La historia de cómo Apple “robó” a Netflix el primer Oscar de Mejor película para un streaming La historia de cómo Apple “robó” a Netflix el primer Oscar de Mejor película para un streaming

La historia de cómo Apple “robó” a Netflix el primer Oscar de Mejor película para un streaming

Después de casi una década de grandes inversiones en la industria del cine, Netflix fue rebasada por Apple en la carrera por el primer Oscar de Mejor película para una plataforma de streaming.

28 marzo, 2022 11:17 AM
- Actualizado 5 abril, 2022 11:26 AM

En el pasado, había una línea que separaba a la televisión del cine. Durante décadas, las dos industrias coexistían como universos separados y paralelos… hasta la llegada del streaming. Disruptiva por naturaleza, como cualquier startup de Silicon Valley, Netflix comenzó a borrar esa línea. Con fuertes inversiones, comenzó a meterse en el terreno de los grandes estudios y de los tradicionales distribuidores independientes, mientras nos hacía cuestionar el significado de la palabra “cine”.

Corte a 2022. En medio de una pandemia global que también sacudió los cimientos de la industria, la recién llegada a la industria, Apple, desbancó a Netflix y ahora porta la joya de la corona del cine hollywoodense y mundial: el Oscar a Mejor película.

Aún si la cachetada de Will Smith a Chris Rock se robó el show durante la ceremonia, podemos decir que el mundo es ahora un poco distinto después de lo ocurrido en el Dolby Theatre el 27 de marzo de 2022,

El poder del perro
El poder del perro, de Netflix, tenía 12 nominaciones y era favorita en la categoría de Mejor película, pero no triunfó (Crédito: Netflix)

A estas alturas, ya todos sabemos que la compañía fundada por Reed Hastings comenzó entregando DVDs por correo, llegando a ofrecerse para ser comparada por Blockbuster, para luego cambiar el destino del entretenimiento al lanzar su streaming de video, en 2007. Desde entonces, Netflix ha tenido un historial de expansión agresiva, superando ya la marca de los 220 millones de suscriptores.

Publicidad

Hay diversos motivos para ello. Lo más importante es que la compañía fue pionera en el formato de distribución vía internet, y con una suscripción que costaba menos que un libro al mes. Se creó un círculo virtuoso (¿o será vicioso?) en el que se necesitaban altas inversiones para mantener esa expansión, mientras que los inversionistas exigían una expansión cada vez más grande para seguir invirtiendo.

Por ese camino llegaron a la producción de contenido original, que hoy es extremadamente agresiva. Fue, también, cuando vieron que la temporada de premios de Hollywood era una verdadera mina de oro para esas ambiciones.

Pocas industrias del mundo han creado un sistema de autopromoción como el de Hollywood. El Oscar y otras premiaciones relacionadas son una máquina muy bien aceitada, autopromocionándose y multiplicando sus propios dólares. ¿Qué pasaría, entonces,si una compañía como Netflix apuntara su enorme cañón de marketing hacia allá?

Eso fue lo que sucedió.

El irlandés
El irlandés es un gran ejemplo de cómo Netflix usa la tradición del cine para impulsar su plataforma (Crédito: Netflix)

En los últimos años, películas como Roma, El irlandés, Historia de un matrimonio y tantas otras con el sello de “Original de Netflix” tapizaron la premiación, cumpliendo con esmero el objetivo y con un gran sueño en mente: ganar el Oscar a Mejor película.

Sucede que parte de ese proceso implica cuestionar qué es el cine. En la concepción tradicional –y de buena parte de la industria–, el cine es una experiencia. Un boleto, una sala oscura, una pantalla gigante, inmersión total. Sin embargo, para una empresa nacida en Silicon Valley, el cine es un formato, un lenguaje. Importa cómo se filma, los aspectos técnicos, las intenciones. ¿La pantalla es la experiencia? Sólo cuando así lo quieras.

Con la pandemia, los cambios en los hábitos del consumidor se aceleraron. Netflix, con cimientos sólidos, ya viene encarrerada en los Oscar desde el año pasado. Con El poder del perro, bastante elogiada y abordando los temas del momento en la sociedad –como la diversidad–, al tiempo que presenta una calidad estética y narrativa impecable, parecía que finalmente la compañía con base en Los Gatos conquistaría el codiciado Oscar a Mejor película.

Parecía.

Apple entra en escena

Sería mentira decir que el arte cinematográfico no está, de algún modo, en el ADN de Apple. La gigantesca corporación es famosa por sus Macs y sus iPhones, pero Steve Jobs, fundador de la compañía, tuvo un pasado más diverso que eso.

En 1979, Lucasfilm fundó Graphics Group, una “división de computadoras” responsable por crear efectos especiales computarizados. En 1986, la división fue separada del resto de la compañía con una inversión financiera de nadie menos que el propio Jobs.

Así nacía Pixar.

En 1995, el estudio sacudió los cimientos de la industria al estrenar Toy Story, primer largometraje de animación totalmente hecho por computadora. Al año siguiente, la película fue nominada a tres premios Oscar. En aquella época, la Academia no premiaba la categoría de Mejor película animada, pero concedió una estatuilla especial a lo hecho por Pixar.

Steve Jobs tiene crédito como productor ejecutivo en Toy Story, por lo que no recibió un Oscar que pudiera llamar suyo. De cualquier forma, esa fue la cumbre en la (corta) carrera del ejecutivo en Hollywood.

Toy Story
En parte, el mundo debe la existencia de Toy Story a Steve Jobs (Crédito: Disney)

En la última década, ya en la fase “post-Jobs”, Apple percibió que necesitaba expandir su ecosistema más allá de las computadoras y gadgets. A final de cuentas, la marca es –como siempre quiso su creador– la representación de un estilo de vida. Más que eso: brindar servicios y suscripciones es una forma extremadamente efectiva de ampliar los ingresos de la base de usuarios, que ya consumen más en dólares comparados con quienes utilizan dispositivos de la competencia.

Aventurarse a la producción de contenido original y exclusivo fue el paso natural a seguir. Desde 2019, Apple lanza películas y series en el formato popularizado por Netflix, aunque con un enfoque mayor en la calidad que en la cantidad.

Guste o no, CODA: señales del corazón es un ejemplo indiscutible de esa estrategia.

Y sí, debido a los tejemanejes de la industria de la distribución, en Netflix y otros territorios, la película estuvo en cines y ahora está en Amazon Prime Video. Sin embargo, originalmente, se trataba de una producción con la marca de la manzana, así que, en Estados Unidos y buena parte del mundo, puede verse en Apple TV+.

Netflix contra Apple

Contrario a Netflix, Apple –al igual que Amazon– nunca necesitó ser agresiva con su mensaje de disrupción en el mundo del entretenimiento. El streaming es un producto más, un agregado, un (perdonando el doble sentido y la redundancia) plus para los usuarios de la marca.

Eso ha contribuido a que la compañía se haya creado una imagen amigable dentro de la industria. Hasta Steven Spielberg, una de las voces contrarias a la estrategia de Hastings y sus colegas, tiene un acuerdo para la producción de series con la compañía de la manzana, por ejemplo.

Ayuda, también, la imagen creada por el hombre que sustituyó a Jobs en el cargo de CEO de Apple: Tim Cook. Visto como una persona más agradable que su predecesor, Cook generalmente apoya grandes causas, es más amigable con los talentos y lidera proyectos que disminuyen el impacto de Apple en el medio ambiente, además de ser abiertamente gay. El ejecutivo ha logrado más que duplicar los ingresos de la compañía, que ya rebasó los 2 trillones en valor de mercado.

Del lado de Netflix, la estrategia de borrar la línea entre el cine y la TV le creó enemigos. Aún si se comprometió con el lanzamiento en pantalla grande de El irlandés, muchos en la industria no creen que la compañía esté haciendo lo necesario para mantener viva la experiencia tradicional –o, cuando menos, le tienen recelo–. En este último caso, es muy difícil darle la vuelta a una imagen dañada.

CODA: señales del corazón
Puede que CODA: señales del corazón no sea la mejor película del Oscar 2022, pero brinda un mensaje (Crédito: Diamond Films)

Es aquí donde entran El poder del perro y CODA: señales del corazón. El largometraje de Jane Campion, artísticamente hablando, es impecable. La dirección (por la que sí ganó el Oscar) es una delicia, al igual que la fotografía y las actuaciones. El guión entrega una historia que nos dice mucho más entre líneas, además de deconstruir la imagen del vaquero macho del oeste americano.

Si hubiera sido estrenada por Searchlight Pictures, Warner Bros. o Focus Features, habría recibido aplausos de pie en el Dolby Theatre.

Sin embargo, el resentimiento hacia Netflix se impone. Muchos integrantes de la Academia, que votan en la premiación, ciertamente vieron la película con reservas por su proveniencia, haciendo de sus aciertos artísticos deméritos en un mundo donde el Oscar quiere ser “más pop”. Resultado: de sus 12 nominaciones, sólo se llevó una estatuilla.

Mientras tanto, Apple presentó una película que, sí, es un remake de una producción francesa (La familia Bélier), que no innova en su formato y tiene algunos deslices. Sin embargo, también entrega mucho corazón, calidad técnica y, principalmente, conmueve con un elenco casi totalmente conformado por deficientes auditivos. Quienes eran invisibles ahora tienen voz –voz por el lenguaje de señas–.

Eso sin hablar que, para el público más amplio al que quiere llegar la Academia, es una historia mucho más digerible que la de su principal competidora, aún más en el momento que vivimos. Entra en la ecuación un sistema confuso para elegir la categoría principal del Oscar, que premia los consensos y penaliza a los títulos que radicalizan los sentimientos entre los votantes.

En este mundo de pandemia, donde Hollywood no podía huir del hecho de que, finalmente, tendría que dar el Oscar a Mejor película a una compañía comprometida con el streaming, CODA: señales del corazón dio la oportunidad perfecta para transmitir un mensaje: el de negarle a Netflix una “primera vez” que ya no tendrá jamás.

Porque, vamos a dejarlo claro de una vez por todas: el Oscar no premia objetivamente la “Mejor película del año”. Hay, parafraseando a William Shakespeare, muchas más cosas en Hollywood y en la tierra que todas las que pueda soñar nuestra vana filosofía.

Y eso es. Fortuna de Apple. Y Steve Jobs, fallecido en 2011, ciertamente estaría impresionado y orgulloso de lo que Tim Cook ha conquistado en tan poco tiempo. Dos características, como sabemos, extremadamente inusuales para el genio ejecutivo.

Publicado originalmente en la edición brasileña de Filmelier News.