‘El prodigio’, de Netflix, cuestiona los límites de la fe y la importancia de las historias ‘El prodigio’, de Netflix, cuestiona los límites de la fe y la importancia de las historias

‘El prodigio’, de Netflix, cuestiona los límites de la fe y la importancia de las historias

‘El prodigio’ cuenta la historia de una enfermera que investiga el caso de una chica que deja de comer por cuatro meses

Matheus Mans   |  
17 noviembre, 2022 4:19 PM
- Actualizado 24 noviembre, 2022 12:19 AM

A pesar de que El prodigio (The Wonder) transcurre en la Irlanda del siglo XIX, la primera escena de la película –en Netflix desde este miércoles 16 de noviembre– es una demostración de un estudio de cine moderno y claro. Al fondo, una mujer sin identificar explica que este es el comienzo de una película que resalta la importancia de las historias. Enseguida, la cámara se mueve y encontramos a la enfermera Lib (Florence Pugh) dando inicio a esta historia ocurrida hace siglos.

Tal preámbulo tiene un motivo. El director Sebastián Lelio (Una mujer fantástica, Desobediencia) cuenta la historia de Anna (la novata Kíla Lord Cassidy), una jovencita que dice no comer desde hace cuatro meses y, por ello, comienza a llamar la atención de religiosos y creyentes. Lib entra en la trama como una enfermera contratada, junto a una monja, para supervisar a la chica y saber si se trata de un milagro o si está comiendo escondida.

El prodigio
Florence Pugh es la protagonista de El prodigio, nueva película de Sebastián Lelio (Crédito: Netflix)

¿Se entiende el motivo de la primera escena? El prodigio hace de todo desde el inicio para mostrar que no se trata de una historia religiosa. Para ello, Lelio abraza a una protagonista que en ningún momento cree en la posibilidad de un milagro relacionado con Anna y sabe, sin duda, que alguien la alimenta sin que los demás se enteren. Ella está allí para desmontar el montaje y, si es posible, salvar a la niña de la inanición.

El prodigio y la importancia de las historias

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Así, el nuevo largometraje de Netflix no habla de religión ni de prodigios. Es una película sobre historias. Con la declaración inicial de que todo no es más que una película para hablar de un hecho ocurrido hace siglos, Lelio traza una línea y muestra que está contando una historia sobre una muchacha que, en aquel entonces, se transformó en una historia en movimiento. Una historia que la gente quería creer: fe por sobre todas las cosas.

Después de todo, en la Irlanda del siglo XIX, las personas sufrieron lo que luego se conocería como “La Gran Hambruna”. En esa época, faltaba comida en las mesas de las casas y la gente no tenía qué comer. Se moría, literalmente, de hambre. Aunque la película específicamente sea una ficción basada en el libro de Emma Donoghue (La habitación), también se inspira en otras verdades: las “fasting girls”, chicas que en esa época pasaban años sin comer.

¿El motivo? Pues, ver a una chica sobrevivir al desafío de no comer era más que un aliento; era una esperanza. No solo era la fe en que Anna pudiese ser una santa, sino la comprensión de que Dios, esa figura escondida en los cielos, podría enviarle el “maná del cielo” al resto de Irlanda. ¿Y qué tal al resto del mundo? Es una luz al final del túnel en un período en el que las personas se encerraban en casa a morir de hambre en privacidad.

Lelio encuadra esta historia —cuyo guion es de su autoría y de Alice Birch, de la excepcional Lady Macbeth— para hablar sobre el ayer y el hoy. En el pasado, durante la Gran Hambruna, la gente creyó en una chica que lograba, ni más ni menos, sobrevivir sin comer e hizo falta una forastera, una enfermera inglesa, para darse cuenta de cuán absurdo era todo eso. ¿Y hoy? ¿En qué historia nos podemos apoyar para ver la luz al final del túnel? ¿Qué absurdo nos sostiene?

Para el cineasta, las historias son motores, pero también nos atormentan y pueden sacarnos de nuestra realidad. Sin embargo, como muestra el preámbulo, también nos pueden alertar de la existencia de estas cosas y nos dicen que podemos huir de ellas.

Estética banal en un ritmo agotador

A pesar de todos los aciertos de esta advertencia de Lelio, si hacemos balance de los impactos positivos y negativos de las historias en nuestras vidas, hay que decir que estos buenos insights no permean la estética de la película ni el ritmo de la historia.

Aunque dura menos de dos horas, una rareza hoy en día cuando hablamos de dramas, El prodigio es demasiado lenta. Las cosas tardan en avanzar y cosas mucho menos importantes se arrastran en la pantalla.

Mientras tanto, lo visual no podría ser más obvio, más banal. Se queda en el lugar común de cualquier película de época, sin ir más allá de la sagacidad de la primera escena, que solo vuelve a tener impacto al final, cuando el prodigio de alguna forma se justifica. Al menos Florence Pugh (No te preocupes, cariño) está bien en escena, como siempre. Le da fuerza a su personaje y hace que la historia siga siendo cautivadora.

Hace falta tener paciencia con El prodigio. No podemos sumergirnos en sus ideas y matices de golpe. Lelio, como ya lo ha demostrado en otras de sus producciones, exige calma y serenidad, incluso mientras todo a su alrededor se tambalea, agrede y asusta. ¡Y cómo asusta El prodigio! Después de todo, trátese de una historia del pasado o del presente, puede conmovernos cuando está bien contada.

El prodigio ya está en Netflix. Para saber más sobre la película o encontrar el link directo para verla, entra a este enlace.

Publicado originalmente en la edición brasileña de Filmelier News.