Crítica: ‘Correr para vivir’ (y para huir de la pornomiseria) Crítica: ‘Correr para vivir’ (y para huir de la pornomiseria)

Crítica: ‘Correr para vivir’ (y para huir de la pornomiseria)

‘Correr para vivir’ se anuncia como algo distinto a los clichés del cine mexicano, pero los repite de igual forma. Checa la crítica a continuación.

Lalo Ortega   |  
25 abril, 2024 2:14 PM
- Actualizado 29 abril, 2024 12:18 PM

Entre los muchos prejuicios alrededor del cine mexicano –al menos desde una percepción personal– están el estigma de una “baja calidad” de facto en las producciones nacionales, y un binarismo entre la comedia romántica barata y los dramas o documentales de denuncia social, a menudo miserabilistas. Correr para vivir, que llega a salas de cine mexicanas este 25 de abril, se anuncia como una posibilidad de algo distinto: llevar el cine nacional a explorar otros géneros.

No es como que el cine nacional no haya experimentado en otros rincones del imaginario cinematográfico –hay un largo legado de terror mexicano, continuado a la fecha por propuestas como Huesera y Desaparecer por completo.

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Las aspiraciones del director Gerardo Dorantes con su largometraje debut –parafraseando lo expresado por él luego de la función para prensa– son claras: hacer un thriller de acción y crimen mexicano que, guardando las proporciones y dentro de sus modestos confines presupuestales, pueda competir en su hechura con lo que Hollywood tiene para ofrecer. Y al menos en su guión, Correr para vivir expone las convenciones del género, extrapoladas a un contexto social específico de nuestro país.

Escrita por Dorantes y Fabián Archondo (Historia de un crimen: La búsqueda), la película se sitúa en la Sierra Tarahumara en Chihuahua, norte de México. Los hermanos rarámuris, Homero (Vladimir Rivera) y Capó (Manuel Cruz Vivas) pasan sus días trabajando el campo con su padre agricultor (Eligio Meléndez, Sueño en otro idioma). El primero sueña con ser un gran corredor rarámuri (como Arnulfo Quimare, dice). El segundo tiene más talento para ello, pero también tiene más problemas: su novia (Emma Malacara) está embarazada, y tiene que proveer para ella y el bebé.

En secreto, Capó decide volverse mula para el narco, corriendo hacia la frontera y de regreso con paquetes de cocaína. Cuando una de esas entregas sale mal, la familia es arrastrada hacia el control del narco: ambos hermanos habrán de trabajar, bajo amenaza, para saldar la deuda. Pero Homero decide no abandonar su deseo, y pide al famoso manager estadounidense Norman Nelson (Martijn Kuiper, Ricochet) que lo entrene para correr en los maratones. Sueños y vidas criminales, sin embargo, se mezclan tan bien como agua y aceite.

Correr para vivir
Correr para vivir se sitúa en la Sierra Tarahumara, en Chihuahua (Crédito: Cinépolis Distribución)

Hasta aquí, podría afirmarse que sí, Correr para vivir sienta las bases para hacer un thriller de acción mexicano en toda forma: hay tensión, los personajes están en constante peligro de muerte, hay persecuciones y hasta enfrentamientos. En papel, parece un paso en la dirección correcta para una cinematografía a veces demasiado ensimismada con ínfulas de denuncia, que en realidad suelen disfrazar mera explotación (pero que suelen ser muy aplaudidas en el extranjero).

Sin embargo, la paradoja es que la película de Dorantes, a pesar de anunciarse como algo diferente al cine mexicano “de cajón”, acaba por caer, acríticamente, en muchos de sus clichés sobre la representación de la marginación indígena. Y es más: sus aspiraciones por hacerlo dentro de las convenciones genéricas hollywoodenses, sólo exaltan aún más sus vicios.

Correr para vivir: tan cerca de Hollywood… y de la pornomiseria

Los problemas de Correr para vivir comienzan, primero, con la superficialidad de su representación de la comunidad rarámuri. La película está menos interesada con una exploración matizada de su identidad cultural, sus costumbres y sus valores. Su óptica es fetichista, fascinada con el extraordinario talento y resistencia de este pueblo originario para correr.

Para ellos, correr es una expresión de vida. Dorantes y Archondo convierten el acto en un dispositivo narrativo: son mulas porque pueden correr grandes distancias (si bien es una problemática real de su realidad social). Y dentro de la narrativa, también son fetichizados: la única salida de Homero para huir de las garras del crimen –y del hastío de su vida rural– es el idealizado éxito atlético, entrenado por un manager extranjero. No hace falta más demostración que el montaje motivacional de entrenamiento “a la Rocky” (uno de varios volantazos de tono que da la película).

Correr para vivir
Por momentos, Correr para vivir gira hacia el drama deportivo motivacional (Crédito: Cinépolis Distribución)

El segundo asunto con Correr para vivir es su exaltación de la violencia y el sometimiento de un pueblo ya de por sí marginado. Si bien no puede discutirse la realidad de estas víctimas, Dorantes lleva su representación a extremos miserabilistas e innecesarios. 

Estos hacen de su película, en reducidas cuentas, pornomiseria, mucho más cercana al mundo de Amat Escalante que de Tatiana Huezo, por establecer referentes distintos sobre cómo representar a víctimas de violencia. Si ha de tomarse el sufrimiento de una realidad social desde una mirada acrítica (o “sin juzgar”, en palabras de su director), se cae inevitablemente en la explotación.

Hay aquí muy buenas intenciones para llevar al cine mexicano hacia horizontes de género poco explorados, pero muy mal encaminadas al ficcionar el contexto social en el que se insertan. Correr para vivir tiene elementos valiosos, sin duda. Pero en sus aspiraciones de thriller de acción comercial, acaba repitiendo clichés de exotismo y pornomiseria comunes del cine mexicano creado desde las ópticas acríticas y ajenas a sus sujetos.

Sus personajes acaban convertidos en fetiche, representados superficialmente en su identidad cultural, pero objetos de una explotación violenta y miserabilista por un lado, y de un aspiracionismo ingenuo e idealizado por el otro. No hay mucho de nuevo para ver aquí, pues.

Correr para vivir ya está en cartelera. Compra tus boletos para verla en salas de cine.