Crítica: Vi la saga de ‘Rápidos y furiosos’ por primera vez; ¿me volví fan? Crítica: Vi la saga de ‘Rápidos y furiosos’ por primera vez; ¿me volví fan?

Crítica: Vi la saga de ‘Rápidos y furiosos’ por primera vez; ¿me volví fan?

Tuve mi primer contacto con la saga de ‘Rápidos y furiosos’, luego de dos décadas de existencia y a dos entregas para concluir. Estas fueron mis impresiones.

Lalo Ortega   |  
8 mayo, 2023 12:55 PM
- Actualizado 23 mayo, 2023 7:03 PM

La saga de Rápidos y furiosos (Fast & Furious) es una de las más exitosas, famosas y taquilleras de la historia –sólo detrás de franquicias cinematográficas como el Universo Cinematográfico de Marvel, Harry Potter o Star Wars (de acuerdo a The Numbers al momento de la redacción). Sin embargo, por múltiples motivos, nunca había visto una sola de sus múltiples entregas hasta el final.

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  • He de confesar que, en parte, esta abstinencia fue motivada por una especie de esnobismo, quizá injustificado y en parte informado por la respuesta generalmente abismal de la franquicia por parte de la crítica especializada. Por otro lado, la cultura de los automóviles, tan central en sus primeras películas, jamás ha sido de mi particular interés. Manejo un modesto Nissan March por puro deseo de economizar gasolina. Los spoilers, autos tuneados rodeados de mujeres y tanques de nitro para carreras callejeras siempre han sido un mundo ajeno a mí.

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    Desafiar al consenso crítico es tan fácil como desafiar la gravedad para Rápidos y furiosos (Crédito: Universal Pictures)

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    Dicho esto, que un periodista cinematográfico no estuviese familiarizado al menos con lo esencial de una de las franquicias más grandes del cine, me pareció una aberración en sí misma. Decidí, entonces, hacer a un lado mis prejuicios y darle una oportunidad, por lo menos, a las entregas indispensables de la franquicia.

    Este fue el comienzo de una caída por la madriguera de la saga de Rápidos y furiosos, un largo recorrido de semanas que comenzó con la primera entrega y me llevó por cada una de ellas hasta el spin-off con La Roca y la novena película (y la última, al momento de redactar este texto).

    ¿Me hice fan de la saga? La respuesta es complicada… Spoilers de todas las películas de la saga de Rápidos y furiosos a continuación.

    Rápidos y furiosos: narrativa vs. espectáculo

    Antes de ver las películas, una de las críticas más comunes que había escuchado de la saga de Rápidos y furiosos, era sobre la gratuidad de sus escenas más espectaculares, de una absurdidad creciente con cada entrega. Había visto algunas de ellas de pasada, como la famosa secuencia de Dubai (“¡los coches no vuelan!”, dice Paul Walker en el asiento del copiloto, mientras Vin Diesel pisa el acelerador y hace su auto volar de un edificio a otro).

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    En una lucha entre la gravedad y Toretto, ya sabemos quién gana (Crédito: Universal Pictures)

    Debe admitirse, guste o no, que con la transición de la franquicia desde el mundo de las carreras clandestinas a los thrillers de espionaje internacional –un quiebre marcado claramente por la quinta película–, la acción se ha vuelto alucinante hasta rayar en lo ridículo.

    Las voces contrarias podrían argumentar “pero mira, el realismo es lo que menos debería esperarse en cualquier película de acción”, y puede que tengan razón. Y, siendo justos, hay algo genuinamente divertido en ver a Roman Pierce (Tyrese Gibson) y Tej Parker (Ludacris) volar en auto hasta el espacio.

    Sin embargo, ya sean bóvedas rodando por la calle o automóviles combatiendo submarinos de guerra, es indiscutible que estas alucinantes afrentas a las leyes de la gravedad (al parecer escritas por fanáticos de Hot Wheels con demasiado dinero a su disposición) son algunas de las muestras más notables de una tendencia decepcionante del cine hollywoodense: estudios que optan por llenar el ojo a un público que subestiman demasiado para llenarle también la imaginación con historias mínimamente coherentes. Una nunca ha estado peleada con la otra.

    Ver una película de Rápidos y furiosos brinda, en la superficie, la misma alegría inocente y sosa de jugar con carritos de juguete e imaginarlos en situaciones imposibles. Pero limitarnos a autos que se columpian entre montañas no es suficiente para explicar el fenómeno de Rápidos y furiosos.

    Hay una estética y conjunto de valores subyacentes a la historia de Dom Toretto, Brian O’Conner y compañía que hacen eco con grandes sectores de la audiencia cinematográfica, tan amplia y variada como los miembros de la famosa “familia”.

    “En una pelea callejera… la calle siempre gana”

    La curiosa evolución de Rápidos y furiosos de las carreras clandestinas hacia el espionaje internacional, es lo que ha dado a la franquicia su muy singular clase de héroes, unidos por el amor multicultural a los autos.

    Mientras que sagas como James Bond y Misión: Imposible siguen a protagonistas sofisticados, agentes de élite en organizaciones internacionales de inteligencia equipados con elegantes trajes y lo último en tecnología; Dom Toretto y compañía son corredores callejeros, hombres y mujeres de las calles de Los Ángeles que trataban de sobrevivir con robos ocasionales pero bienintencionados, y que se adaptan a las circunstancias.

    Son, en otras palabras, personas comunes de la clase trabajadora –y de antecedentes raciales diversos– que viven como pueden pero que, detrás del volante de un automóvil, son como superhéroes sin disfraz. Tom Cruise podrá colgar de un avión mientras viste traje de diseñador y Tony Stark hacer maravillas con su armadura millonaria; Toretto puede salvar al mundo con unos jeans y con las ajustadas camisetas sin mangas que cualquier persona usaría en una parrillada de domingo.

    Y a pesar de que el elenco multirracial da pie a que casi cualquier persona del mundo pueda proyectarse en esta fantasía de alto octanaje sobre bandidos comunes que ascienden a niveles absurdos de heroísmo, la figura de Vin Diesel es clave para ese efecto en la saga de Rápidos y furiosos. Dada la ambigüedad étnica del actor y de su apariencia, así como el nombre de su personaje (Toretto es un apellido italiano), el héroe de la franquicia es una hoja en blanco para que prácticamente cualquier hombre heterosexual se vea a sí mismo en él.

    En relación a la apariencia uniforme de Diesel en casi todas sus películas, el libro Mixed Race Hollywood de Mary Beltrán y Camilla Fojas nos dice:

    “La constancia de las apariciones e interpretaciones de Diesel destaca el hecho de que estas películas se construyen alrededor de su ambigua apariencia física y sus cualidades urbanas y musculosas”.

    Y destaca una declaración del director de Diesel en la primera película, Rob Cohen: “Él es un nuevo estadounidense. No sabes [a qué etnia pertenece], y en realidad no importa, porque él es todos. Todos ven a Vin y dicen ‘me veo a mí mismo’”. Diesel, que tiene ascendencia multirracial, ha expresado que dicha ambigüedad en su aspecto fue un gran obstáculo en el inicio de su carrera.

    Vin Diesel como Dominic Toretto en Rápidos y furiosos
    Toretto es el perfecto héroe americano: de clase trabajadora, aspira a la libertad individual y a la tranquilidad que compra el dinero, y tiene la fuerza –de motor y de músculo– para conseguirla (Crédito: Universal Pictures)

    En ese sentido –y quizá con la creciente excepción del Universo Cinematográfico de Marvel–, Rápidos y furiosos es de los blockbusters megataquilleros más diversos que existen, lo que sin duda es algo tan favorable para la representación multirracial en la cultura pop, como útil para explicar sus niveles desquiciados de popularidad.

    Dicho lo anterior, la saga tiene algunos otros valores cuestionables, por decir lo menos. Especialmente en sus ideales de masculinidad y de “héroes americanos”, así como de su representación de las mujeres en pantalla.

    El “héroe americano”, pero sobre ruedas

    La primera película de Rápidos y furiosos era, en esencia, un remake de Punto de quiebra (Point Break) de Kahtryn Bigelow, pero con automóviles. Los ideales de rectitud de un hombre (Brian O’Conner, en este caso) son puestos a prueba al conocer a otro que se mueve en zonas de moral grisácea (Dom Toretto). Para él, operar al límite de la legalidad se trata de vivir bajo sus propios términos (“vivo mi vida un cuarto de milla a la vez”, dice el personaje de Diesel en una de sus frases más célebres).

    En el comienzo de la saga, nuestros protagonistas encajan, hasta cierto punto, en el arquetipo de Robin Hood: bandidos que cometen crímenes sin lastimar a nadie o que sólo roban de los ricos, como Hernán Reyes en Rápidos y furiosos 5in control. Siguen siendo criminales, a fin de cuentas, pero simpatizamos con ellos porque conocemos sus circunstancias. Quieren, como todos, su pieza del “sueño americano”.

    Luego de meterse en serios problemas con la ley para salvar a Dom al final de la cuarta entrega, el grupo huye a Río de Janeiro, donde ejecutan el gran robo que les permitirá alcanzar ese mismo sueño americano: casas en islas tropicales, automóviles de lujo y mujeres a su alrededor. El indulto viene cuando el agente Luke Hobbs (Dwayne Johnson) los recluta por sus absurdas habilidades al volante para combatir a una amenaza similar en la sexta parte. La fantasía de tener éxito en el sistema al jugar contra sus reglas.

    Es en este punto de la saga de Rápidos y furiosos que Dom y compañía se convierten en agentes secretos como tantos otros. Al servicio de agencias de inteligencia, combaten amenazas globales como ciberterroristas, sin consideración (del guión, al menos) alguna para cualquier atisbo de leyes internacionales o costo en vidas humanas.

    Cualquier otro día en las épocas donde Arnold Schwarzenegger o Sylvester Stallone salvaban al mundo haciéndolo explotar todo, enalteciendo el ideal del héroe americano y del intervencionismo estadounidense. Pero con autos.

    “Yo no tengo amigos, tengo familia”

    Uno de los temas más recurrentes en la saga de Rápidos y furiosos, al grado de convertirse en su propio meme, es el de la familia. Más que la biológica, la encontrada: aquella que se mantiene unida por lealtad, confianza, vivencias compartidas, parrilladas con Coronas y la fuerza gravitacional de los músculos de Vin Diesel. Dom es “como la gravedad”, le dice Mia Toretto a Brian O’Conner en la primera película. “Todo simplemente es atraído hacia él”).

    En esta franquicia, el amor por la familia es tan poderoso que hace cualquier cosa posible, como salir disparado por el aire a 100 kilómetros por hora, atrapar a alguien en el aire y aterrizar ileso sobre un parabrisas. Los robos y misiones más descabelladas tienen éxito, contra todo pronóstico, porque los personajes son impulsados por esa confianza mutua, absoluta e incondicional. También es el barril sin fondo que la dota de más giros argumentales imposibles que una telenovela de mil episodios.

    Pero lo inverso también es cierto. La familia –o su rompimiento– es el motor que mueve a varios de los antagonistas de la franquicia, o por lo menos lo que les da influencia sobre sus enemigos.

    La venganza por su hermano Owen (Luke Evans) es lo que impulsa al asesino Deckard Shaw (Jason Statham) a perseguir a Dom y compañía en el séptimo capítulo. En Rápidos y furiosos 8, la ciberterrorista Cipher (Charlize Theron) secuestra al hijo que Dom no sabía que tenía, para ponerlo en contra del grupo. En la novena parte, el grupo debe enfrentar al resentido hermano perdido de Dom, Luke (John Cena). En la décima, el villano es Dante Reyes (Jason Momoa), el hijo del villano de la quinta, Hernán Reyes (Joaquim de Almeida).

    Los antagonistas de la franquicia, de una forma u otra, son la antítesis de Dom y sus valores. Mientras Toretto y compañía operan en zonas de moralidad gris, Luke Hobbs es el agente hecho y derecho que protege la ley en la quinta entrega. Owen no tiene una “familia”, sino un equipo en el que todos son desechables.

    Por otro lado, se trata de un concepto de familia tan elástico que, claro, admite casi toda licencia moral. Vale la destrucción y pérdida humana a cualquier escala si es para proteger al bebé que Toretto no sabía que tenía cinco minutos atrás. Todo con tal de que, al final de todo, los personajes se reúnan (muy católicamente) a rezar antes de una carnita asada (“si no ibas a la iglesia, no había carne asada”, le cuenta Dom a Brian sobre las parrilladas con su padre).

    La familia de Rápidos y furiosos
    Una carnita asada y todo está perdonado (Crédito: Universal Pictures)

    Rápidos y furiosos no ha sido muy gentil con sus mujeres

    Incluso dentro de esta concepción noble de familia, es indiscutible que la franquicia –escrita en su totalidad, hasta la décima entrega, por guionistas hombres– no ha hecho muchos favores a sus personajes femeninos. Desde sus inicios, Michelle Rodriguez tuvo que pelear por una mejor representación, y amenazó con irse de la película original si Letty Ortiz, su personaje no era escrita como algo más que una “novia trofeo” que se debatía entre Dom y Brian.

    Esto condujo a la creación de Mia Toretto (Jordana Brewster) como una solución que, siendo objetivos, tampoco fue mucho mejor. Se trata de un personaje que, después de todo, existe en función de los hombres en su vida: es la hermana de uno y la pareja del otro.

    “Llevo 16 años haciendo películas con Jordana, y puedo contar con una sola mano los diálogos que tengo con ella”, dijo Rodriguez a Entertainment Weekly en 2016. “Creo que es patético y que falta creatividad. Los hombres no saben de lo que hablan las mujeres. Creen que sólo nos sentamos a hablar de ellos, y es una triste realidad que los hombres sean los guionistas dominantes en Hollywood”.

    Las cosas han mejorado un poco dentro de la franquicia desde entonces –con otra sutil amenaza de renuncia por parte de Rodriguez–, pero lo cierto es que, históricamente, la saga de Rápidos y furiosos ha sido muy indulgente con el infame recurso de “mujeres en refrigeradores”: un giro narrativo que sacrifica a las mujeres de la narrativa, con el único fin de avanzar la trama de los hombres.

    La propia Letty fue una de las primeras víctimas en esta historia, cuando fue repentinamente asesinada en la cuarta entrega para dar a Dom y Brian un objetivo en común. Gisele (Gal Gadot) muere al final de la sexta entrega para salvar a Han (Sung Kang) y crear el pretexto para enviarlo a Japón, donde debe continuar su historia (el resto de sus compañeros casi ni se inmutan por su muerte).

    La muerte más infame en la lista, sin embargo, debe ser la de Elena (Elsa Pataky). Introducida como una policía decidida y recta que opera codo a codo con Luke Hobbs en Brasil, Elena se convierte en la amante de Dom mientras Letty era creída muerta. Cuando el personaje de Rodriguez reaparece con amnesia en uno de los giros más telenovelescos de la saga, Elena es hecha a un lado.

    Excepto que regresa para la octava parte como prisionera de Cipher, quien la ha secuestrado para manipular a Dom. Y resulta que, también, Elena tuvo al hijo de ambos en secreto. Como reprimenda, la villana decide ejecutar a la mujer delante de su bebé y del protagonista. Una muerte gratuita, cuyo único objetivo es dar a Dom un motivo para vengarse.

    La saga de Rápidos y furiosos proclama empoderar a sus protagonistas femeninas, pero si las miramos con lupa, su tratamiento ha sido cuestionable. Las cosas han mejorado un poco, si bien la protagonista más reciente, Ramsey (Nathalie Emmanuel) aún parece reducida a ser el interés amoroso de ambos Tej y Roman.

    Más allá de eso, sin embargo, la franquicia cinematográfica no ha sido muy amable con sus mujeres. La mayoría, cuando no son un pedazo de carne anónimo ataviado en bikini, son personajes que no existen de manera independiente a sus contrapartes masculinas, con sus propios intereses y objetivos. Son parte de la familia porque, esencialmente, son “otro de los chicos”.

    Entonces, ¿me volví fan?

    Mis sentimientos hacia la saga de Rápidos y furiosos se mantienen complicados. Lo que vi no hizo mucho por cambiar mi opinión sobre la cultura de los autos –hacia la que ya era indiferente– ni hacia las películas de acción rebosantes de testosterona. En el peor de los casos, el spin-off Hobbs & Shaw, me pareció una demostración ejemplar de un machismo egocéntrico infantiloide. He escuchado palabras más inteligentes en chicos de secundaria.

    Dicho esto, también entiendo el encanto a la perfección. Poco a poco, mis suspiros de incredulidad por la narrativa se convirtieron en carcajadas por el delirio de ver a “La Roca” detener un helicóptero con la fuerza de su voluntad y sus enormes bíceps, o a Toretto derribar un submarino con su invencible Dodge Charger.

    Aunque problemático en muchos sentidos y con más agujeros argumentales que las peores telenovelas, se trata, también, de un escapismo tan perfecto como tentador, capaz de hacernos creer que cualquiera de nosotros puede lograr lo imposible con determinación y la ayuda de nuestros amigos.

    Claro que su descomunal éxito, expresado en billetes verdes y boletos vendidos en taquilla, suele ser leído por los ejecutivos de estudio como carta blanca para crear chatarra narrativa, permisible a cambio del espectáculo más descabellado. Quizá deberíamos dar nuestro dinero a mejores películas para exigir mejores narrativas.

    Pero, por lo mientras, resta reír cada vez que la cámara se cierra en Vin Diesel, cuya seriedad supera a la de cualquiera respecto a estas películas, mientras frunce el ceño y pregona lugares comunes el poder de la familia.

    Checa el tráiler de Rápidos y furiosos X: