Crítica de 'El bastardo': wéstern "a la danesa"
Mads Mikkelsen brilla en ‘El bastardo’, un drama histórico con elementos de romance y venganza. Checa la crítica.
Lalo Ortega | 05/04/2024 a las 17:37 - Actualizado el: 12/04/2024 a las 18:35
Si bien el wéstern es el género cinematográfico estadounidense por excelencia, lo cierto es que sus convenciones se han extrapolado a otros territorios y periodos históricos. Véase, por ejemplo, la chilena Los colonos, del mismo año que El bastardo –película que llegó a salas de cine mexicanas este 4 de abril.
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Y la película, estrenada en competencia del pasado Festival de Venecia –y que reúne al actor Mads Mikkelsen (Una ronda más) con el director Nikolaj Arcel (La reina infiel)– no parece un wéstern obvio. En la superficie, es más un drama histórico muy clásico, en el buen sentido de la palabra: se basa en el libro The Captain and Ann Barbara, de Ida Jessen, a su vez inspirado en la historia real sobre un capitán retirado y humilde de Dinamarca en el siglo XVIII.
Pero que no engañe su clasicismo formal –ni sus tropiezos accidentales hacia la comedia involuntaria. El bastardo es, en su corazón, una historia estilo wéstern, pero situada en un período y país poco explorado en el cánon de un género que suele hablarnos de odio, venganza, la lucha del ser humano contra la naturaleza… y, sobre todo, contra sí mismo.
Mads Mikkelsen contra el mundo
El bastardo comienza en 1975. Luego de 25 años de servicio en el ejército alemán, el capitán Ludvig Kahlen (Mikkelsen) está retirado. Contra la recomendación de la tesorería real, decide utilizar su modesta pensión militar para cumplir el mandato, aparentemente inútil, del rey: domar los inhóspitos brezales de Jutlandia, donde nada crece, para establecer asentamientos para colonos alemanes. Confiados de que jamás lo logrará, la tesorería le promete una mansión, un título nobiliario y sirvientes, si lo consigue.
Para su misión, sólo se tiene a sí mismo y la ayuda –ilegal– de un granjero (Morten Hee Andersen) y su esposa, Ann Barbara (Amanda Collin), quienes han roto el contrato con su cruel amo y escapado, convirtiéndose en fugitivos. Dicho amo es un magistrado y terrateniente local, Frederich Schinkel (Simon Bennebjerg), un hombre vano y violento, pero poderoso, que no recibe con amabilidad las intenciones de Kahlen de sembrar y enriquecerse con lo que él llama “sus” tierras.
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Schinkel, por su parte, está prometido a casarse con su prima, Edel (Kristine Kujath Thorp, de Enferma de mí), quien ve en Kahlen una alternativa viable a su matrimonio arreglado por dinero… si tan solo puede resistir a los sabotajes de Schinkel y tener éxito. Ese objetivo, sin embargo, viene a costos cada vez más elevados: el empleo ilegal de migrantes gitanos, enfermedad, miseria y, eventualmente, violencia.
Es así como El bastardo luce sus influencias de wéstern por encima de su muy lograda manufactura de drama histórico. El diseño de producción, en combinación con la fotografía de Rasmus Videbæk –por mucho uno de los mejores elementos de la película– revela la lucha de los personajes con el mundo que les rodea: son minúsculos ante su grandiosidad pero también son parte de él, a la vez beneficiarios de sus frutos pero víctimas de sus inclemencias. Seres humanos contra la naturaleza, y Mads Mikkelsen contra hombres que, en nombre de la misma, justifican opresiones, venganzas e injusticias.
El bastardo: la fina línea de la dignidad
Esto último nos lleva al elemento más débil de la película que es, lamentablemente, su villano. Por un lado, el guión de Arcel y Anders Thomas Jensen no hace ningún favor, al ofrecernos un malo que sólo es definido por eso: ser malo.
Y aunque esto puede ejecutarse bien y hasta ser imponente, el casting y la actuación fallan. Simon Bennebjerg interpreta a Schinkel como un patán mimado y caprichoso de petulancia casi bufonesca, como salido de una caricatura exagerada, en discordante contrapunto con la seriedad que predomina en el resto del metraje.
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No se trata de poner en duda los talentos del actor danés (seguro que son muchos y considerables), pero ante la veteranía e imponencia de Mikkelsen a cuadro, su personaje pasa apenas por un niño.
Pero la crueldad vana y fundamental del personaje ayuda, por lo menos, a construir la lucha del protagonista. Nacido pobre y no reconocido por su padre, Kahlen aspira al reconocimiento de la corona y de la nobleza, a obtener una cierta dignidad. El bastardo alcanza sus mejores momentos cuando el personaje es orillado a cuestionarse el precio, y si lo vale.
El reto más devastador que la naturaleza le arroja, es el enfrentamiento con su propio espíritu. Y a veces, como le sucede a John Wayne, es una batalla perdida.
El bastardo ya está en cartelera. Compra tus boletos para verla en cines.

Lalo Ortega es crítico de cine. Ha escrito para publicaciones como EMPIRE en español, Cine PREMIERE, La Estatuilla y más. Actualmente es editor en jefe de Filmelier.

Lalo Ortega es crítico de cine. Ha escrito para publicaciones como EMPIRE en español, Cine PREMIERE, La Estatuilla y más. Actualmente es editor en jefe de Filmelier.
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