Crítica de ‘Breaking Social’: entre indignación y buenondismo Crítica de ‘Breaking Social’: entre indignación y buenondismo

Crítica de ‘Breaking Social’: entre indignación y buenondismo

El documental ‘Breaking Social’, de Fredrik Gertten, aborda con tibieza la cleptocracia y corrupción en el mundo. Checa la crítica.

Lalo Ortega   |  
23 febrero, 2024 3:46 PM
- Actualizado 1 marzo, 2024 1:06 PM

“Soy un posibilista”, afirma el historiador holandés Rutger Bregman (autor de libros como Dignos de ser humanos y Utopía para realistas) en un punto de Breaking Social, documental de Fredrik Gertten (Push) que llegó a salas de cine mexicanas este 22 de febrero.

El calificativo de “posibilista” es mencionado por el historiador como contrapunto al optimismo. Este, muchas veces, acaba cegado a la realidad por una pasividad tan idealista que casi cae en el negacionismo. El posibilismo, pues, implica una conciencia de la realidad histórica y social, pues debe reconocer la complejidad de las problemáticas actuales, pero también sus matices para encontrar un camino hacia adelante.

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En la narrativa de Breaking Social, en la que Gertten recorre desde Países Bajos hasta Malta y Chile, Bregman es una especie de bisagra, la voz que unifica o da cierto sentido a los problemas y protestas, en apariencia tan dispares en razón de ubicaciones geográficas tan distintas como el mar Mediterráneo y América del Sur, cada uno con sus complejidades sociales, culturales, políticas, económicas, climáticas y raciales.

Para bien y para mal, el resultado es tan esperanzador como irónico.

Breaking Social expone dinámicas del poder corrupto

El documental de Gertten comienza hablándonos sobre la mentira de la meritocracia: la narrativa de que el esfuerzo, el trabajo duro, el estudio y jugar bajo las reglas (es decir, no romper las leyes) traerá la estabilidad financiera, el crecimiento económico, la tranquilidad cotidiana.

Breaking Social
El historiador Rutger Bregman es una de las voces principales de Breaking Social (Crédito: Mandarina Cine)

Para cualquiera que vea tan siquiera una noticia al día, no hace falta que Breaking Social lo exponga. En los primeros minutos del metraje recordamos a la periodista Daphne Caruana Galizia, fundamental en la investigación de los Papeles de Panamá, asesinada en 2017. El poder y la riqueza, sobra decirlo, son acumulados por unos cuantos en el extranjero, que cabildean y sobornan para moldear las leyes y al poder judicial a su conveniencia.

Procedemos, entonces, a viajar a otras latitudes. Campesinos que se enfrentan a sequías en Chile, donde el agua es acaparada por megacorporaciones transnacionales. Una maestra en Estados Unidos, cuyo gremio es exprimido por bajos salarios y primas de seguro impagables. Un antiguo consultor de Cambridge Analytica expone los mecanismos –o vacíos– con los que el poder corrupto oculta sus intereses.

La narrativa de Breaking Social pretende explicar que todo está conectado. En el mundo globalizado, nunca está de sobra recalcar que lo está. Con la explotación de los recursos del sur geográfico, capitales del Occidente hegemónico se enriquecen aún más, impunes.

“El momento en que la gente comienza a enojarse, es el momento en que, de hecho, las cosas ya están mejorando”, expone Bregman. Y es esperanzador escucharlo. El problema es que hasta ahí llega la tesis del documental, que acaba por extinguirse en la tibieza.

Hace falta nombrar al problema

Breaking Social habla de lo obvio, aunque nunca deja de ser importante recalcar: la rabia y la protesta colectiva son el motor del cambio social no sólo ahora, sino a lo largo de la historia. Su problema es que aborda cuestiones tan diversas como la represión a la libertad de expresión en Malta, la desigualdad económica en Estados Unidos o la violencia patriarcal en Chile.

Por un lado, pretende extrapolar todas estas problemáticas a cualquier lugar en el mundo, cosa que no es descabellada en sí misma. Después de todo, el rastro conduce hasta una élite política y económica corrupta, que cada vez se hace más omnipotente, omnisciente e impenetrable.

Breaking Social
Pasado un tiempo, Breaking Social aborda ideas más tibias e inconexas (Crédito: Mandarina Cine)

Pero en la extrapolación se pierde interseccionalidad, y con ello, se cae en el tópico. De pronto, sólo nos queda la bonita idea de que todo estará bien si salimos a las calles y, entre todos, presionamos por esos cambios. Ante la tibieza de poner el dedo en la verdadera llaga, Breaking Social cae en un optimismo “buena ondita”, y no en el llamado posibilismo en que tanto se apoya.

Se requiere habilidad casi acrobática para hablar de extractivismo, desigualdad y corrupción sin nombrar ni por error las actitudes fundamentalmente coloniales, explotadoras y opresoras del modelo capitalista, quienes lo suscriben y perpetúan sus métodos. Dejar el discurso ahí, es tan inútil como proyectar la imagen de un arbolito en el concreto.

Así que sí, ante el enorme costo de los pocos ricos para la colectividad, habrá que canalizar la rabia e indignación en militancia. Es un comienzo. ¿Pero eso en verdad es suficiente?

Breaking Social está en salas de Cineteca Nacional y del circuito alternativo de exhibición. Entra aquí para comprar boletos.

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