho conocido por todos en el exterior, ni qué decir de quienes viven en el país norteamericano y ejercen su voto en él cada cuatro años.
Gray, entonces, traza en El tiempo del Armagedón una genealogía del “Sueño Americano” desde su acepción idealista, sinónimo de “tierra de la libertad” para los refugiados que buscaban su cobijo, hasta su corrupción imperialista, capitalista y consumista.
Pero, de nuevo, el director no propone una salida ni una alternativa más que la culpa. Entre tantos otros cineastas consagrados que han presentado sus obras autobiográficas recientemente, Gray está parado en un lugar incómodo.
El tiempo del Armagedón no es la fotografía inocente que Kenneth Branagh propone con Belfast (aunque sí es más competente). Tampoco es el relato inofensivamente nostálgico de su vida que Steven Spielberg presenta en Los Fabelman. Algo que sí tiene es una conciencia de clase menos condescendiente que la de Alfonso Cuarón en Roma, por lo menos. Eso, por citar los referentes recientes y más memorables.
Gray, sin embargo, parece mirar atrás y encogerse de hombros ante los horrores cotidianos irreversibles. ¿Qué más queda? El único atisbo de una luz al final del túnel es enunciado por el abuelo Hopkins en una brevísima pero conmovedora escena: “La próxima vez que esos idiotas digan algo malo sobre ellos [los negros], vas a decir algo”.
En otras palabras: esperemos que la siguiente generación lo haga mejor que nosotros.
Lalo Ortega es crítico de cine. Ha escrito para publicaciones como EMPIRE en español, Cine PREMIERE, La Estatuilla y más. Actualmente es editor en jefe de Filmelier.
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